Quemar para sembrar: Ema

Quemar para sembrar: Ema

Ema

 

Créditos de inicio, luego un semáforo en llamas, indicador de límites y controlador del tráfico ya no lo es más, las llamas arrasan con él, las llamas que arden en el interior de la mujer que lo mira de pie junto a la calle quien tampoco tiene límites. 

Ema es una bailarina profesional casada con un coreógrafo estéril, quien decide devolver el hijo que habían adoptado por mostrar conductas agresivas y causar un evento de consecuencias mayores en la familia de ella.

Pablo Larraín quien en 2015 con El Club ganara el gran premio del jurado en el Festival Internacional de Cine de Berlín vuelve nuevamente a retratar la sociedad chilena en su nuevo largometraje, si en El Club lo hacía mirando hacia el pasado recordando los crimines cometidos por la iglesia católica durante la dictadura de Augusto Pinochet, en Ema lo hace retratando la generación de jóvenes que bailan a ritmo de reggaetón en las calles de Valparaíso

Ema imparte clases de baile en una escuela por la mañana, por la tarde es la estrella principal en la compañía de Gastón, su esposo y en la noche busca ser libre, de los niños y de él. Los problemas inician después de renunciar al cuidado de Polo, el niño que adoptó, sus compañeros de trabajo la acechan, la intimidan, como también lo hace la trabajadora de la oficina de adopciones, Gastón no se cansa de culparla por el fracaso de su paternidad y sin embargo Ema mantiene la calma. Desde los primeros minutos podemos ver en ella rasgos característicos: su cabello decolorado, su ropa colorida, los accesorios en punta aguda contrastan con los demás a su alrededor, Ema es diferente.

Ema

 

Cansada de los reclamos de las instituciones y del acoso constante de su marido Ema decide iniciar el trámite del divorcio con ayuda de una abogada que se convertirá en su cómplice, pero ella se aleja antes de ello, lo hace sutilmente moviéndose al ritmo excitante de las canciones que tras de ella se escuchan en una cancha llena de cuerpos deseosos de experimentar. Vaga por las noches con un lanzallamas en la espalda, quema lo que se encuentra a su paso, “quemar para sembrar” le dice a sus amigas y en uno de esos actos conoce a un bombero, con su manguera parece apagar su fuego, él a diferencia de Gastón, es alto, musculoso, no es estéril; Ema se entrega a él, le lanza una amenaza que será el
preludio de lo que veremos al final del filme.

En una escena hipnótica Ema y muchos bailarines a su alrededor bailan alrededor de un sol construido a partir de luces LED, es el centro del sistema solar, son todos girando alrededor de ella. En efecto, todo el filme sigue las acciones que Ema realiza, las decisiones que toma y las consecuencias que obtiene. 

Para Ema y Gastón la sexualidad no se limita, sostienen relaciones con hombres y mujeres por igual o al menos lo sugieren, tampoco limitan su relación, antes del divorcio acuerdan sostener relaciones sexuales con otras personas, a pesar de ello, la presión social y el fantasma de la familia perfecta los persigue; Larraín logra realizar entonces un estudio de la maternidad fallida y como el baile callejero sirve de liberación y terapia para Ema.

En varios medios se ha cuestionado la idea del retrato feminista de la película, quizás Ema no intente ser feminista a pesar de criticar por momentos la hipersexualización del cuerpo femenino en las letras de las canciones de reggaetón, por el contrario lo que sí busca es ser un reflejo de la búsqueda de libertad por parte de una mujer que acosada por los valores de una sociedad moralista encuentra en las calles y el baile su felicidad.

Ema

Lo anterior no exime a la película de caer en fórmulas inconsistentes al momento de mostrar el cuerpo femenino pues lo hace desde el punto de vista más sexual, en una orgia de mujeres que pareciera recordar a la ya tan criticada visión voyeurista y hetoronormativa de Abdellatif Kechiche en La Vie d’Adèle o en su más reciente Mektoub, my love.

Aunque a lo largo del metraje la protagonista busca derribar barreras para iniciar una nueva vida, en los últimos veinte minutos un reencuentro con el pasado, una serie de coincidencias vergonzosas y el reinicio de una historia ya contada demeritan el trabajo artístico logrado antes, Ema es una película que abrirá un debate sobre las nuevas generaciones y sus relaciones interpersonales, cómo será el futuro de aquellos amantes amigos, amigos amantes, nuevas familias. La soberbia actuación de Mariana di Girolamo merece la revisión obligada de esta obra, así como el sonido y la fantástica banda sonora compuesta por Nicolás Jaar.
Después de todo habrá una familia, dos familias, unidas, por Ema.