Ese gran reflector encendido de pronto en la noche: El Batman Day, la Batiseñal y un poema de José Carlos Becerra
La primera vez que el Caballero de la noche apareció en el radar de los superhéroes fue un 30 de marzo de 1939, en el número 27 de la revista Detective Comics (DC Comics1). Fechada para el mes de mayo la portada de este número, presenta al misterioso Batman suspendido por los aires y ataviado con capucha y capa en negro, ambas a modo de conseguir la apariencia de murciélago (capuchón con orejas pronunciadas y capa con terminaciones triangulares como las desarrolladas por el peludo animal) son completadas por el resto del traje en gris oscuro y el toque de color amarillo del cinturón que en números posteriores evolucionaría en el útil y siempre lleno de gadgets contra el crimen: baticinturón.
Número más número Detective Comics fue detallando el carácter, la indumentaria, y en general, el universo del personaje. En el número 31, Batman da el salto de enfrentar villanos y casos comunes2, para enfrentar a su primer villano importante: el "Monje", en esta entrega también aparece el batarang (bumeran de combate). En el número 33 (septiembre, 1939) se aborda la génesis del personaje: Bruce Wayne (identidad civil) cuando niño, presencia el asesinato de sus padres Thomas y Martha Wayne a manos de un asalto armado; a fin de encontrar venganza, Wayne se ocupa de los crímenes de Gotham City, apareciendo desde las sombras como “Batman”.
De ser en un principio "vecino vigilante" a un Superhéroe superventas, el personaje de Batman hace de la noche y el murciélago sus indispensables referencias. Tres años más tarde de su irrupción, en el número 60 de Detective Comics (febrero, 1942), aparece la Batiseñal: llamada de socorro lanzada desde un reflector adaptado con el emblema estilizado de un murciélago. Proyectado desde el departamento de policía, los citadinos confían su seguridad al Caballero de la noche, para ello encienden su símbolo en los cielos de Ciudad Gótica.
Considerada también, como arma de intimidación psicológica para los numerosos criminales del universo DC, la batiseñal para este 2019 se convierte en el símbolo de las celebraciones por el 80 aniversario de la creación de Batman y las 8 décadas de Detective Comics. La noche de este sábado 21 de septiembre las ciudades de Tokio, Los Ángeles, Berlín, Nueva York, Barcelona, Sao Paulo, Montreal, Melbourne, Londres, París y la Ciudad de México, proyectarán la Batseñal al caer la noche, en nuestro país en la Torre Reforma a las 20:00 horas. Para el conocido “Batman Day” la presidenta de Warner Bros, Pam Lifford declaró en un comunicado (16 septiembre) la transcendencia de la celebración en un acto de unión más allá de las fronteras, lenguajes y culturas. Además definió a la batiseñal como una luz de inspiración que nos hace creer que es posible tomar dificultades y convertirlas en algo bueno.
Sobre eso, la confrontación de lo adverso y el posterior crecimiento personal nos habla el artículo El surgimiento del héroe, una historia de pérdidas de Juan Pablo Gallo, investigador colombiano, quien a partir de Carl Gustav Jung define a nuestro inconsciente como sombras (recurrentemente manifiestas en sueños) que consisten en atributos desconocidos o poco conocidos por nosotros mismos. Si el viaje de todo héroe es un camino de luchas (por ejemplo Hércules y sus doce trabajos) que lo conducen a conocer su fuerza, en Batman, el Caballero de la noche, este viaje que, en lugar de fuerza descomunal utiliza como sus armas el pensamiento y el manejo de las emociones, se trata de conocer sus sombras y desde ellas alcanzar el autodescubrimiento y la autorrealización. Las sombras que agobian a Batman vienen de la infancia, la oscuridad, los murciélagos y la orfandad tras la violenta muerte de sus padres, momento en el que busca la venganza enfrentando al mundo criminal. Con el tiempo Batman es consciente de sus sombras y abraza la seguridad de la ciudad no desde la venganza sino desde la justicia.
