Dos poema y un relato de Yessika María Rengifo Castillo (Colombia)

Fin de nuestro amor

Helada y distante

como las silenciosas caricias del mar.

No hablas y no puedo llegar hasta tu corazón

que calcinando esta mi vida.

Y así de tu seno me alejo

en un valle de tristeza

como las rosas que abandonan

las primaveras deseando

que me vuelvas amar.

Fin de nuestro amor

los huéspedes de la nostalgia y la melancolía

arrasan mis ganas de ver el sol

sin las avellanas de tus ojos

que endulzaron mis días.

Y escuchando el invierno, bajo las orquídeas anémicas,

se esfuma nuestro amor

cielo mío.

Fin de nuestro amor

mis estaciones continuarán

sin tus besos robados

y la calma de tus manos

historia mía.

 

Esta mañana de culpas e irónicamente

de esperanzas en mis sueños,

he comprendido que volveré a pintar sin tu piel 

amor mío

porque ha sido 

el fin de nuestro amor. 

 

Desojando el tiempo

No hay preguntas 

 arcoíris son los colores de los días andados.

que encabezan mi diario.

No hay silencios 

melodías del pasado y el presente 

están jugando con el incierto futuro.

Desojando el tiempo

transcurre mi vida 

esta mañana fría

que sol no acaricia mi ventana.

 

El migrante

Prometí que regresaría a finales de septiembre. No cumpliré, mi vida cambió.  Hoy soy el esposo de Elisa, la dueña de la agencia de viajes del centro de Toronto. Mis hijos no aguantan hambre y cumplo con las cuotas de manutención. Mi exmujer, Melisa, no quiere saber nada de mí y soy una decepción en su vida. Tal vez pensé, algún día comprenda que migrar no es fácil y que no deje de amarla. Llegué a un país desconocido. No hablaba inglés, dormí debajo de los puentes y Elisa se apiado de mí, aprendí a quererla. Es una gran mujer, no la merezco. 

Afuera llueve sin cesar, no olvido que sigo siendo un migrante. Extraño mi país y mis hijos que han crecido tanto, pero me perdido sus risas por el sueño de una mejor vida. Se estarán preguntando, porqué papá no llega a casa y besa nuestras frentes, ya no nos quiere. Cumplieron nueve y seis años; es lógico que se pregunten todo esto, me dije. No he dejado de amarlos ni un instante, pero en nuestro país no había empleo para mí. El llanto abrumador de papá tenemos hambre laceraba mi corazón. Soy el migrante, que no olvida.

Fin.