Metrofobia | La profecía de William Blake

El matrimonio del cielo y el infierno

 

William Blake


 

La obra de William Blake (1757-1827) es un intento de elevar la conciencia humana mediante el arte hasta una realidad definida y vívida. El ascenso tiene lugar desde la naturaleza caótica e inconsciente, hacia una realidad vívida, organizada y consciente. Para él, esta ascensión es un proceso individual y que abarca a toda la humanidad, para Blake toda la realidad es espiritual, imaginativa o mental, y la transformación en nuestro interior equivale, en cierto nivel, a la de toda la humanidad.

 

Gran parte de sus poemas está formada por una reutilización y una reinterpretación del material bíblico. Su lenguaje, sus imágenes y sus temas centrales provienen de las escrituras, y determinados libros de estas, en concreto, el Génesis, Ezequiel, Daniel, Job, el Cantar de Salomón y el Apocalipsis, contienen en cierto sentido casi toda su materia poética y muchos de sus recursos básicos.

 

El matrimonio del Cielo y el Infierno es la obra que se ha asociado con cierta vindicación e las drogas o de la ebriedad, con una especie de malditismo satánico y con el sadismo, cuando en realidad Blake apunta en direcciones del todo opuestas. La palabra “infierno” tiene en el poema dos sentidos, uno real y otro irónico. Hay un infierno verdadero, que se encuentra en el interior de la mente humana y hay otro infierno, al que Blake llama así de forma irónica, que es la pura energía vital, la fuente del deseo y la creatividad que asciende en forma de árbol y que es el Árbol de la Vida.

 

the marriage heaven hell
Obra: Marriage heaven and hell, Blake W.

 

El matrimonio del Cielo y el Infierno es uno de esos libros en los que casi cada pasaje es memorable, te compartimos un fragmento de esta obra en traducción de Enrique Caracciolo Trejo.


 




VISIÓN MEMORABLE

 

Me hallaba en una imprenta, en el Infierno, y vi

el método por el cual se trasmite el conocimiento de

generación en generación.

En la primera cámara había un Dragón-hombre,

barriendo los despojos a la boca de una caverna; en

el interior, multitud de dragones ahondaban la

caverna.

En la segunda cámara había una serpiente

enredada en torno a la roca y la caverna, y otras

adornándola con plata, oro y piedras preciosas.

En la tercera cámara, un águila de alas y plumas

de aire; y el águila hacía el interior de la caverna

infinito; y a mi alrededor, un gran número de

hombres águilas edificaban palacios sobre las rocas

enormes.

En la cuarta cámara, leones de ardientes llamas

se paseaban furiosos y fundían metales en fluidos

vivientes.

En la quinta cámara, formas sin nombre

arrojaban al espacio los metales.

Estos metales eran recibidos por hombres en la

sexta cámara y tomaban la forma de libros y eran

colocados en bibliotecas.

Los gigantes que llevaron este mundo a su

existencia sensible y que parecen ahora vivir

encadenados son, en verdad, los principios de su

vida y las fuentes de su actividad. Pero las cadenas

son la astucia de los espíritus débiles y sumisos que

tienen poder para resistir la energía.

Lo dice el proverbio: el débil en valor es fuerte

en astucia.

De este modo, el Prolífico es una porción del

ser; otra, el Devorador. El Devorador cree tener

encadenado al Prolífico; mas no es así; sólo tiene

porciones de existencia y se imagina tenerlo todo.

Mas el Prolífico dejaría de serlo si el Devorador,

corno un mar, no absorbiera el exceso de sus goces.

Algunos dirán: "¿No es Dios el único Prolífico?”

Yo digo: "Dios no existe ni obra sino en los

seres existentes, en los hombres.”

Estas dos clases de hombres existen en la tierra y

serán siempre enemigos; cualquiera que intente

conciliarlos destruirá la existencia.

 

La religión es un esfuerzo para conciliarlos.

 

NOTA. Jesucristo no quiso unirlos sino

separarlos, como en la parábola de las ovejas y las

cabras. Jesucristo dijo: "No vine a traer la paz sino la

espada." Mesías o Satán o Tentador, era considerado

como uno de los antediluvianos, es decir, como una

de nuestras energías.


