Dos poemas de Gela Manzano

Las piedras y yo

Las piedras y yo
tenemos un secreto en común
un silencio 
               petrificado
un sueño sin tiempo
aspiración de ámbar.

Las piedras y yo 
tenemos una complicidad callada
 pensamientos
                      inmóviles 
piedras mansas
con su frescura de muchas noches
durmiendo a la  intemperie
con   frente serenada
de mirar desnudas
boca arriba
el  movimiento de los astros.

Son las piedras testigos mudos
del transcurrir del tiempo
de la huella del pie descalzo
del cazador de elefantes
de pinturas rupestres.

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Hoy lloraré

Hoy lloraré por los muertos que no pudieron despedirse de sus familiares. Los que supieron morir solos en un cuarto de hospital. Los que se ahogaron vacíos  en la mas pura desesperación. Los que no pudieron elevar una oración por la falta de aire en sus pulmones. Todos aquellos que no alcanzaron a ser ungidos con los oleos sagrados, los que no vieron las luz del cirio que alumbrara su retorno, los que no oyeron las letanías de los labios amados, los que  no olieron las flores blancas sobre su cuerpo tendido, los que les falto el llanto de despedida. Los que se fueron solos.
Seguramente escucharon el frío redoble de las botas militares que envolvieron su cuerpo en plástico transparente y bien sellado. Sin posibilidad de despedidas. El horno crematorio esperaba ansioso su cuerpo con virus. Las llamas quemarían todo rastro de infección y  apenas habría tiempo de escribir  su nombre alimentando la estadística.