No son los días
Me sentado en el andén como los niños de la vecina, doña Delia, que sabe todas las historias del vecindario. Vi Andrea, afanada como siempre y mirando al suelo, no vio que mis ojos aun la extrañan.
Cerro su puerta y sus cortinas se corrieron como hace cuatro años nuestra vida. Sigo enamorado de ella, no puedo negarlo. Me levanté del andén y me dirigí a su casa, golpeé tres veces como en el ayer. Abrió la puerta, se sorprendió al verme, pero no olvido ofrecerme los cafés que acompañaron nuestras conversaciones de las noches.
Hemos hablado de nuestras vidas, sigue siendo la diseñadora gráfica del centro de la ciudad, juega ajedrez con los viejos de la plazoleta de las Nieves, y de pies fríos que endulzaban los míos.
Mi vida si había cambiado. Soy padre, Clara mi mujer es una rosa ante un ordinario como yo, intentando hacerla feliz. Se alegró por mí, deseando que siempre estuviera bien. La noté un poco cansada y decidí irme; comprendiendo que no son los días de estar juntos.
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Cuento de la escritora colombiana Yessika María Rengifo
Foto de portada PxHere