La oscuridad, que por años fue el hábitat de todo lo malo en la ciudad, ahora muestra una nueva identidad; Batman enseña que de la sombra también proviene la fuerza, el ingenio y la justicia, e inspira a toda Gótica. (Gallo Botero, 2017, p. 28)
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Por otro lado la muerte, las sombras y la ausencia son también el tema del extenso poema Oscura palabra (1965) del poeta mexicano José Carlos Becerra (Villahermosa, Tabasco, 1936- Brindisi, Italia; 27 de mayo de 1970) quien tras el fallecimiento de su madre Mélida Ramos de Becerra escribe desde el dolor, y una pérdida absoluta que se desplaza hacia la muerte interior del poeta3:
tu mano entregada a mí como una
adopción de las sombras.
[…]
en mí hay algo tuyo a lo que deberían levarle flores
Dos años después (1967) en su diálogo con Carlos Pellicer, Becerra trae a la conversación la dualidad de luz y sombra en el artista, una luz que se manifiesta cuando alumbramos nuestras sombras: lo que el inconsciente esconde; José Carlos Becerra concluye: “la luz es acto de creación, de presencia. La oscuridad es ausencia de todo, es nada. […] en la obra de ciertos grandes escritores, uno siente que hay una transmisión de luz mediante oscuridad.”
La espera o las ventanas abiertas que deja quien muere, se continúan extendiendo en la obra posterior de Becerra, con más años y más conocimiento de sí, se prepara para la propia ausencia. En Batman, su gran poema, despliega su extenso discurso recomenzando, recomenzando siempre; oscuras metáforas que crecen con la noche, capa tras capa el cascarón se endurece mientras se espera ese gran reflector de auxilio. El poeta se mantiene en vilo, da vueltas en torno a una silla, la silla donde su traje de sombras le espera. José Carlos Becerra le canta a su propia caída, se asoma otra vez por la ventana, la promesa de ese gran reflector muere total con el estallido del amanecer, la luz que lo ilumina todo o ese otro gran reflector o como quieran llamarle.
Esta noche el gran reflector por fin se ilumina.
—desde la Torre Reforma, Carlos.
BATMAN / José Carlos Becerra
Recomenzando siempre el mismo discurso,
el escurrimiento sesgado del discurso, el lenguaje para distraer al silencio;
la persecución, la prosecución y el desenlace esperado por todos.
Aguardando siempre la misma señal,
el aviso del amor, de peligro, de como quieran llamarle.
(Quiero decir ese gran reflector encendido de pronto…)
La noche enrojeciendo, la situación previa y el pacto previo enrojeciendo,
durante la sospecha de la gran visita, mientras las costras sagradas se desprenden
del cuerpo antiquísimo de la resurrección.
Quiero decir
el gran experimento,
buscándole a Dios en las costillas la teoría de la costilla faltante,
y perdiendo siempre la cuenta de esos huesos
porque las luces eternamente se apagan de pronto, mientras volvemos a insistir en hablar a través de ese [corto circuito,
de esa saliva interrumpida a lo largo de aquello que llamamos el cuerpo de Dios, el deseo de luz encendida.
Llamando, llamando, llamando.
Llamando desde el radio portátil oculto en cualquier parte,
llamando al sueño con métodos ciertamente sofocantes, con artificios inútilmente reales,
con sentimientos cuidadosa y desesperadamente elegidos,
con argumentos despellejados por el acometimiento que no se produce.
Palabras enchufadas con la corriente eléctrica del vacío, con el cable de alta tensión del delirio.
(Acertijos empañados por el aliento de ciertas frases, de ciertos discursos acerca del infinito.)
Recomenzando, pues, el mismo discurso,
recomenzando la misma conjetura,
el Clásico desperfecto en mitad de la carretera,
el Divinal automóvil con las llantas ponchadas
entorpeciendo el tráfico de las lágrimas y de los muertos, que transitan Clásicamente en sentidos [contrarios.
Recomenzando, pues, la misma interrupción,
la pedorreta histórica de las llantas ponchadas,
el sofisma de cada resurrección,
el ancla oxidada de cada abrazo,
el movimiento desde adentro del deseo y el movimiento desde afuera de la palabra,
como dos gemelos que no se ponen de acuerdo para nacer,
como dos enfermeros que no se coordinan para levantar al mismo tiempo el cuerpo del trapecista herido.
