Fin de nuestro amor
Helada y distante
como las silenciosas caricias del mar.
No hablas y no puedo llegar hasta tu corazón
que calcinando esta mi vida.
Y así de tu seno me alejo
en un valle de tristeza
como las rosas que abandonan
las primaveras deseando
que me vuelvas amar.
Fin de nuestro amor
los huéspedes de la nostalgia y la melancolía
arrasan mis ganas de ver el sol
sin las avellanas de tus ojos
que endulzaron mis días.
Y escuchando el invierno, bajo las orquídeas anémicas,
se esfuma nuestro amor
cielo mío.
Fin de nuestro amor
mis estaciones continuarán
sin tus besos robados
y la calma de tus manos
historia mía.
Esta mañana de culpas e irónicamente
de esperanzas en mis sueños,
he comprendido que volveré a pintar sin tu piel
amor mío
porque ha sido
el fin de nuestro amor.
Desojando el tiempo
No hay preguntas
arcoíris son los colores de los días andados.
que encabezan mi diario.
No hay silencios
melodías del pasado y el presente
están jugando con el incierto futuro.
Desojando el tiempo
transcurre mi vida
esta mañana fría
que sol no acaricia mi ventana.
El migrante
Prometí que regresaría a finales de septiembre. No cumpliré, mi vida cambió. Hoy soy el esposo de Elisa, la dueña de la agencia de viajes del centro de Toronto. Mis hijos no aguantan hambre y cumplo con las cuotas de manutención. Mi exmujer, Melisa, no quiere saber nada de mí y soy una decepción en su vida. Tal vez pensé, algún día comprenda que migrar no es fácil y que no deje de amarla. Llegué a un país desconocido. No hablaba inglés, dormí debajo de los puentes y Elisa se apiado de mí, aprendí a quererla. Es una gran mujer, no la merezco.
Afuera llueve sin cesar, no olvido que sigo siendo un migrante. Extraño mi país y mis hijos que han crecido tanto, pero me perdido sus risas por el sueño de una mejor vida. Se estarán preguntando, porqué papá no llega a casa y besa nuestras frentes, ya no nos quiere. Cumplieron nueve y seis años; es lógico que se pregunten todo esto, me dije. No he dejado de amarlos ni un instante, pero en nuestro país no había empleo para mí. El llanto abrumador de papá tenemos hambre laceraba mi corazón. Soy el migrante, que no olvida.
Fin.