El mal sobre las nubes: A Hidden Life
Terrence Malick, el director estadounidense ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2011, por esa genialidad llamada El Árbol de la Vida (The Tree of Life) vuelve de nueva cuenta con un estudio sobre el bien y el mal y la constante lucha entre ambos. Después de experimentar entre ficción y documental en su largometraje anterior, regresa ahora para recrear la lucha de un hombre en un momento histórico de su país: Franz Jägerstätter.
Durante los primeros minutos de la película, conocemos a Franz Jägerstätter quien vive apaciblemente en una aldea en las montañas de Austria junto a su esposa, su cuñada y sus tres hijas. Única figura masculina de la familia y en virtud de la época en que suceden los hechos, es el responsable de realizar el trabajo físico más extenuante y así poder brindar seguridad y alimento a quienes habitan su hogar.
A través de una edición bastante bien lograda conocemos todo y cuanto pasó antes de que la familia sea cual es hoy y así con los roles repartidos y conviviendo con su comunidad ellos se sienten plenos y satisfechos, son lo que se podría considerar una familia feliz.
Toda esta felicidad desbordada se muestra a través de hermosos planos abiertos de verdes campos, la luz que invade los lugares donde entra, las nubes y cielo que están tan cerca y en contraste las grandes ciudades, lejanas y también innecesarias.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el anexo de Austria a Alemania esa felicidad no duraría mucho más. Y en efecto, por decreto oficial Jägerstätter es llamado a enlistarse en el ejército bajo las órdenes de Adolf Hitler, acción a la que se niega rotundamente.
Es así como inicia un duro viaje de introspección donde se preguntará si sus ideales morales y religiosos son lo suficientemente fuertes para hacer frente a la guerra y las injusticias que se comenten en su contra.
Jägerstätter es encarcelado por parte del ejército alemán quienes inician un juicio en su contra por desobediencia civil que tendrá consecuencias no sólo para él sino para toda su familia y comunidad.
Podríamos dividir entonces la película en dos partes, la primera colorida y feliz y la segunda mucho más reflexiva y nostálgica. Lo que en un principio era un refugio cercano al cielo no lo es más, el mal ha llegado, invadido todo y ha volado por encima de las nubes.
Los planos de la primera parte contrastan con los de la segunda, ahora llueve, los campos no son todos verdes, hay lodo en el interior de la casa, ahora las mujeres mayores deben realizar todo el trabajo, hay lágrimas en el rostro de todos, hay ira, hay miedo. No hay ayuda, ni terrenal ni divina, aunque se clama por ella.
¿Y qué debe hacer un hombre pequeño ante un gobierno malvado que se extiende sin control? Esa pregunta se plantea Jägerstätter y lo consulta pidiendo auxilio. Pronto las humillaciones sufridas en cautiverio y los prisioneros que conoce le dan la respuesta, no cambiar, no retroceder, tratar de hacer un cambio en el mundo aunque nadie sepa de él.
Una banda sonora sumamente bella que complementa a la preciosista fotografía del filme, son elementos técnicos a resaltar en este calvario de un Jesucristo del siglo XX.
Hay acciones de personajes secundarios que representan esa bondad que existe aún hoy en el mundo y que dan esperanza, no sólo a los protagonistas sino también a quien mira a través de la pantalla, son buenos porque fueron en contra de la mayoría, porque nunca renunciaron a lo que creyeron, porque confiaron que el mundo sería un lugar mejor, quizás no para ellos pero sí para el que aún sin conocer está al lado de nosotros.
La mujer que se acerca a otra para levantar la fruta que se ha caído de su carreta rota y la ayuda a repararla, el hombre que da su alimento a quien tiene hambre, pequeñas acciones de personas que vivieron en el silencio y sin ser reconocidas, personas que vivieron una vida oculta. Y quizás con esas pequeñas acciones han contribuido al menos un poco a evitar que el mal llegue a lo alto de la montaña.
Al final lo que más sobresale de ella es el monólogo de un preso mirando fijamente, describiendo la vida que pudo ser pero no fue.