Cine de horror hecho en México
Vampiros, fantasmas, leyendas tradicionales y lucha libre. A través de su historia, el cine de horror hecho en México le ha dado al público muchas películas que han dejado su marca dentro de la cultura popular, con personajes e historias que trascienden la pantalla y llegan a diversos aspectos de la vida diaria.
La industria del cine mexicano
El cine mexicano ha sido un referente para la cultura hispanoamericana, debido al gran interés que creativos, actores y directores han puesto en esta industria a lo largo del tiempo. En este contexto, es imposible no mencionar al puerto de Acapulco que ha sido el set de filmación tanto para entrañables películas mexicanas como El bolero de Raquel (1956), hasta para grandes producciones de Hollywood como James Bond: licencia para matar (1989).
Cabe mencionar que, en sus inicios, el cine mexicano se mantuvo a la par de las producciones estadounidenses, siendo un escaparate para grandes actores y actrices de todo el mundo, quienes llegaban a México en busca de una oportunidad hacia el estrellato. Una muestra viva de lo anterior es el recinto de la Cineteca Nacional, que abrió sus puertas en enero de 1974 y ha sido desde entonces uno de los principales palcos para mostrar y conmemorar la historia del cine mexicano.
A su vez, el cine de horror se ha destacado como uno de los pilares de la industria cinematográfica mexicana, y ese reconocimiento también se mantiene presente en la actualidad. Un ejemplo de ello es el Festival Macabro que cada año celebra al cine de horror internacional, iberoamericano y nacional dentro de la capital del país.
Los vampiros como objeto de culto
A partir de que en 1957 la industria cinematográfica del país viera la llegada del cine de vampiros con la interpretación del español Germán Robles en El Vampiro, estos seres sobrenaturales se convirtieron en una referencia inmediata al terror en la cultura popular de México.
Un dato interesante es que El Santo, el ícono de la lucha libre mexicana, se enfrentó también a los no-muertos dentro de la película de 1973 Santo y Blue Demon vs Drácula y el Hombre Lobo, cuyo registro quedó guardado como referencia a la mezcla de la lucha libre y lo sobrenatural.
En la actualidad, estos personajes chupasangre se mantienen presentes más allá de las pantallas de cine, y un ejemplo de ello aparece dentro de juegos de casino online como la tragamonedas Blood Suckers, donde el objetivo es enfrentarse a estos no-muertos a cambio de recompensas. Otro ejemplo es el videojuego Vampyr de Dontnod Interactive, donde al contrario que en la historia anterior, el jugador se pone dentro de la piel del propio vampiro mientras este desarrolla sus habilidades sobrenaturales.
Horror hecho en México
Más allá de los encuentros con vampiros y su gran trascendencia en la cultura popular, el cine mexicano ha tenido películas de horror con historias y personajes capaces de empujar los límites de la realidad y la fantasía. En 1933, el director Ramón Peón se dió a la tarea de llevar a las pantallas una de las mejores representaciones de la leyenda de La Llorona, entrelazando una historia de venganza a través de diferentes siglos.
Por su parte, Carlos Enrique Taboada le mostró al público su obra maestra Hasta el Viento tiene Miedo en 1968, la cual se destaca no solo por el terror psicológico que es capaz de infundir entre sus espectadores, sino también porque la filmación de esta película estuvo rodeada de extraños sucesos que provocaron que sus protagonistas la filmaran en medio de un ambiente de terror real. Después de esta gran película del cine de horror mexicano, Taboada le dejó a su público historias entrañables como Rapiña (1973), Más negro que la noche (1975) o Veneno para las hadas (1984).
Uno de los mejores exponentes del cine de horror mexicano en la actualidad es el director Guillermo del Toro quien con su ópera prima Cronos, de 1993, dió una muestra al mundo de cómo es posible mezclar el horror y la fantasía para convertirlos en material de exportación de la más alta calidad, y que le ha llevado a presentar sus obras en festivales de cine de horror de prestigio internacional como el Festival de Cine de Sitges en Cataluña (España). Finalmente, una de las historias que ponen al límite la realidad con la ficción es Somos lo que hay de Jorge Michel Grau (2010), la cual tuvo una importante participación en el festival de Sitges e inclusive tuvo un remake hollywoodense en 2013 a cargo de Jim Mickle, debido a su enfoque en el drama social y el canibalismo dentro de una de las ciudades más grandes del mundo.
El cine de horror hecho en México se ha destacado por su impacto, valor histórico e influencia dentro de la cultura popular, al tener la posibilidad de mezclar algunos de los factores más tradicionales de la identidad del país con el miedo que seres de fantasía y el terror psicológico son capaces de generar entre sus espectadores. Más allá del enfoque actual que la industria cinematográfica del país está dándole a la comedia romántica, el cine de horror se mantiene como una de las principales referencias del buen cine hecho en México.