La muerte en los ojos de un niño | Emilio Omitlahtoa

La muerte en los ojos de un niño

Emilio Omitlahtoa

Había una vez una, jovencita que se sentía solita, ella se llamaba Nelida. Cuando era niña era muy, pero muy enojona. Cuando jugaba con sus amiguitos en ocasiones los hacia a jugar a las muñecas, aunque no quisieran, pero como era bien lista aun así ellos la seguían mucho.

Cuando creció Nelis se fue a estudiar medicina, porque desde niña quería ayudar a las demás personas. Con mucho valor dejó a su familia para poder cumplir su sueño de ser doctora, con mucho trabajo estudió y estudió, pero estaba un poquitín triste porque a veces miraba por la ventana y recordaba su casa, a su papá y sus hermanos que, aunque le hacían demasiadas travesuras los quería mucho y ellos a ella.

Cuando creció y se hizo doctora pensó que regresaría a casa, pero en la montaña de Guerrero había muchos enfermitos y ella fue a ayudarles. Todavía más lejos, todavía más solita, pero valientemente curó a muchas personas durante ocho años, en muchos pueblos de la montaña. En los pueblos de la montaña hay mucha gente pobre, niños que se enferman por no tener que comer, las escuelas están muy lejos de sus casas y ellos caminan hasta tres horas para poder ir a clases; otros niños viven en unos albergues, que son como casas donde duermen y les dan de comer para que puedan ir a la escuela. A Nelida le daba mucha tristeza y por eso se esforzaba más para poder ayudar a todos.

Nelly se sentía sola. Entonces le surgió una idea y buscó otro trabajo, pero se dio cuenta que en otros estados del país había niños y adultos que enfermaban y no había quien los atendiera entonces buscó como ayudarlos y valientemente se fue a trabajar a San Luis Potosí, en comunidades rurales (esto quiere decir en pueblitos alejados de la ciudad), donde se necesitan más a los doctores. Trabajo en varias partes, Nelly se sentía sola.

Trabajando en Tanlú, San Luis Potosí, Nelly recibió un hermoso regalo, ¡Nelly estaba embarazada! y un hermoso animalito de la creación estaba por llegar a su vida.

Nelida se volvió loca de alegría (Bueno ya estaba loquita, pero ahora era de felicidad), salió corriendo a casa y le compartió la noticia a su familia, todo era muy bueno, Nelly valiente como siempre siguió trabajando lejos de su familia, pero ahora se sentía muy, pero muy feliz.

Ya casi cuando iba a nacer su bebé, llegó a casa para que le ayudaran. Mama Mima y mamá Ani, fueron las encargadas de ayudarle, le enseñaron a bañar y a cuidar a la bebé, una nena muy hermosa de grandes ojos y cabello negro, una hermosa joya en manos de una bella mamá.

Entonces Nelly pensó un nombre, Jade Alitzel. Nombre de origen Maya, una piedra preciosa presagiando alegría por ser “Niña sonriente”. Nelly ya no se sentía sola.

Conforme Jadelina fue creciendo todos la amaban más, con su hermosa sonrisa cautivaba a todas las personas que la conocían, se fue haciendo muy traviesa, inquieta y muy lista, tanto que a veces, se portaba mal y quería engañar a mama o con su bella sonrisa pedía perdón sin decirlo.

Un día mamá le regaló un pececito y Jade le nombró “Cuco”, ese cuco era tremendo, mi mamá Ade decía que “Todas las cosas se parecen a su dueño” y como Jade, ese cuco era bien travieso, nadaba y nadaba en su pecera y comía bien harto y no engordaba, igualito a Jade; bien comelona y nada que engorda, solo se le caen los dientes y ya.

Un día de invierno hacía mucho frío en el Salado, en el altiplano de San Luis Potosí donde vivía Jade, su mamá y Cuco, entonces Jadelina vio que Cuco no se movía se espantó mucho y corrió a decirle a mamá, entonces vieron que tenía muchísimo frío y Jade le hizo un suéter, le echo una cobija y le dio sopita de pollo y ¡Zas! Cuco que se compone. Entonces le hicieron una casita de galletas para que se metiera cuando hiciera mucho frío y si le daba hambre y Jade no se diera cuenta se podía comer las paredes.

Nelida ya no estaba triste, ahora tenía por quien ser feliz y Jade llenaba toda esa soledad con risas y muchas travesuras. Pero un día Cuco ya no se movía, la pecera se sentía sola, Jade no entendía, ella se sentía muy triste, fue a ver a mamá y le contó lo sucedido, entonces Nelida le dijo que el pececito había muerto.

—¿Qué es morirse mamá?