 

* * * * * * *


 

VISIÓN MEMORABLE

 

Un ángel vino a mí y dijo: "¡Oh, joven necio,

digno de lástima! ¡Horrible, espantable estado el

tuyo! Piensa en el calabozo abrasador que te

preparas por toda la eternidad y a donde te lleva el

camino que sigues.”

Yo dije:. "Tal vez podrías mostrarme mi lugar

eterno. Juntos lo contemplaremos hasta ver qué sitio

es más deseable: el tuyo o el mío.

Entonces me llevó a través de un retablo, a

través de una iglesia y, después, hacia abajo, a la

cripta de la iglesia en cuyo extremo había un molino.

Entramos en el molino y llegamos a una caverna. A

tientas seguimos nuestro tedioso trayecto, bajo la

tempestuosa caverna hasta llegar a un espacio vacío

que apareció sobre nosotros como un cielo;

agarrándonos las raíces de los árboles logramos

colgarnos dominando esta. inmensidad.

Entonces dije: "Si quieres, nos abandonaremos a

este vacío para ver si también en él está la

Providencia. Si tú no quieres, yo sí quiero.”

Mas él respondió: "Joven presuntuoso, ¿no te

basta contemplar tu lugar estando aquí? Cuando

cese la oscuridad, aparecerá.”

Permanecí entonces, cerca del Ángel, sentado en

los enlaces de las raíces de un roble, y él Ángel

quedó suspendido en un Bongo que colgaba su

cabeza sobre el abismo.

Poco a poco, la profundidad infinita tornóse

distinta, rojiza como el humo de una ciudad

incendiada. Sobre nosotros, a una distancia inmensa,

el sol negro y brillante. En torno al sol huellas de

fuego; y sobre las huellas caminaban arañas

enormes, arrastrándose hacia sus víctimas que

volaban o, más bien, nadaban en la profundidad

infinita, en forma de animales horribles, salidos de la

corrupción; y el espacio estaba lleno y parecía por

ellos orinado. Son los demonios, llamados Potencias

del aire.

Pregunté a mi compañero cuál era mi lugar

eterno. Y dijo: "Entre las negras y blancas.”

Pero en ese momento, entre las arañas negras y

blancas una nube de fuego estalló rodando a través

del abismo, ennegreciendo todo lo que encontraba

bajo ella al punto que el abismo inferior quedó

negro como un mar y se estremeció con un ruido

espantoso.

Nada se podía ver debajo ele nosotros, sino una

negra tempestad hasta que, mirando hacia el

Oriente, entre las nubes y las olas, vimos una

cascada en medio de sangre y fuego y, distante de

nosotros sólo unos tiros de piedra, apareció

nuevamente el repliegue escamoso de una serpiente

monstruosa. Por último, hacia el Oriente, cerca de

tres grados distante, apareció, sobre las olas, una

cresta inflamada; se elevó lentamente como una

cima rocosa, y vimos dos globos de fuego carmesí, y

el mar se escapaba de ellos en nubes de humo.

Comprendimos que aquello era la cabeza de

Leviathan: la frente surcada de estrías de color verde

y púrpura como las de la frente del tigre; de pronto,

vimos sus fauces, y sus branquias rojas colgaban

sobre la espuma enfurecida tiñendo el negro abismo

con rayos de sangre, avanzando hacia nosotros con

la fuerza de una existencia espiritual.

El Ángel mi amigo escaló su sitio en el molino.

Quedó solo. La aparición dejó de serlo. Y me

encontré sentado en una deliciosa terraza, al borde

de un río, al claro de luna, oyendo cantar a un arpista

que se acompañaba con su instrumento. Y el tema

de su canción era: "El hombre que no cambia de

opinión es como el agua estancada: engendra los

reptiles del espíritu.”

En seguida, me puse en pie y partí en busca del

molino donde encontré a mi Ángel que,

sorprendido, me preguntó cómo había logrado

escapar.

