Fanny Anitúa, una voz privilegiada
- Nació el 22 de enero de 1887; a sus 33 años realizó presentaciones en Europa, Estados Unidos, Argentina, Perú y Brasil.
Contralto de fama mundial, Fanny Anitúa (22 de enero de 1887-4 de abril de 1968) dio renombre a la ópera de México. A 133 años de su nacimiento, su legado permanece en las generaciones de cantantes a las que transmitió sus conocimientos y a quienes lo compartieron.
Entre sus alumnos, del Conservatorio Nacional de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, la Escuela Nacional de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México y su academia particular, destacan Rosa Rimoch, Oralia Domínguez y José Sosa Esquivel.
El registro vocal de la cantante le permitía alcanzar notas bajas, anchas y profundas, y su sólida técnica y su voz sonora y prolongada, interpretar la obra de Gioachino Rossini sin dificultad.
Fanny Anitúa Yáñez nació en la capital de Durango, fue hija del minero Antonio Anitúa Sarabia y de Josefa Yáñez Medrano, y destacó desde pequeña por su voz. Participaba en las actividades escolares y el coro de la iglesia. A los 10 años ganó un concurso radiofónico y un contrato para cantar en una emisora local. A los 12 años inició su educación formal con María Aizpuru de Lille.
A los 18 años se trasladó a la Ciudad de México para ingresar al Conservatorio de Música, donde el escritor Juan de Dios Peza fue su maestro de literatura escénica. Otros de sus profesores fueron Adrián Guichenné y Gustavo E. Campa.
Tras dos años de ser alumna brillante en el Conservatorio, Porfirio Díaz le otorgó una beca para continuar en la escuela de canto de Aristide Franceschetti, en Roma. En 1909 debutó en la capital italiana como protagonista de la ópera Orfeo y Eurídice de Christoph Willibald von Gluck. Su indiscutible talento le abrió las puertas de diversos teatros europeos.
El trovador y Un baile de máscaras de Giuseppe Verdi, Sigfrido de Richard Wagner, Sor Angélica de Giacomo Puccini; Fedra de Ildebrando Pizzetti y El príncipe Ígor de Aleksandr Borodín, son algunos de los títulos en los que Anitúa participó en el Teatro de La Scala de Milán, Italia.
En el Teatro Colón de Buenos Aires, Argentina, debutó en 1911, en Eugenio Oneguin de Piotr Ilich Chaikovski. En ese mismo escenario formó parte del elenco de Aída de Verdi.
La compañía de ópera de Alessandro Bonci, a la que pertenecía, se presentó en el Teatro Arbeu, donde presentó Sansón y Dalila de Camille Saint-Saëns. Al término de la temporada realizó una gira por el interior del país, de septiembre de 1912 a marzo de 1913.
Uno de los mayores triunfos de Fanny Anitúa fue cuando, en competencia contra contraltos de diferentes ciudades del mundo, obtuvo la oportunidad de formar parte del montaje El barbero de Sevilla de Rossini, con motivo del centenario de esta ópera, en la función que se celebró en Pésaro el 29 de febrero de ese año.
Después de la representación en Pésaro, Anitúa cantó la obra de Rossini en el Teatro Argentina de Roma, donde un siglo antes fue estrenada por primera vez, e interpretada 58 veces en 1916.
A sus 33 años de edad, Fanny era una cantante internacional que realizaba giras por Europa, Estados Unidos, Argentina, Perú y Brasil, sola o acompañada por el tenor Enrico Caruso.
En 1921 regresó a México para celebrar las fiestas del centenario de la consumación de la Independencia, estancia que aprovechó para presentarse en títulos como Mefistófeles de Arrigo Boito, Sansón y Dalila, El trovador y Aída. José Vasconcelos, secretario de Educación Pública, la nombró directora honoraria del Conservatorio Nacional de Música que dirigía Julián Carrillo.
Radicó en México de forma definitiva a partir de 1942 para dedicarse a la enseñanza. Ese mismo año fue fundado el Seminario de Cultura Mexicana, del que fue una de los miembros fundadores. En 1948 llevó a cabo su última presentación en el Palacio de Bellas Artes, como parte del elenco de La Gioconda de Amilcare Ponchielli.