Destino o Decisión
Salvador Echeagaray*
¿Cree usted estimado lector que su destino ya está predeterminado? ¿Qué por más que usted se aferre en hacer ciertas cosas, no tendría caso esforzarse? ¿Cree que haya fuerzas ajenas a su voluntad que infiere en sus decisiones y que, de alguna manera, ya está todo decidido de antemano?
Pues, filosóficamente hablando, creer en eso, es determinismo. Esto es un error filosófico que sostiene que nuestra voluntad está determinada por fuerzas extrañas, y que, por tanto, no tenemos, libre albedrío, que no podemos elegir con libertad hacer una cosa u otra.
Así, podemos afirmar que existe un determinismo físico. Éste se da por cuerpos externos a nosotros. Por ejemplo, si los planetas estaban alineados de tal forma cuando nací, tal sería mi destino. O también, creer que, porque habrá cambios en los planetas, esto influirá en mi vida.
Por su parte, el fatalismo sostiene que nuestra voluntad está dirigida por fuerzas sobre humanas. “Porque ya está escrito”. Esto es creer que todo está predeterminado de antemano. Aquí cabe el adagio popular: "Cuando te toca, aunque te quites; cuando no, aunque te pongas”.
También, está el determinismo social, que por haber nacido en “x” o “y” nivel económico o educativo, ya de ahí no se sale. Es cuando se dice, “el pobre seguirá siendo pobre”, por ejemplo.
Pero, ante todo esto, ¿cuál es la verdad al respecto? --Que hay cosas que no elegimos, pero, otras sí--. No escogimos a nuestros padres o parientes, pero podemos escoger a nuestros amigos. No elegimos a nuestros compañeros de clase, pero sí, con quién llevarnos bien o mal.
No determinamos dónde nacer o el nivel social de nuestra cuna, pero sí, dónde vivir o, qué tanto y, en qué trabajar para cambiar nuestra economía.
-¿Que matrimonio y mortaja del Cielo baja?-. Tal vez sí, pero, dentro de las chicas o chicos que conoces tú decides con quién te casarás. Si te equivocas, no estaba escrito, elegiste mal.
Dice la ciencia que en nuestros genes ya está determinado de qué enfermedad moriremos. No dudamos, pero, por ejemplo, puedo acelerar un cáncer si fumo mucho. U otro que atente contra mi vida puede que corte el plan de ésta.
Concluyendo. Una cosa es que Dios sepa de antemano todas las decisiones que tomarás, otra que, manipule tu libre albedrío.
* Profesor de Filosofía de la UAG
Foto de portada: Miguel Benítez Ramírez.