Apuntes sobre el Grito de Dolores

RELATOS DEL GRITO POR UN COLONO

Como colono del Méjico colonial, no puedo evitar sentir una punzada al recordar las prácticas perjudiciales que los colonos españoles llevamos a cabo en estas tierras. Nuestras acciones, en su mayor parte, estaban motivadas por el ansia de poder y riqueza, aunque nos convenía disfrazarlas bajo la máscara de la "civilización". Mientras analizó el Grito de Dolores y su impacto en la historia mejicana, no puedo evitar ver la ironía de cómo nuestras acciones opresivas desencadenaron un levantamiento que nos sacudió hasta la médula.

Antes del Grito de Dolores, ejercíamos un control despiadado sobre Méjico. El aprovechamiento de los recursos naturales era nuestra especialidad, imponiendo impuestos astronómicos a la minería y la agricultura. Nos regodeábamos en la riqueza que esto nos proporcionaba, mientras la población local luchaba por sobrevivir en la miseria que creamos. Bajo la bandera de la "civilización", despojábamos a la gente de su dignidad y recursos.

Con el sistema de encomiendas, diseñado para mantener nuestra posición dominante. Controlábamos la tierra y a las personas que trabajaban en ella, sometiendo a los indígenas y mestizos a trabajos forzados y abusos. Sin preocuparnos por la moralidad de nuestras acciones, sino más bien pensando en cómo beneficiaba nuestra posición y fortuna.

Nuestro régimen se extendía más allá de lo económico. Fomentábamos una ideología de superioridad racial y cultural, menospreciando las tradiciones indígenas y mestizas que habían estado en estas tierras durante siglos. Imponíamos nuestra cultura y religión como superiores mientras aplastábamos las de los demás.

Los revolucionarios, liderados por figuras como Miguel Hidalgo, comenzaron a conspirar en secreto. Apenas se percibían las crecientes tensiones y el descontento que se gestaba entre los mejicanos. Nos sentíamos seguros en nuestra supremacía y no sospechábamos que nuestro dominio estaba siendo desafiado.

Y luego llegó el Grito de Dolores. El 16 de septiembre de 1810, el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla acompañado por otros líderes locales, como Ignacio Allende. pronunció esas palabras que aún resuenan en nuestros oídos: "¡Mexicanos! ¡Viva México!" Fue un grito de esperanza en medio de la oscuridad, un llamado a la independencia y a la igualdad. La angustia no escapó a aquellos de nosotros que habíamos vivido cómodamente bajo el sistema colonial.

Así los revolucionarios tras el símbolo que se hizo el Grito comenzaron a cuestionar nuestra autoridad y a luchar por la igualdad y la libertad. Desde nuestra perspectiva, eran subversivos que socavaban nuestro orden establecido.

José María Morelos y Guadalupe Victoria, por su parte, se unieron a la lucha insurgente poco tiempo después y desempeñaron un papel importante en la continuación de la guerra por la independencia. La insurgencia se extendió rápidamente y, en poco tiempo, las huestes revolucionarias habían capturado ciudades y ganado apoyo popular de la mano de Morelos y Guadalupe Victoria. Para nosotros, los colonos, esta era una amenaza que no habíamos anticipado. 

Después de la captura y ejecución de Hidalgo en 1811, Vicente Guerrero se unió a la causa insurgente y rápidamente demostró ser un líder carismático y valiente. Desde nuestra perspectiva, su ascenso al liderazgo fue sorprendente y preocupante. Vimos a un mestizo liderando a otros mestizos y a indígenas en la lucha contra nosotros, los colonos. Guerrero abogaba por la igualdad y la abolición de la esclavitud, lo que amenazaba directamente nuestros intereses y privilegios.

Durante los siguientes casi 10 años que se prolongó la Guerra, los revolucionarios mejicanos libraron batallas cruentas y realizaron hazañas audaces. Nosotros, los colonos, nos vimos obligados a defender nuestras propiedades y privilegios. La guerra se volvió un conflicto amargo y brutal, y ambos lados sufrieron pérdidas significativas.

Finalmente en el año 1820, ¡Iturbide! ¡Ese traidor! motivado por su propia ambición y oportunismo, traicionó a la Corona y se unió a los insurgentes. Nunca imaginamos que Agustín de Iturbide, un general del ejército realista, que incluso lideró una campaña militar contra los insurgentes mejicanos, incluidos Hidalgo, Morelos y Guerrero, nos fuera a traicionar, él que había jurado lealtad a la Corona.

Y así el 27 de septiembre de 1821, se logró la independencia de México cuando se firmó el Tratado de Córdoba y exactamente 6 meses después el traidor de Iturbide se auto proclamó emperador de México con el Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821. Sin embargo, la historia no estuvo de su lado. Iturbide fue derrocado en 1823 por Antonio López de Santa Anna, y México se convirtió en una república. Desde nuestra perspectiva, fue un final merecido para un traidor y oportunista. 

Los revolucionarios así habían triunfado, y nosotros, los colonos, fuimos testigos de la pérdida de nuestro poder y estatus. Muchos de nosotros optamos por quedarnos en la ya proclamada México, ahora como ciudadanos mexicanos, aunque con un sentido de pérdida.

Al final de todo este tiempo, casi no quedaba nada de lo que había existido en este territorio antes de que llegara Colón. La mayoría de las personas aquí eran mestizas, una mezcla de culturas y raíces que forjaron una nueva identidad mexicana. Incluso los españoles que habían vivido aquí durante generaciones eran, en última instancia e irónicamente, hijos de tierra mexicana.

Y así es como el Grito se convirtió en un símbolo de valentía y resistencia que sigue vivo en la memoria colectiva de México y en su cultura. Es indudable que el Grito marcó el inicio del fin de nuestro régimen, pues desde que ocurrió, los mexicanos impulsados por la tristeza de los caídos en la lucha que se mezcló con la alegría de una posible y ansiada independencia y libertad los hizo implacables. Esta dualidad de sentimientos que sigue presente en su cultura, es una representación del viaje de México hacia la independencia y la lucha por la justicia y sobre todo de los sentimientos de dolor y alegría que los mexicanos expresan aun hoy en día con un solo grito ¡VIVA MÉXICO!