Caminar el miedo de Ángel Carlos Sánchez | Hubert Matiúwàa

Caminar el miedo

Hubert Matiúwàa 1

“¿Soy llanto por defender mi tierra? Mariposa tornasol, si muero algo florece. Es diestro el  enemigo, pero yo también soy sangre, soy un cauce de fuego, soy un río de espinas. Cuando vuelva traeré una piel de tigre; pero si muero o si me llevan cautivo al sacrificio, ¿recordarás mi nombre en la tormenta, o cuando en la montaña cruja el filo de la tarde?”.

El verso pertenece al poema "Ru’wá / Lluvia” del libro Caminar el miedo2 de Ángel Carlos Sánchez, poeta descendiente del pueblo mè’phàà de Paraje Montero, Malinaltepec, Guerrero.

La poesía es piel de todos los tiempos. Este poema se sitúa en la época prehispánica en la caída de Tlapa bajo el poder del ejército mexica de la Triple Alianza, cuyas primeras incursiones empiezan en el año de1447.

“Después de 1461, el estado de cosas tuvo un cambio cualitativo, pues parece que sus líderes negociaron un pacto de cooperación con los mexicas, lo que evitó una guerra directa con la Triple Alianza durante 25 años y ayudó a duplicar el tamaño político-espacial de Tlapa-Tlachinollan. Finalmente, debido a luchas facciosas y conflictos de sucesión, la cohesión interna de la unidad política se debilitó y Tlapa-Tlachinollan fue conquistada militarmente por los mexicas en 1486.”3

La muerte del gobernante de Tlapa-Tlachinollan, “Lluvia” en 1477, fue el motivo para romper la diplomacia e intensificar la incursión militar. Ángel Carlos escribe como si ese tiempo tuviera lugar en su cuerpo:

“Vi caer, atravesados por un rayo de frialdad, a los hijos de estas tierras, vi morir a mis amigos como si el día se derrumbara hasta aplastarlos. No he de negar que son valientes los aztecas (son diestros manejando sus macanas, sus dardos son filosos como el miedo).”

Algunas fuentes como “los códices de Tlapa-Tlachinollan indican que la conquista de este territorio se dio en el año 7 Venado o 1486”. Por su parte, fuentes mexicas registran “el sacrificio de cautivos tlapanecos en el templo de Huitzilopochtli”. Así mismo, los “Anales de Cuauhtitlán informan que en la fecha 7 Conejo, dichos cautivos fueron tomados durante la conquista de Tlapa. El año mexica 7 Conejo correspondería al año tlapaneco 7 Venado, como se dijo antes, 1486.”4

 

Tlapa, “unidad política de gran tamaño y complejidad […] se extendía sobre una superficie de entre 4 000 a 6 000 km2.”5 En Tlapa confluían las culturas mè’phàà, nahualtl y na savi, cada una con sus sistemas políticos particulares, enfrentados por conflictos expansionistas. Cuando llegó la invasión mexica no lograron la unidad política-militar para su defensa, a diferencia del cacicazgo en Yopitzingo, que era netamente mè’phàà y que se mantuvo como señorío independiente.

“Hermanos de este sueño que se rompe, ¿qué podré hacer para no sentirme desgraciado cuando en mis venas queda sangre todavía? La de trenzas como estrellas amarradas, me dice que la ayude, que importa más salvar los niños y llevarlos al futuro. Asegura que alguien debe hablar por siempre nuestra lengua de sollozos.” Ángel Carlos es un niño del futuro que vuelve a su pasado, aunque perdió su lengua de sollozos, suena su atabal, las palabras atrapadas en su garganta perforan el tiempo, hacen cadenas de cantos como cicatrices.

Tlapa, pasa a ser un pueblo tributario bajo el poder del ejército mexica, pero la violencia y el despojo, no terminan, vendría la invasión y colonización española, Ángel escribe: “¡Han sido derrotados los aztecas! Que no se alegre nadie porque muera el enemigo, que nadie injurie a los caídos en batalla. “Los más fieros capitanes se defendieron hasta con los filos de sus sombras. Los que de Tlapa fueron a ayudarlos dicen que hombres, niños y mujeres eran bravos guerreros, tigres acosados. Señora, colibrí de alas soñadas, ¿qué será de los hijos y los nietos ahora que murió de parto la crueldad/para que naciera su hija la perfidia?”

Los mè’phàà diversificaron sus formas de resistencia, primero ante la expansión náhuatl y luego ante los españoles:

“Diez años después de la conquista, era encomendero de Cacahuatepec don Diego Pardo, a quien por cierto, no le hacia la vida fácil la insurrección de los Tlapanecos. En marzo de 1531 don Diego escribió al contador de México, Rodrigo Albornoz, informándole de la sublevación. Cuando pregunto a los Tlapanecos “Por qué hacían tanto mal” “Me respondieron que para qué les enviaba a decir nada, que no sabía yo que ellos nunca habían querido obedecer ni servir a Moctezuma que era el mayor señor de los indios, que cómo quería que obedeciesen ahora a los cristianos; que ellos siempre tuvieron guerras y que en ellas quieren morir y probar quienes son.”6

Según datos cuantificables en los códices de Azoyú, podemos inferir que los mè’phàà han tenido una guerra de resistencia por la defensa de su territorio durante 543 años, o incluso más, las guerras no documentadas. Hay una memoria del saqueo: desde la época prehispánica hasta la actualidad siguen existiendo el terror y el miedo, siguen abandonados los muertos en las barrancas, enterrados en las fosas, siguen sin aparecer los hijos de La Montaña. La guerra ahora es por el control territorial de los grupos delincuenciales del narco.

