La Céula Gráfica
Artistas Revolucionarios en México
1919-1968
Al finalizar el episodio armado de la Revolución mexicana, los caudillos victoriosos se dieron a la tarea de construir una “nueva nación”. Pero no podían hacerlo solos, necesitaban el apoyo de los campesinos, los obreros y los artistas. Impulsados por el programa educativo del gobierno de Álvaro Obregón (1920-1924), encabezado por José Vasconcelos, los artistas asumieron pronto la responsabilidad de ilustrar y orientar en términos políticos al pueblo mexicano.
Comprometidos con el principio de que el arte no debía ser monopolio de las élites, numerosos creadores formaron parte de las misiones culturales y pintaron murales en edificios gubernamentales con el fin de llegar a un público más amplio. Este principio coincidía con el ideal socialista —compartido por los mismos artistas— de que el arte debía tener una utilidad: educar y radicalizar a la clase trabajadora. Muy pronto, el grabado —gracias a su carácter de reproductibilidad y a su bajo costo— se uniría a los murales como medio para transmitir mensajes políticos como la denuncia de las condiciones de vida y trabajo de campesinos y obreros, el apoyo a ciertos grupos políticos y, a nivel internacional, la simpatía por las luchas antifascistas en Europa y con los regímenes de izquierda, como la República española.
Identificados con la clase obrera, los artistas revolucionarios se unieron en sindicatos, grupos, ligas, frentes y todo tipo de colectivos para lograr la difusión de sus imágenes e ideas, como el Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Mexicanos Revolucionarios (impulsado por Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros en 1922), la Liga de Artistas y Escritores Revolucionarios (1934) y el Taller de Gráfica Popular (1937), entre otros. Esta tendencia por la asociación ha inspirado el nombre de la muestra, pues “célula” era el nombre que designaba un grupo con objetivos particulares al interior de organizaciones más grandes, como un partido político o, en este caso, un conjunto de grabadores al interior de la comunidad artística.
Con la convicción de que es necesario estudiar el compromiso de los grabadores con las políticas de izquierda para comprender la importancia del arte gráfico mexicano en el siglo XX, el Museo Nacional de la Estampa presenta La célula gráfica. Artistas revolucionarios, 1919-1968, exposición que, mediante una revisión de la colección del MUNAE, pretende mostrar cómo la labor artística y el compromiso político de los grabadores —en especial, aquellos afiliados al Partido Comunista Mexicano, fundado en 1919— generaron una forma de representación de los obreros, los campesinos, las masas, los héroes, los enemigos y las amenazas del pueblo mexicano, y cómo esta forma de representación se mantuvo hasta la década de 1960.
Ana Carolina Abad
Curadora