La pregunta más difícil de responder a un niño, “La muerte Jadelina, es cuando un ser vivo se va, nosotros cuando estamos vivos tenemos una energía que nos hace movernos. Todos los seres vivos nacemos, crecemos y un día vamos a morir”, Jade no entendía, pero aceptaba la partida de cuco.

Entonces la vida siguió su curso, Jade no olvidó a Cuco, porque su mamá le comentó que él estaba con Abuelita Ade. Para nuestros abuelos la muerte es algo natural, es como comer, respirar, lo único que tenemos garantizado en la vida es la muerte, así que morir no es malo, tenemos que acostumbrarnos a este hecho, porque es parte de la existencia, si no hubiera muerte no disfrutaríamos nada de lo que pasa en la vida, por eso apreciamos el tiempo y tenemos que disfrutar a las personas que amamos y aunque no estén a nuestro lado desde lejos sabemos que nos quieren mucho.

Jade siguió creciendo y después de muchos dientes (porque se le cayeron casi todos), llegó a su vida un nuevo compañerito se llamaba “Máximo Décimo Meridio”, General del ejército romano, creador del imperio a base de sus grandes conquistas, él montado en su caballo, avasalló los ejércitos del enemigo, empuñando su espada que resplandecía en las sombras, acabando a las hordas enemigas para darle poder y dominio al imperio… pero en esta vida era un perrito destinado a compartir la vida con Jadelina.

Cuando Max llegó a la vida de Jade vino acompañado por su hermanito, uno era tranquilo, obediente, respetuoso, cuando se sentaba a comer utilizaba los cubiertos y se limpiaba los colmillos con la servilleta, el otro era travieso, grosero, cuando comía se embarraba toda la boca, eructaba al terminar de comer y se robaba las pantuflas de todos en la casa. Cuando le dieron a escoger a Jade prefirió al travieso “Todas las cosas se parecen a su dueño”. Así que Max y Jade eran compañeros de travesuras, mama Nelly estaba furiosa con sus travesuras, pero como se ayudaban entre ellos arreglaban lo desarreglado y ¡Zas!, mamá se desenojaba.

Un día que mamá regañó a Max porque se había subido al sillón, bien rápido se metió en su mochila y a mamá le dio mucha risa y ya no lo regañó, igualito que Jade bien travieso, pero pícaro. Así paso el tiempo, un día salieron todos de casa y Max tubo que visitar a Abuelita Ade, porque tenía que educarlo si no le iban a salir canas verdes a Nelida y como era su hija la más chiquita tenía que ayudarle. Jade se puso bien triste porque Max había muerto.

Lo que Jadelina no sabía es que todos los seres somos espíritu, una energía que se encuentra en nuestro cuerpo y algún día esa energía tiene que irse; pero regresa nuevamente al mundo convertido en otra cosa, para que nos siga acompañando. Además, un año humano es como cuatro de los perritos. Mis abuelos me contaron que a todos los perritos antes les llamaban izcuintli y ellos nos acompañaban cuando moríamos, así que volveremos a ver a todos los perritos que tengamos. La muerte no es mala, tenemos que entenderla, ahora Abuelita Ade está con Cuco y enseñándole a Max a portarse bien y cuando sea tiempo Max regresara a Jade, ya sea en forma de perrito, de pez o de un elefante. Jade ahora entiende que así es la vida, a veces las cosas no pasan como queremos, quisiéramos que las personas o animalitos que amamos nunca murieran, pero no es posible. Jade ahora entiende que tiene que demostrar su cariño a todo lo que ama, porque la vida se trata de ser feliz y para eso hay que trabajar, portarse bien, ayudar a mamá, y sonreír siempre a pesar de las adversidades.

Cuando Máximo Décimo Meridio partió, se fue sabiendo que Jade lo amaba mucho, pero su energía aún está con Jade, y a él no le gusta verla triste, y junto con cuco, Max se esfuerza mucho para ser un mejor perro y poder regresar con ella.

La vida le enseñó a Jadelina un dolor muy profundo como la pérdida de un ser querido, pero también le demostró que muchas personas la amaban y se preocupaban por ella. Toda la familia de Jadelina le dio muestras de cariño y apoyo, y tal vez, sólo tal vez, ese era el trabajo de Max, que Jade se diera cuenta cuanto la ama su mamá y toda su familia.

Hoy en día Jade sigue creciendo y tumbando los dientes que le quedan, Nelly ya no está triste, porque Jade llegó a su vida y juntas las dos, son fuertes y poderosas y así ya no les falta nada.

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Imagen de portada: acuarela de Francisco Javier Valente Moreno