El miedo, una enfermedad que está en todas partes, empieza cuando te sientes amenazado, se puede contraer con el roce de una palabra infectada, crece como tumor hasta secar la piel, provoca letargo, hace amarilla la piedra de nuestros ojos. A los poetas que curan el miedo se les llama sopladores de agua, expulsan el miedo con silbidos y soplidos sobre el cuerpo, llaman al aire para que vuelva a nuestro corazón. Por eso, resulta necesario expulsar el miedo de nuestras tierras, así, cuando vengan a saquear nuestra montaña,

“Estaremos preparados para darles batalla; en el monte, en la cañada, en los sueños estaremos armados de paciencia, nuestro atabal de guerra sonará hasta que se vayan o nos maten. Ya lo sabes, si somos derrotados, tomaremos a los niños para llevarlos a otro día. Y cantaremos como lluvia nuestra historia para que no se olviden de los nombres, de los nuestros y los suyos, que aunque sigan siendo los mismos serán nuevos".

La violencia en el territorio mè’phàà no es actual ni casual, en los años 80 se le conoció como La Montaña Roja, lo que denota que la violencia ha sido histórica y ha transformado la memoria y las formas de resistencia. Ángel Carlos precisa lo que es un hecho en esta región donde mujeres y hombres se organizan, se defienden y resisten, pero ¿por cuánto tiempo más? “tampoco temas, ya sabemos que todo es pasajero; algunos, señora de mis manos, han de tener valor para romper la oscuridad como a un espejo de obsidiana y harán flechas para agujerar cualquier prisión. Algunos también sabrán juntar las gentes para que vayan de una vez por todas a mandar a la injusticia a la chingada.”

En La Montaña, en 1995 nace la CRAC-PC (Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias – Policía Comunitaria), cuyo eje medular es la impartición de justicia comunitaria, basada en la reeducación e integración de los sujetos, a diferencia de la justicia punitiva y de aislamiento que aplica el Estado. Amparados en la ley 701, que estipula el reconocimiento del derecho y cultura de los pueblos y comunidades indígenas de Guerrero, han creado un sistema de seguridad comunitaria para el resguardo de su cultura y territorio, sin embargo, los gobernadores en turno han querido modificar y echar abajo esta ley, limitando las facultades de la policía comunitaria en el resguardo de su territorio.

Caminar el miedo de Ángel Carlos, es una vuelta al pasado para mirar el camino del futuro, enraizar los pies, ataviarse de piel de la montaña para defenderla de la actual amenaza de las empresas mineras, del racismo y del despojo de los saberes y el idioma.

Como hablante de la lengua mè'phàà pienso que un día mi idioma va a desaparecer, como pasó con los mè’phàà de Nicaragua, quedarán palabras vacías sin la historia que les dio origen, como una cicatriz en una piel que ya no es nuestra. Sin embargo, para nosotros la muerte significa ir a otro pueblo, regresar a la casa sagrada, entonces no estaremos muertos, estaremos de vuelta a la casa de nuestra palabra, que a este mundo sólo venimos a dejar una cicatriz que nombró nuestra historia: pero sólo quien vio la guerra en tierra propia puede saber el peso exacto de las manos. ¿De qué manera puedo hacerte comprender que yo también quedé entre los cadáveres y que ahora estoy como si fuera sólo mi corteza? ¿Qué lluvia ha de borrar el eco de las voces?”

 

1 Hubert Matiúwàa (1986), pertenece a la cultura Mè´phàà.

2 Ediciones casa Vieja, primera edición, noviembre 2001.

3Gerardo Gutiérrez/Baltazar Brito. El Códice Azoyú 2. Política y territorio en el señorío de Tlapa-Tlachinollan, siglos XIV a XVI. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Página. 27.

4 Vega Sosa, Constanza, y Michel R. Oudijk. Códice Azoyú, 2. El señorío de Tlapa-Tlachinollan. México: FCE, INAH, UNAM, IIF, 2012. Página 14.

5 Gerardo Gutiérrez/Baltazar Brito. El Códice Azoyú 2. Política y territorio en el señorío de Tlapa-Tlachinollan, siglos XIV a XVI. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Página. 27.

6 Documento encontrado por Francisco del Paso y Troncoso en los archivos de España; lo publicó el museo nacional de México, en ocasión del primer congreso mexicano de historia, celebrado en Oaxaca, en 1933.