El mar en soledad. Epidemia
- -En cuanto a los muertos, Dios los despertará- Corán, S. 6:36.
Es extraño el tiempo no vivido que nos toma y nos abandona en esta incertidumbre futura. Nosotros, no somos soldados, nosotros no tenemos trincheras, nosotros no somos mandados, nosotros no tenemos bandera, nosotros y los otros, somos los que no queremos dejar de pensar en esta pandemia. Nosotros, al paso de los días hemos de vencer al tiempo.
En el desarrollo de las circunstancias venideras hemos resuelto a la soledad como la constante de nuestro nuevo mundo futuro, es atroz pensar el hecho de no volver a vernos, de no abrazar a tiempo, de estar en una fatiga constante de realidad y dolor, de no poder sentirse entero, de volver a mirar hacia atrás y no ser ya los mismos de hace tiempo.
Este nuevo mundo futuro rebasa nuestros sueños y los hunde hacia la incertidumbre de una profunda neblina en la cúal nos hemos perdido, y solo entonces, dado cuenta de ello, queremos despertar. Al despertar el hombre se topa con su reflejo, no hay bruma, no hay ya dolor, no hay nada. La realidad es incomprendida e incómoda.
Cuando una situación persiste por más tiempo del esperado para adaptarse a ella se convierte en una vivencia cruel que hace que la vida de las personas y de quienes la rodean se torne en una pesadilla, deteriorando su medio, su vida y su existencia. Vivir no es existir.
Durante estos días se torna la psicosis y neurosis de las masas, la masa se individualiza y se dispersa en nuevas situaciones no aisladas y compartidas. El miedo, sigue siendo el sentimiento más arcaico que comparten los hombres.
El personal de salud se torna en una lucha personal y social más allá de sus manos, de su conocimiento y sus recursos; se ha rebasado el límite y se conoce ahora, de manera segura el mal destino de los días futuros. El antecedente nos precede en 1918 con la mal llamada gripe española o soldado de Nápoles, México sufriría el embate de un enemigo silencioso que habría de vivir entre los muertos sonidos de las baterías de guerra que acosaban y destruirían a Europa a principios del siglo pasado. El escandaloso silencio a vuelto 100 años después y nos tiene solos.
La soledad es una experiencia que puede vivir únicamente aquel que conoce la experiencia contraria; la compañía. Entonces, ahora, nos sentimos perdidos en este mundo y con ello el sentimiento compartido me hace no sentirme solo. El dolor cuando se comparte, duele menos, pareciera que no existe por momentos.
La peste roja que nos invade hoy ha logrado revelar nuestra frágil existencia que se antepone a la adversidad del tiempo, somos hojas de un roble en Abril que no se pierde, movidos a voluntad por el viento, ¡Que elegancia el ballet de una flor al caer! Nos queda entonces, como siempre, la fe, el amor y con ello la esperanza de un mundo mejor, como la oportunidad que nos da a diario la vida para ser felices. La disposición de nuestras manos nos acercará en esta soledad a nuestros seres queridos, a estar con amor, como siempre más unidos.
Al tiempo de nuestra existencia lo amado, a nuestra existencia a través de los tiempos, lo vivido.
Por Alan Jafet Salmerón Baños.
Foto de portada Miguel Benítez Ramírez.