Maíz nativo en Guerrero:
patrimonio biocultural
De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo la carne;
de masa de maíz se hicieron los brazos y piernas del hombre.
Únicamente masa de maíz entro en la carne de nuestros padres…
Popol Vuh
El maíz (Zea mays L.) se deriva de un teosinte (teocinte, o teocintle) domesticado(Parviglumis), es una planta humana, cultural en el sentido más profundo del término, porque no existe sin la intervención inteligente y oportuna de la mano; no es capaz de reproducirse por sí misma. Más que domesticada, la planta de maíz fue creada por el trabajo humano. Al cultivar el maíz, el hombre también se cultivó. Las grandes civilizaciones del pasado y la vida misma de millones de mexicanos de hoy, tiene como raíz y fundamento al generoso maíz […]. Por eso, en verdad, el maíz es el fundamento de la cultura popular mexicana (Bonfil,2012). En este sentido, fueron los indígenas mexicanos quienes hicieron evolucionar al maíz, sembraron las variedades nativas o criollas.[1] Es claro que los cultivadores de las variedades nativas fueron los indígenas y sus sucesores los campesinos, principalmente por parte de la mujer más allá de su rol doméstico y labores culinarias.
La reproducción social y adaptación de las variedades nativas y las formas productivas han sido sostenidas por un conjunto de conocimientos que las campesinas y campesinos han desarrollado a lo largo de la historia. Gracias a esto fue posible la domesticación de la planta, su adaptación y generación de diferentes variedades que se recrean y transmiten libremente de manera práctica en los propios hogares y parcelas de cultivo.
El estado de Guerrero se considera uno de los principales centros de origen del maíz y de la biodiversidad genética. Su vasta agrobiodiversidad de maíces nativos, le permite ser un territorio diverso cultural y biológicamente del mundo. Aquí se siembran 32 razas[2] de maíces nativos de un total de 64 identificadas y más de 300 variedades en todo el territorio nacional. Lo que también representa el 29% de las 220 razas que existen en América Latina. El mayor rasgo histórico de este proceso de domesticación se encuentra en el refugio rocoso de Xihuatoxtla, cerca de Iguala, al norte del estado de Guerrero. Recientemente se encontró evidencia molecular en la cuenca del río Balsas, que indica que el ancestro silvestre del maíz es nativo del trópico seco. Asimismo, fueron encontrados fitolitos de maíz y calabaza pipián (Curcubita argyrosperma), asociados con depósitos y herramientas de piedra (puntas, hachas, lascas y bases para moler), los cuales dieron vida a la agricultura de subsistencia que data de 10 mil años. El origen geográfico más antiguo del teosinte domesticado (Parviglumis) que conocemos hasta ahora se encuentra en los relieves montañosos al sur del altiplano central y de la sección media del río Balsas, donde es endémico, entre el Valle de Bravo del actual Estado de México, y baja al sur hasta llegar a Arcelia y Teloloapan, en el actual estado de Guerrero (González,2016). Hoy, el maíz para la cultura alimentaria, es pieza importante en la economía campesina, creencias, identidad, cultura, que dan vida a sus rituales y formas de organización comunitaria; donde permanece la estrecha conexión entre el origen y la supervivencia de la especie humana, como lo narra el libro sagrado Popol Vuh.
