Acciones. Subir y caer
Sobre del Taller de desarrollo de propuestas relacionales, acciones y activaciones.
(Les juro, así fueron las cosas)
- ¿Te acuerdas qué hacías el pasado viernes 13 de marzo? Fue el último viernes antes del comienzo del fin del mundo, también fue la noche de la presentación de trabajos que nacieron en el Taller de desarrollo de propuestas relacionales, acciones y activaciones, impartido por Andrea Ferreyra.
En días anteriores -miércoles y jueves- se dieron cita en La Quebrada Espacio de Arte, los integrantes del taller, Andrea Ferreyra, David Vera y Luis Arturo Aguirre para moldear ideas y tener algo que presentar el viernes. De los dos días de trabajo intensivo, surgieron 5 propuestas muy distintas entre sí, coincidentes solo en que representaban una porción de las inquietudes de cada participante.
El evento comenzó alrededor de las 7:30, había una buena cantidad de público, algunos venían de la presentación de la antología digital del taller Red de Letras 2019, otros atraídos por el flyer que había estado circulando en redes sociales, a sabiendas de que, al ser en la Quebrada Espacio de Arte, es garantizado pasar un buen rato. Como era un viernes 13 obviamente se presentaron dificultades para iniciar el programa; el audio, los cables, el proyector, algo fallaba en cada intento. Hasta que, la mala suerte, cansada de tantas manos interviniendo a favor del evento, cedió y dejó que comenzara esa noche tan peculiar.
El primer trabajo registró en vídeo la desgracia del ama de casa que desaparece día con día en cada quehacer, entre la espuma que surge cuando lava los platos, teniendo las camas o colgando ropa con ganchitos despintados sobre lazos cada día más rendidos. Al final del vídeo que la mostró, quedó solo un cartelito sin color que trataba de encontrarla y un reclamo rimado que, como ella, se perdió en el aire.
El siguiente proyecto consistió en un vídeo que recopiló las reacciones de las personas ante un embolsado falso tendido en puntos concurridos del puerto. Junto al inexistente cuerpo había algunas cartulinas con letras negras, que en vez de anunciar el próximo golpe o amenazar a algún bando, las temidas guardaban inocentes y tiernos poemas, los cuales fueron leídos por los transeúntes que movidos por el morbo se acercaban a ver. Algunas cartulinas se encontraban en la entrada del recinto.
La noche siguió su paso sin más contratiempos, sin imaginar la tensión con la que sería impregnada por una pieza sonora. Por medio de audio se trasladó a los asistentes. Algunos fueron sepultados y otros buscaron con los ojos cerrados entre los escombros del sismo del 19 de septiembre del 2017. En grupos nos repartimos por la terraza, cerramos los ojos y escuchamos la indicación, “si nos escuchas, a la cuenta de 3 haz un ruido. Vamos a sacarte. 1…2…3…”, la angustia se extendía ante la ausencia del sonido de la vida. Nuestras manos terminaron de pulverizar el escombro que nos dieron. Terminó el sonido, abrimos los ojos y soltamos el polvo, la tensión así se despegaba de nosotros, dando paso a todo un relato.
Objetos tomaron la atención de los presentes. Gracias a un registro fotográfico y la curiosidad desmedida de una entrevistadora que les otorgó voz; los objetos compartieron lo que había sido hasta ese punto, su vida. Cordones sueltos de un sillón, una pelota, números y otros distintos artefactos que habían sido olvidados en un hotel, encontraron una oportunidad de volver a vivir -y de dar vida- siendo transformados en una sirena.
Y si no había sido suficientemente extraño este conjunto de visiones raras de la vida, sin más, surgió Shakira, quién se postró ante los presentes que no entendían a qué habían salido esa noche, y bailó. Movió sus caderas al compás de la pista, contoneando el cuerpo por toda la terraza. Después, los aplausos, las sonrisas de confusión, la extrañeza por este evento tan nuevo y variado, que según anunciaba por el micrófono Andrea Ferreyra, todavía no acababa.
El momento estelar llegó, la acción Subir y Caer de David Vera. Apareció con el torso desnudo, cargando sobre su espalda una gran cantidad de -según la postura de David mientras se desplazaba por el espacio- pesadas rosas. Avanzó con dificultad, el pequeño y llano tramo que lo separaba del escenario se tornó un desierto lleno de dunas, deducción que nace al recordar el esfuerzo que realizaba con cada paso. Al llegar al escenario se despojó de la preciosa carga y comenzó a colocar las rosas en una escalera que había estado ahí desde el comienzo del evento. Mientras esto sucedía, un narrador de la quebrada nos relataba a detalle y con ceremoniosidad lo que veíamos, mientras los espectadores grababan con su celular. Para finalizar, entregó las rosas sobrantes entre el público, dejando un halo de delicadeza en cada uno de ellos.
Y así terminó el evento, pero no la noche; comenzaron a poner música, la gente comenzó a bailar, a ir por más cervezas, a liar cigarrillos, a platicar, a tomarse fotos en la escalera con rosas. Y aunque parece cuento, es anécdota de un gran evento. Les juro que así fueron las cosas. Cuando termine todo esto y podamos volver a reunirnos haremos algo más extraño.
Fotos de La Quebrada Espacio de Arte.
Marianela@adncultura.org