Soledad, intento y locura: poema de Ángel Domínguez Espinoza (Ometepec)

Soledad, intento y locura

 

Son cien figuras circulares en el piso de mi cuarto, cada una se encuentra grabada a una loseta. Las aspas del ventilador de techo hacen el amor con el viento, en su ritmo giratorio escuchan canciones de Caifanes. Existe un ropero con dos espejos, cargados de recuerdos; hay dos ventanas, una da a la calle y la otra al futuro. En la cama duermen duendes de otros mundos. Tengo libros de autores muertos y vivos, libretas que aún están sin usarse, otras con algunas notas olvidadas, ¿y tú dónde estás, qué mis manos no te alcanzan?

 

Porque su voz aún me habita, la invité al café, tenía la vaga ilusión de recuperar su cotidianidad, le compré un ramo de girasoles con la anciana de la esquina. Ella, nunca volvió a mis brazos, yo perdí su amor y la anciana perdió un cliente. La lluvia de su voz no cesa, tengo húmeda la herida.

 

El polvo de la calle invadió la casa, las plantas se secaron, el gato y el perro murieron de hambre. En la pared de la sala hay clavos jorobados, todos quedaron en desuso. El más recto de cabeza ancha, en otro tiempo orgulloso sostenía el cuadro de nuestra boda, ahora es un viejo enmohecido. Evito mirarlo, me culpa de nuestra separación. Ha puesto a sus compañeros en mi contra, murmuran amenazas a mi espalda, desean crucificarme en la pared.