Diversidad genética, intercambio y resguardo milenario
El intercambio de semillas nativas es fundamental para su adaptabilidad y circulación comunitaria. Estas actividades cotidianas, hace que la diversidad genética del maíz se incremente cada vez más, pues no sólo aparecen los cruzamientos entre razas sino entre éstas y las variedades mejoradas, o bien se presentan los híbridos acriollados. En México se reconoce la existencia de cuatro grupos de razas: 1) indígenas antiguas; 2) exóticas precolombinas; 3) mestizas prehistóricas; y 4) modernas incipientes (Navarro, et al.,2012). De las cuales, en el estado de Guerrero se han identificado las siguientes: Ancho, Bolita, Celaya, Chalqueño, Conejo, Cónico, Elotes cónicos, Elotes occidentales, Olotillo, Pepitilla, Ratón, Reventador, Tabloncillo, Tepecintle, Tuxpeño, Tuxpeño norteño, Vandeño, Zapalote grande, Mushito; además introgresión sobre estas razas, principalmente influyen Pepitilla, Ancho, Olotillo, Vandeño y Tepecintle. Dentro de los maíces de color encontramos: Pepitilla, Ancho, Mushito, Chalqueño, Conejo, Olotillo, Reventador, Tepecintle, Bolita, Elotes occidentales y Elotes cónicos(Ídem). La diversidad de poblaciones de razas nativas, no se encuentran estáticas en bancos de germoplasma, sino todo lo contrario, el proceso de conservación y preservación es generacional en manos campesinas y la importancia del resguardo de maíces nativos está intrínsecamente relaciona con la disposición de su riqueza genética para formar mejores semillas directamente en la parcela. Inclusive un mismo campesino siembra en su parcela hasta cuatro o cinco variedades, dando lugar a entrecruzamientos entre ellos que aumenta la variación genética en cada ciclo. La variación es un continuo en la expresión de las diferentes características de los maíces nativos, atribuible principalmente a prácticas artesanales de selección empleadas in situ por las propias familias, (considerando aquellas que tengan tallo más fuerte, hojas anchas, resistencia a las plagas, elote a la mitad de la planta, buen anclaje de su raíz, y las que se desarrollen en condiciones de más competencia, rendimientos, etc.), adaptando maíces para múltiples escenarios ambientales (pendientes y altitudes) prevalecientes en cada región guerrerense.
Cabe resaltar que, de las razas cultivadas, la mitad están catalogadas como razas puras, entre ellas los maíces pepitilla, Tuxpeño, Cónico, Vandeño, Olotillo y Conejo. En este sentido, existe una diversidad de razas y variedades de maíz que se asocian con una diversidad de plantas útiles […]. De la misma forma, las prácticas culturales son tan diversas que, entre campesinos de una misma comunidad, existen diferencias en función de los fines de cada quien y las condiciones agroecológicas de sus parcelas (PADS,2013). Las heterogéneas regiones de Guerrero cuentan con una rica diversidad de razas y variedades de maíces nativos. Esta diversidad es el resultado de un proceso de observación y gestación de conocimientos que permitieron una mejor selección y adaptación de las condiciones locales. Esto se cimienta en saberes generacionales, heredados e identitarios que son transmitidos bajo procesos de construcción de aprendizajes horizontales a partir de las experiencias, diálogos, prácticas y vida cotidiana, que emergen de los propios grupos comunitarios.
Entre disputa y sobrevivencia
Aproximadamente en Guerrero 370 mil campesinos tienen al cultivo del maíz como su principal fuente de alimentación e ingresos, con cosechas de 2.7 a 3.5 toneladas por hectárea en promedio. Más del 80 por ciento se logra bajo el sistema milpa[3] con el uso de semillas nativas. Además, la siembra y los trabajos culturales se realizan con mano de obra familiar y la cosecha, en un 60 por ciento, es para el autoconsumo, 30 por ciento para la venta y 10 por ciento para consumo animal. Los maíces nativos son por tanto de carácter patrimonial y estratégico, reconociéndolos como sistemas genéticos regionales vivientes, donde su persistencia es un acto de resistencia y de autonomía local, considerando que las semillas híbridas mejoradas, los fertilizantes e insecticidas sintéticos (agrotóxicos) implican una mayor dependencia foránea; sin embargo, con la semilla nativa que procede de la propia cosecha, y con los recursos y prácticas locales que utilizan, protegen y aseguran sus cultivos tradicionales, la autosuficiencia y soberanía alimentaria. Lamentablemente la producción de maíz nativo no es impulsada desde las políticas públicas, por el contrario, éstas causan un desplazamiento, mancomunado con empresas privadas que promueven tecnología sofisticada que también abre la puerta a los transgénicos.
