Diciembre es un jardín | Doce poemas de invierno

Doce poemas de invierno
 

 

El invierno, para el escritor es aquella perspicacia romántica del destino encontrada en los mejores poemas de su época, y en estas palabras coexiste una demanda, del florecimiento de la primavera.

Son varios los poetas que han dedicado textos a la estación de invierno, cada uno de ellos nos comunica una forma particular de aproximarse a este tiempo, algunos hablan de su melancolía, para otros, en cambio, el invierno es ante todo una forma de hablar de esperanza. Antes de finalizar el año 2019, te compartimos doce poemas de escritores como: Jaime Gil de Biedma, Alfonsina Storni, Rubén Darío, Vicente Huidobro, Rosario Castellanos, Pablo Neruda, José Emilio Pacheco, Ida Vitale, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Delmira Agustini y Miguel Hernández, en donde refugiaron en un deseo, el frío del invierno.

 


 

Plaza en invierno

 

Árboles desnudos

corren una carrera

por el rectángulo de la plaza.

En sus epilépticos esqueletos

de volcadas sombrillas

se asientan,

en bandada compacta,

los amarillos

focos luminosos.


 

Bancos inhospitalarios,

húmedos

expulsan de su borde

a los emigrantes soñolientos.

Oyendo fáciles arengas ciudadanas,

un prócer,

inmóvil sobre su columna

se hiela en su bronce.

Alfonsina Storni

 

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Sol de invierno

 

Es mediodía. Un parque.

Invierno. Blancas sendas;

simétricos montículos

y ramas esqueléticas.

Bajo el invernadero,

naranjos en maceta,

y en un tonel, pintado

de verde, la palmera.

Un viejecillo dice,

para su capa vieja:

«¡El sol, esta hermosura

de sol!...» Los niños juegan.

El agua de la fuente

resbala, corre y sueña

lamiendo, casi muda,

la verdinosa piedra.

Antonio Machado

 

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Del año malo

 

Diciembre es esta imagen

de la lluvia cayendo con rumor de tren,

con un olor difuso a carbonilla y campo.

Diciembre es un jardín, es una plaza

hundida en la ciudad,

al final de una noche,

y la visión en fuga de unos soportales.

 

Y los ojos inmensos

tizones agrandados—

en la cara morena de una cría

temblando igual que un gorrión mojado.

En la mano sostiene unos zapatos rojos,

elegantes, flamantes como un pájaro exótico.

 

El cielo es negro y gris

y rosa en sus extremos,

la luz de las farolas un resto amarillento.

Bajo un golpe de lluvia, llorando, yo atravieso,

innoble como un trapo, mojado hasta los cuernos.

Jaime Gil de Biedma

 

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Toque de oración

 

Un pedazo de luna que no brilla

sino con timidez. Canta un marino,

y su triste canción, tosca y sencilla,

tartamudea con sabor de vino...

 

El mar, que el bíceps de la playa humilla,

tiene sinuosidades de felino,

y se deja caer sobre la orilla

con la cadencia de un alejandrino.

 

Pienso en ti, pienso que te quiero mucho

porque me encuentro triste, porque escucho

la esquila del pequeño campanario

 

que se queja con un sollozo tierno,

mientras los sapos cantan el invierno

con una letra del abecedario…

Delmira Agustini

 

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Canción de invierno


Cantan. Cantan.

¿Dónde cantan los pájaros que cantan?


 

Ha llovido. Aún las ramas

están sin hojas nuevas. Cantan. Cantan

los pájaros. ¿En dónde cantan

los pájaros que cantan?

 

No tengo pájaros en jaulas.

No hay niños que los vendan. Cantan.

El valle está muy lejos. Nada...

 

Yo no sé dónde cantan

los pájaros -cantan, cantan-

los pájaros que cantan.

Juan Ramón Jiménez

 

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El soldado y la nieve
 

Diciembre ha congelado su aliento de dos filos,

y lo resopla desde los cielos congelados,

como una llama seca desarrollada en hilos,

como una larga ruina que ataca a los soldados.

