La casa de mis ex
El carruaje subió la colina. Atravesamos la bruma. Nos detuvimos
para quitar un tronco del camino. Avanzamos cuesta arriba, cuesta abajo, cuesta mucho llegar: una casa en medio del bosque.
El mayordomo salió a recibirme.
—Bienvenido a la casa de sus ex —dijo.
—¿Dónde están? –pregunté.
—Las verá después de comer –dijo.
Me sirvió un platillo sin guarnición. Terminé y me di un baño. El agua salió fría, como me gusta, porque lo mejor de bañarme con agua fría es que me caliento pronto.
—¿Listo para ver a sus ex? —preguntó el mayordomo.
Caminamos por un pasillo hasta llegar a una habitación.
Se llama Roja
La vi cepillándose el cabello. Su nombre es Roja y se puso pálida en cuanto me vio. Empezó a sufrir un ataque de ansiedad.
—Vete de aquí, eres el diablo —dijo.
Quise abrazarla. Me rechazó. Observé cómo se iba rompiendo poco a poco, llorando, jalando mi camisa. La ansiedad esa pinche enfermedad carcomiéndola. Pero así nada más, entre queja y queja, cambió de opinión.
—¿Por qué no me besas? —sollozó.
Me mostró un poco de sus piernas y respondí al llamado. Nos abrazamos y nos revolcamos en el piso como gallinas de Xaltianguis. Cada beso fue correspondido. Hubo mordidas de por medio. Lágrimas. Gemidos. Redención.
Su nombre es Nube
Nube estaba en el invernadero. Me acerqué como si la hubiera visto ayer, pero la verdad es que fuimos novios en la prepa y aquello duró cinco clases.
—Qué bonita buganvilia —dije.
Nos vimos a los ojos y me dio la mano.
—No sé quién eres, pero me caes bien —dijo.
—Fuimos novios en la prepa —dije.
—No encuentro una maceta —dijo.
—No encuentro la forma de olvidarte —dije.
—Amigo, no sé quién eres —dijo.
Quién sabe qué maceta buscaba, pero no la encontró.
—No es una buganvilia, por cierto —dijo.
—¿Por cierto? —pregunte.
—No es una buganvilia, cabrón —dijo.
Lo nuestro duró cinco clases y yo no podía superar que ella me olvidara. A mí nadie me olvida. A mí nadie me borra del pizarrón.
Lástima que ni un besito nos dimos. No aquel momento.
Su nombre es Cósmica
El mayordomo me llevó a otra habitación. Me dijo que Cósmica se
estaba bañando, pero tenía su permiso de interrumpirla, que si me
daban ganas podía meterme en la bañera también.
—Solo si el agua está fría —dije.
Viví con esta chica año y medio. Con eso tuve suficiente. Los primeros meses fueron increíbles, pero luego ya ves cómo son las cosas.
Entré al baño y la encontré enjabonándose la espalda.
—Vine a que me digas si el niño es mío —dije.
Nos pusimos a discutir. Que si ella me había sido infiel. Que si yo le había sido infiel. Que quién fue primero. Que quién fue después.
Hicimos las paces cuando me ofreció un cigarro.
—Tiene mucho que no fumo —dije.
Me metí a la bañera.
—Quítate el pantalón —dijo.
—Solo quiero que me cuentes historias —dije.
Las sales hicieron efecto. Luego ella se puso a hablar de alquimia.
Después me habló de la simbología de las catedrales. También habló de cábala y de ceremonias espirituales.
—¿Has probado la ayahuasca? —preguntó.
No respondí porque nos besamos. Aproveché cada milímetro de sus labios. Luego su cara. Le pedí que cerrara los ojos para besar sus párpados. Fui cuidadoso con sus orejas y con su cuello. Tierno. Gentil. Estaba a punto de meterle el dedo cuando la puerta del baño se abrió.
—¿Hay espacio para nosotras? —preguntaron Roja y Nube.
La bañera se convirtió en un show de espuma y erotismo. Cabíamos tan bien que había espacio para uno más. Pero de qué nos sirven las matemáticas, qué función tienen los pares y nones cuando se trata de meter uno, dos o tres dedos. Todo depende de cada ex y su gusto particular.
—Tú te vas a poner en medio —Roja le dijo a Cósmica.
La proporción de sus cuerpos logró el balance perfecto. Las tres chicas se acoplaron como lo había soñado. Tres etapas de mi vida haciéndose el amor. Chupándose los pezones. Nube se dio cuenta de lo excitado que yo estaba.
—Métemela como en la prepa —dijo.
Me subí en una nube y sentí que volaba. La empiné lo suficiente para metérsela completa. Cósmica y Roja se pusieron al lado y yo me iba turnando: de Nube a Cósmica, de Cósmica a Nube, de Nube a Roja. La puerta del baño se abrió de nuevo y el mayordomo dijo que gracias por invitar.
—Es que se oye hasta abajo —dijo.
Me apiadé de él y le dije únete compadre. A veces olvidamos que la carne tiene hambre y la piel es caníbal.
Un paseo junto al río
Nací en la playa, pero soy de bosque. Disfruto las olas, pero nada se compara con las coníferas. A la mañana siguiente salí a caminar con el mayordomo. Se puso a recolectar avellanas.
—Lo de ayer estuvo intenso —dijo.
De repente todo me dio asco. A veces me pregunto qué pasaría si no hubiera conocido a mis ex. En ese mundo paralelo ellas estarían mejor.
Nos acercamos a la orilla de un río y me asomé para ver mi reflejo.
—Qué bonito narciso —dije.
El mayordomo caminó derecho sin darse cuenta que me había
olvidado. Su canasta iba repleta de nueces podridas. Se perdió en la sombra de los árboles. Yo solo quería aventarme al río, ser arrastrado por la corriente, estrellarme la cara contra las piedras. Hacerme pedazos.