A pesar de esta riqueza Mesoamérica, todavía, los maíces nativos son desplazados, lo que pone en peligro su riqueza genética invaluable, así como los saberes que preservan la agrobiodiversidad, incluso la memoria acerca de los platillos culinarios tradicionales. Es importante señalar que el desplazamiento y pérdida de la diversidad peculiar de estos cultivos se acompaña de cambios en las actividades productivas, así como en la erosión de hábitos alimentarios y socioculturales.
¡Hoy la disputa es por las semillas nativas! Los reservorios vivos e itinerantes de gran riqueza han sido amenazados una y otra vez por los grandes monopolios que buscan adueñarse de las principales semillas de los diferentes territorios, además de las mejores tierras y del agua, que también son bienes comunes. Por ello, este conglomerado de semillas nativas que están distribuidas en diferentes rincones de las costas, montañas y sierras de Guerrero, reivindica nuestro centro de origen, porque retoma los espacios de intercambio, circulación, lucha y preservación de una cultura milenaria que en estos momentos vive tensiones no sólo en México, sino en otros puntos del mundo por la defensa del maíz nativo, que dota a las poblaciones no sólo de alimentos y subsistencia, sino también de patrimonio biocultural.
Bibliografía citada
· Bonfil Batalla, Guillermo(comp.) (2012), El maíz. Fundamentos de la cultura popular mexicana, México, Dirección General de Culturas Populares-Conaculta.
· González Jacome, Alba (2016), “Orígenes, domesticación y dispersión del maíz (Zea Mays) en México”, en Maíz Nativo en México, una aproximación crítica desde los estudios rurales. Coordinadores Ignacio López Morenos y Ivonne Vizcarra Bordi. Ciudad de México Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Lerma. PP. 25-64.
· Navarro-Garza, Hermilo, Hernández-Flores, Martin, Castillo-González, Fernando, & Pérez-Olvera, Ma. Antonia. (2012). Diversidad y caracterización de maíces criollos: Estudio de caso en sistemas de cultivo en la Costa Chica de Guerrero, México. Agricultura, sociedad y desarrollo, vol.9 no.2 Texcoco, abril / junio 149-165.
· Promotores de la Autogestión para el Desarrollo Social (PADS) (2013), “Conservación y selección de maíces nativos, Experiencias, resultados y propuestas de la Red de Campesinos Guardianes del Maíz Nativo”, en Serie: Bajo el Ala del Sombrero, núm.10, Guerrero, México, Fundación Produce de Guerrero, A.C.
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[1] El término nativo se define como lo perteneciente o relativo al país o lugar en el que alguien ha nacido, y criollo, que deriva del verbo criar, se refiere a alguien que se ha criado en un determinado territorio, del cual no es nativo (Diccionario de la Lengua Española). En agricultura el término criollo se aplica a un material de maíz para indicar si es nativo u originario de un lugar o entidad geográfica; por lo tanto, se diferencia de un material extranjero, o de un maíz híbrido o una variedad mejorada; también, se define como maíz criollo a una población de plantas que se integra con características fenotípicas heterogéneas: color, textura, forma del grano, forma de la mazorca, ciclo del cultivo y uso. Véase INIFAP (2010), La producción de maíz de temporal en Guerrero, México.
[2] La Raza en los maíces también en los procesos de selección y conservación de características distintivas ha sido adaptada históricamente por grupos sociales. Una definición vigente y aceptada desde hace más de 40 años es: “una población con un conjunto sustancial de características en común que la distingue como grupo y la diferencia de otras poblaciones, con capacidad de transmitir con fidelidad dichas características a las generaciones posteriores y que ocupa un área ecológica específica”. Véase O. Paszca, Rafael (2003), “La diversidad del maíz en México”, en: Esteva, G. y C. Marielle (coords.), Sin maíz no hay país, México, Dirección General de Culturas Populares e indígenas-Conaculta.
[3] “La milpa es un sistema de cultivo característico de Mesoamérica que ha persistido probablemente por más de cinco mil años, teniendo como base al cultivo del maíz, asociado con otras especies útiles al ser humano, principalmente alimenticias”. Véase Esteva, Gustavo (2007), “Los árboles de las culturas mexicanas”. En: Esteva, G. y C. Marielle (coords.). Sin Maíz no hay país. 2ª. Edic. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. México.