 

Nieve donde el caballo que impone sus pisadas

es una soledad de galopante luto.

Nieve de uñas cernidas, de garras derribadas,

de celeste maldad, de desprecio absoluto.

 

Muerde, tala, traspasa como un tremendo hachazo,

con un hacha de mármol encarnizado y leve.

Desciende, se derrama como un deshecho abrazo

de precipicios y alas, de soledad y nieve.


Esta agresión que parte del centro del invierno,

hambre cruda, cansada de tener hambre y frío,

amenaza al desnudo con un rencor eterno,

blanco, mortal, hambriento, silencioso, sombrío.

 

Quiere aplacar las fraguas, los odios, las hogueras,

quiere cegar los mares, sepultar los amores:

y se va elevando lentas y diáfanas barreras,

estatuas silenciosas y vidrios agresores.

 

Que se derrame a chorros el corazón de lana

de tantos almacenes y talleres textiles,

para cubrir los cuerpos que queman la mañana

con la voz, la mirada, los pies y los fusiles.

 

Ropa para los cuerpos que pueden ir desnudos,

que pueden ir vestidos de escarchas y de hielos:

de piedra enjuta contra los picotazos rudos,

las mordeduras pálidas y los pálidos vuelos.

 

Ropa para los cuerpos que rechazan callados

los ataques más blancos con los huesos más rojos.

Porque tienen el hueso solar estos soldados,

y porque son hogueras con pisadas, con ojos.

 

La frialdad se abalanza, la muerte se deshoja,

el clamor que no suena, pero que escucho, llueve.

Sobre la nieve blanca, la vida roja y roja

hace la nieve cálida, siembra fuego en la nieve.
 

Tan decididamente son el cristal de roca

que sólo el fuego, sólo la llama cristaliza,

que atacan con el pómulo nevado, con la boca,

y vuelven cuanto atacan recuerdos de ceniza.

 

Miguel Hernández

 

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De invierno

 

En invernales horas, mirad a Carolina.

Medio apelotonada, descansa en el sillón,

envuelta con su abrigo de marta cibelina

y no lejos del fuego que brilla en el salón.

 

El fino angora blanco junto a ella se reclina,

rozando con su hocico la falda de Aleçón,

no lejos de las jarras de porcelana china

que medio oculta un biombo de seda del Japón.

 

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:

entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;

voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

 

como una rosa roja que fuera flor de lis.

Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,

y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Rubén Darío

 

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El invierno para beberlo

 

El invierno ha llegado al llamado de alguien

Y las miradas emigran hacia los calores conocidos

Esta noche el viento arrastra sus chales de viento

Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas
 

Oíd crepitar el arcoiris mojado

Bajo el peso de los pájaros se ha plegado

 

La amargura teme a las interperies

Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso

Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis

Sacudiendo siempre ese abanico vegetal

 

Seducciones de antesala en grado de aguardiente

Alejemos en seguida el coche de las nieves

Bebo lentamente tus miradas de justas calorías

 

El salón se hincha con el vapor de las bocas

Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara

Y hay moscas

Sobre los suspiros petrificados


Los ojos están llenos de un líquido viajero

Y cada ojo tiene un perfume especial

El silencio es una planta que brota al interior

Si el corazón conserva su calefacción igual


Afuera se acerca el coche de las nieves

Trayendo su termómetro de ultratumba

Y me adormezco con el ruido del piano lunar

Cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia

 

Cae

Nieve con gusto a universo

Cae

Nieve que huele a mar
 

Cae

Nieve perfecta de los violines

Cae

La nieve sobre las mariposas

 

Cae

Nieve en copos de olores

La nieve en tubo inconsistente

 

Cae

Nieve a paso de flor

Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo
 

Simiente de sonido de campanas

Sobre los naufragios más lejanos

Calentad vuestros suspiros en los bolsillos

Que el cielo peina sus nubes antiguas

Siguiendo los gestos de nuestras manos

 

Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias

Y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío

El cielo emblanquece nuestra atmósfera

Entre las palabras heladas a medio camino

Ahora que el patriarca se ha dormido

La nieve se desliza se desliza

se desliza

Desde su barba pulida

Vicente Huidobro


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Invierno

 

Como las gotas en el vidrio,

como las gotas de la lluvia

en una tarde somnolienta,

exactamente iguales,

superficiales,

ávidas todas,

breves,

se hieren y se funden,

tan, tan breves

que no podrían dar cabida al miedo,

que el espanto no debiera hacer huella

en nosotros.

 

Después, ya muertos, rodaremos,

redondos y olvidados.

Ida Vitale

 

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Jardín de invierno

 

Llega el invierno. Espléndido dictado

me dan las lentas hojas

vestidas de silencio y amarillo.

 

Soy un libro de nieve,

una espaciosa mano, una pradera,

un círculo que espera,

pertenezco a la tierra y a su invierno.

 

Creció el rumor del mundo en el follaje,

ardió después el trigo constelado

por flores rojas como quemaduras,

luego llegó el otoño a establecer

la escritura del vino:

todo pasó, fue cielo pasajero

la copa del estío,

y se apagó la nube navegante.


Yo esperé en el balcón tan enlutado,

como ayer con las yedras de mi infancia,

que la tierra extendiera

sus alas en mi amor deshabitado.

 

Yo supe que la rosa caería

y el hueso del durazno transitorio

volvería a dormir y a germinar:

y me embriagué con la copa del aire

hasta que todo el mar se hizo nocturno

y el arrebol se convirtió en ceniza.

 

La tierra vive ahora

tranquilizando su interrogatorio,

extendida la piel de su silencio.

 

Yo vuelvo a ser ahora

el taciturno que llegó de lejos

envuelto en lluvia fría y en campanas:

debo a la muerte pura de la tierra

la voluntad de mis germinaciones.

Pablo Neruda

 

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Noche y nieve

 

Me asomé a la ventana y en lugar de jardín hallé la noche

enteramente constelada de nieve

 

La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la

luz y se apaga

 

La nieve no quiere decir nada: Es sólo una pregunta que

deja caer millones de signos de interrogación sobre el

mundo.

José Emilio Pacheco.

 

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Resplandor del ser

 

Para la adoración no traje oro.

(Aquí muestro mis manos despojadas)

 

Para la adoración no traje mirra.

(¿Quién cargaría tanta ciencia amarga?)

 

Para la adoración traje un grano de incienso:

mi corazón ardiendo en alabanzas.

Rosario Castellanos

 

 

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Plaza de invierno, Alfonsina Storni

https://www.biblioteca.org.ar/libros/158085.pdf

Sol de invierno, Antonio Machado

https://www.poetasandaluces.com/poema/190/

Del año malo, Jaime Gil de Biedma

https://www.poeticous.com/jaime-gil-de-biedma/del-ano-malo?locale=es
 

Toque de oración, Delmira Agustini

http://aulavirtual217.ddns.net:3030/wikisource_es_all_2016-12/A/Delmira_Agustini.html

Canción de invierno, Juan Ramón Jimenéz

https://www.poetasandaluces.com/poema/969/

El soldado y la nieve, Miguel Hernández

https://www.poesi.as/mh3805.htm

De invierno, Rubén Darío

https://www.poesi.as/rd188802.htm

El invierno para beberlo, Vicente Huidobro

https://www.vicentehuidobro.uchile.cl/poema11.htm

Invierno, Ida Vitale

https://ciudadseva.com/texto/invierno/

Jardín de invierno, Pablo Neruda

https://www.poesi.as/pn744015.htm

Noche y nieve, José Emilio Pacheco

https://diarioinca.com/poema-noche-y-nieve-jose-emilio-pacheco

Resplandor del ser, Rosario Castellanos

https://blogpoemas.com/resplandor-del-ser/

 

 

 

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