Sueños | Salvador Echeagaray
Quimera realizable. Imágenes de triunfo. Añoranzas alcanzables. Anhelos inexplicables, así son los sueños. Pero, no lo mórficos, los sueños despiertos, los del corazón, los que anhela el alma. ¡Esas imágenes que revolotean en nuestro interior, que palpitan suspirantes en torno a una idea, a un anhelo, en fin, a un sueño!
Y es que a eso que llamamos, análogamente sueños, como a las imágenes fantásticas que tenemos cuando dormimos, son los sueños de lo que deseamos hacer en la vida o con nuestra vida. El ideal a seguir, la pasión de hacer algo y, que se concrete, en aras de alcanzar la felicidad.
Y es que ese deseo de hacer algo en específico y seguirlo está determinado por nuestra vocación. Ésta, es como su etimología lo dice, es un llamado, “vocare” en su término latino.
Y todos, ya nacemos con un llamado, con una vocación, misma que también se puede identificar con la misión que tenemos en la vida.
Desde pequeños, sentimos una inclinación por hacer algo. Además, en eso que deseamos resulta que somos buenos, diestros, hábiles. Y ¡ahí está la vocación! El llamado, el resultado de lo que nos gusta hacer y, además, tenemos habilidades al respecto.
Por ejemplo, puede, que nos deleite cantar, pero, si no tenemos oído musical, difícilmente vamos a hacer algo digno. Ahí no está la vocación. Por lo tanto, para seguir nuestro llamado, no solo hay que tener el impulso de hacer algo, hay que conocernos, para ver cuáles son nuestras preferencias y gustos y, cuáles habilidades tenemos para hacer las cosas.
Lo anterior es fácil, cuando la vocación se manifiesta de inmediato, pero, muchas veces no suele ser así. Nos pueden gustar muchas cosas, pero, no se nos dan fácilmente.
A veces, sucede lo contrario, cuando te gustan muchas cosas, y además, eres bueno para ellas. Siguiendo el ejemplo del canto, digamos que te gusta cantar, te gusta componer, te gusta actuar, te gusta escribir. En este caso, hay que analizar en qué somos mejores o aglutinar esos talentos en algo que los contenga, como pudiera ser, escritor de obras teatrales o guionista cinematográfico.
Respecto a la vocación, suele pasar que muchas veces no la seguimos, por lo tanto, nuestros sueños quedan convertidos en nada, en simples quimeras.
La vocación se frustra por el miedo a no tener éxito, miedo a la burla o a la adversidad. En otras, la falta de oportunidades en la vida, desvían a muchas personas de su “vocare”. Muchos por encontrar pronto el sustento en sus necesidades toman un trabajo en el que lejos está de proyectar su éxito, y ahí pasan su vida.
Sin embargo, la mayoría de las veces la vocación o los sueños se mal logran por no tener clara la conjunción entre deseo, gusto y habilidad.
Por eso el gran filósofo de la antigüedad, Sócrates, nos dejó un gran aforismo “¡Conócete a ti mismo!”.