Respondí: "Todo lo que vimos juntos procedía

de tu metafísica; después de tu fuga, me hallé en una

terraza oyendo a un arpista, al claro de luna. Mas

ahora que hemos visto mi lugar eterno, ¿puedo

enseñarte el tuyo?”

Mi proposición le hizo reír; mas yo, de pronto, le

estreché en mis brazos y volé a través de la noche de

Occidente y, así, nos elevamos sobre la sombra de la

tierra; con él, me lancé derecho al cuerpo del sol, allí

me vestí de blanco y, tomando los libros de

Swedenborg, abandoné esta región gloriosa y,

dejando atrás los demás planetas, llegamos a

Saturno. Allí me detuve a fin de reposar. En seguida,

me lancé al vacío, entre Saturno y las estrellas fijas.

Le dije: "He aquí tu lugar en este espacio, si así

puede llamarse.”

Súbitamente, vimos el establo y la iglesia y lo

llevé al altar y abrí la Biblia, y he aquí mi pozo

profundo al que descendía llevando al Ángel delante

de mí. De pronto, vimos siete casas de ladrillo y

entramos en una. Había en ella un gran número de

monos, cinocéfalos, y todos los de su especie

encadenados por la mitad de sus cuerpos

gesticulando y mordiéndose los unos a los otros,

más impedidos por lo corto de sus cadenas. Sin

embargo, me pareció que algunas veces su número

aumentaba, y que los fuertes devoraban a los débiles

y que, gesticulando siempre, primero copulaban con

ellos para devorarlos después, arrancando un

miembro primero y después otro, hasta que no

quedaba sino un miserable tronco que besaban

haciendo muecas de ternura para devorarlo al fin. Y

aquí y allá, vi a algunos saboreando la carne de su

propia cola. El mal olor nos incomodaba

horriblemente.

Entramos al molino. Mi mano atrajo el esqueleto

de un cuerpo que fue, en el molino, los Analíticos de

Aristóteles.

El Ángel me dijo: "Tu fantasía se ha impuesto a

mí; esto, debería ruborizarte.”

Respondí: "Cada uno impone al otro su fantasía,

y es tiempo perdido conversar contigo que no has

producido sino Analíticos.”

Siempre me ha parecido que los Ángeles tienen

la vanidad de hablar de sí mismos como si sólo ellos

fueran sabios; lo hacen con una confianza insolente

que nace del razonamiento sistemático.

Así Swedenborg se envanece de que cuanto

escribe es nuevo, aunque sólo es un índice o un

catálogo de libros publicados antes.

Un hombre lleva un mono a una fiesta y porque

era un poco más sabio que el mono se infló de

vanidad y se consideró mas sabio que siete hombres.

Así es el caso de Swedenborg que muestra la

locura de las iglesias y quita la máscara a los

hipócritas e imagina que todos los hombres son

religiosos y que él es el único hombre en la tierra que

rompió las mallas de la red.

Ahora, oíd el hecho tal como es: Swedenborg no

ha escrito una sola verdad nueva.

Y, ahora, oíd la causa: conversaba con los

ángeles que son, todos, religiosos, y no conversaba

con los demonios que odian la religión, porque sus

prejuicios lo hacían incapaz.

Así es que las obras de Swedenborg son una

recapitulación de todas las opiniones superficiales, y

un análisis de las más sublimes; nada más.

He aquí otro hecho: cualquier hombre de talento

mecánico puede extraer de las obras de Paracelso o

de Jacob Behmen diez mil volúmenes de igual valor

que los de Swedenborg, y un número infinito de los

libros de Dante o Shakespeare.

Pero, cuando lo haya hecho, que no pretenda

saber más que su maestro porque sólo sostiene una

bujía en pleno sol.


 

William Blake
William Blake


 


________________
Blake, W. (2009), Antología Bilingüe: William Blake, Fernández Ciudad, S. I., España, Alianza Editorial.

http://www.lecturalia.com/autor/4196/william-blake

https://www.jotdown.es/2015/04/el-viajero-mental-y-ii-introduccion-a-los-libros-profeticos-de-william-blake/





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