(Aquí el ingenio de la frase ganguea al advertir de pronto su sombrero de copa de ilusionista;
ese jabón perfumado por la literatura con el cual nos lavamos las partes irreales del cuerpo,
o sea el radio de acción de lo que llamamos el alma,
las vísceras sin clave precisa, los actos sin clave precisa,
la danza de los siete velos velada por la transparencia del dilema;
y por la noche, antes de acostarse,
la dentadura postiza en el vaso de agua,
la herida postiza en el vaso de agua, el deseo postizo en el vaso de agua.)
La señal… la señal… la señal…
Así sonríes sin embargo, confiando otra vez en tu discurso,
mirándote pasar en tus estatuas,
flotando nuevamente en tus palabras.
La señal, la señal, la señal.
Y entretanto paseas por tu habitación.
Sí, estás aguardando tan sólo el aviso,
ese anuncio de amor, de peligro, de como quieran llamarle,
ese gran reflector encendido de pronto en la noche.
Y entretanto miras tu capa,
contemplas tu traje y tu destreza cuidadosamente doblados sobre la silla, hechos especialmente para ti,
para cuando la luz de ese gran reflector pidiendo tu ayuda, aparezca en el cielo nocturno,
solicitando tu presencia salvadora en el sitio del amor
o en el sitio del crimen.
Solicitando tu alimentación triunfante, tus aportaciones al progreso,
requiriendo tu rostro amaestrado por el esfuerzo de parecerse a alguien
que acaso fuiste tú mismo
o ese pequeño dios, levemente maniático,
que se orina en alguna parte cuando tú te contemplas en el espejo.
Miras por la ventana
y esperas…
La noche enrojecida asciende por encima de los edificios traspasando su propio resplandor rojizo,
dejando atrás las calles y las ventanas todavía encendidas,
dejando atrás los rostros de las muchachas que te gustaron,
dejando atrás la música de un radio encendido en algún sitio y lo que sentías cuando escuchabas la música de [un radio encendido en algún sitio.
Sigue la noche subiendo la noche,
y en cada uno de los peldaños que va pisando, una nueva criatura de la oscuridad rompe su cascarón de un [picotazo,
y en sus alas que nada retienen, el vuelo balbucea los restos del peldaño o cascarón diluido ya en aire;
y mientras tanto tú no llegas aún para salvarte y salvar a esa mujer
que según dices
debe ser salvada.
¿En qué sitio, en qué jadeo
el sueño recorre el apetito reconcentrado de los dormidos?
¿Qué ola es ésa, que al golpear contra el casco
hace que el marinero de guardia ponga atención por un momento, para decirse después que no era nada
y torne a pasearse por el cuarto, mirando de vez en cuando por la ventana las luces dispersas de la calle?
¿Qué ir y venir está gastando el cuerpo de su andanza
contra el casco manchado, cubierto de parásitos marinos?
…porque de pronto has dejado de pasearte por la habitación.
¿Acaso escuchas realmente ese ruido? ¿Ese ruido viene del pasillo o viene de tu deseo?
(Cierta especie de ruido que tropieza con cierta especie de silencio dentro de ti,
como alguien que se topa con una silla al caminar a oscuras…)
¡Tal vez ya prendieron el reflector para pedirte auxilio!
¡Tal vez fue esa mujer quien lo encendió!
Pero no, todavía no,
nadie camina por el pasillo hacia tu puerta, nadie tropieza con una silla dentro de ti,
y allí están doblados tu traje de héroe y tus sentimientos de héroe,
listos para cuando entres en acción.
¿Pero por qué no han encendido ese gran reflector?
¿Es sólo el ascenso de la noche lo que deja sus cascarones rotos en el aire?
¿Qué criatura de la oscuridad picotea para que el aire tome forma de cascarón roto, de peldaño dejado atrás?
¿Qué es aquello que detiene de súbito tus paseos por la habitación mientras te dices
“Acaso deba esperar otro rato”?
Y vuelves a asomarte por la ventana.
¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo rayándolo fugazmente con sus pequeñas luces de navegación?
Y algo dentro de ti que tú crees que es la noche allá afuera,
cruje pisando cascarones rotos, peldaños donde el cuerpo de su andanza deja un hilo finísimo de baba o [soliloquio,
mientras retorna el fantasma de una mujer bandeado por la oscuridad
donde el mar se encaverna después del zarpazo,
y ese fantasma, que es la otra cara de la espuma, repite contra el casco del barco el golpe del sueño
salpicando al silencio desde lejos.
Y vuelves a asomarte por la ventana.
¿Es el zumbido de un jet que cruza el cielo?
¿Qué es ese ruido que te hace mirar tu traje y tu antifaz,
y asomarte después por la ventana?
Ir y venir alrededor de una silla,
enrevesado viaje alrededor de una silla, guardando el equilibrio difícilmente
al caminar y girar sobre un hilo finísimo de saliva.
Ir y venir, habladuría alrededor de una silla donde está un extraño traje doblado,
ir y venir alrededor de un viejo y descompuesto automóvil que estorba el tráfico en la carretera,
gestos entrecruzados, habladuría de ventanas y escaleras
labrando la estatua cuyo sentido griego vacila y se viene abajo en el trayecto entre una ventana y un reflector [que no se ha encendido,
mientras los cascarones rotos de la oscuridad crujen y se disuelven bajo el brusco aleteo con que la oscuridad [va impulsando la noche.
Y otra vez te paseas,
¿quieres desovillar el hilo de saliva, el hilo de palabras sobre el que te balanceas en precario equilibrio?
¿En qué juego de tus frases, en qué humillante silencio has puesto el oído?
Y otra vez te paseas y otra vez te vuelves hacia la ventana,
pero ese resplandor… pero ese resplandor que descubres de pronto,
es el amanecer,
palidísimo gesto de esa luz entre los edificios, donde el silencio enhebra las pisadas lejanas de todo lo nocturno.
¿Y ahora
qué es lo que sientes que se aleja,
como alguien corriendo descalzo por la playa, entre la niebla que la luz va a ocupar?
¿Y en esa claridad en aumento, acaso puede todavía distinguirse
la señal de un reflector encendido?
Paseos alrededor de una silla donde está un extraño traje doblado,
monólogo alrededor de una silla donde está un simulacro en forma de traje doblado,
mientras el amanecer se deja llevar por su propia marea ascendente, y por el ruido de las barredoras mecánicas y de los primeros camiones urbanos
que aparecen por las calles desiertas.
Notas
1 Originalmente como National Publications.
2 Batman se enfrentaba a “casos más reales”. Su debut, El caso del Sindicato Químico (1939), es básicamente un relato policiaco: investigación, pistas, hombres con pistolas, corrupción, etc.
3 Comentario de Álvaro Ruiz Abreu, quien a su vez cita a José Joaquín Blanco.
Bibliografía
Becerra, José Carlos. El otoño recorre las islas, ERA, México, 1973
----José Carlos Becerra, “Conversaciones con Carlos Pellicer”, en ibid., pp. 281-284
Ruíz Abreu, Álvaro. La ceiba en llamas. Vida y obra de José Carlos Becerra, Gobierno del Estado de Tabasco, México, 2010.
Recursos electrónicos
El surgimiento del héroe, una historia de pérdidas. Análisis del arquetipo Jungiano del héroe, basado en la trilogía Batman de Christopher Nolan: Batman inicia (2005), El caballero oscuro (2008) y El caballero oscuro: la leyenda renace (2012) por Juan Pablo Gallo Botero (2017) Revista Poiésis (32), pp. 22-31. Disponible en: <https://docplayer.es/78568620-Resumen-juan-pablo-gallo-botero.html> [Consulta: 18 de septiembre de 2019]
80 años de Batman: 20 portadas de Detective Comics que hicieron historia por Cultura Ocio, Sitio web, Disponible en: <https://www.culturaocio.com/cine/noticia-80-anos-batman-20-portadas-detective-comics-hicieron-historia-20190330132108.html> [Consulta: 17 de septiembre de 2019]
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