Mi propia Madonna
Lanza su álbum número 14, titulado: Madame X
Mi primera lucha con la bendición de la virgen pop ocurrió en los noventa, cuando "R", el chico que atendía las maquinitas, me escuchó corear "La isla bonita".
Apresurado le comentó a la Pioja: "Dicen que todos los que escuchan a Madonna se les dobla la mano". R, en aquel momento, por su candidez y no poner atención a su conducta sexual, se le olvidaba que a "escondidas" y con el desorden hormonal de sus tempranos veintes, le gustaba frotar su pene a homosexuales entre las consolas de Mortal Kombat y Street Fighter.
"True Blue" sonaba en el estéreo de una prima cada vez que las compañeras del banco donde trabajaba mi tía iban a convivir a su casa. Ellas, mis parientes, preferían las cumbias, pero en el barrio el "gusto gringo" parecía ser signo de progreso y distinción.
Yo no sabía inglés, apenas pronunciaba algunas palabras que aprendí en la primaria. De Madonna, sólo escuchaba acusaciones de que era una cantante escandalosa, que se desnudaba y promovía una moral desviada; los hombres imitadores de las apariencias y actitudes de Bukowski o Jim Morrison la llamaban "puta". Supe que era enemiga del clero, y en mi paso por la escuela católica, no recuerdo que se mencionara su nombre ni sonara alguna canción durante las festividades. Supongo que para evitar un acto de contrición hubo un veto en silencio.
Madonna es referente de la homosexualidad, como un sinónimo. Pero mi acercamiento a ella fue completamente musical.
Muchos hombres adolescentes quedan fascinados cuando descubren una banda de rock: el guitarrista o el frontman suelen ser idolatrados, y funcionan como precursores en la construcción de su masculinidad. Yo no me hallé en la guitarra, ni en el bajo, ni en la batería. Sí en el sintetizador.
Este instrumento es parte del cerebro de la música de Madonna, que, combinado con sus letras reflexivas y poéticas, son un cultivo perfecto de seducción. Es una paradoja que el acrónimo MDMA (droga éxtasis) parezca una suerte de abreviatura de su nombre (que usó para titular su duodécimo y fallido álbum como "MDNA").
Para hombres y mujeres que crecieron en un entorno adverso por vivir una "sexualidad defectuosa", Madonna es un espacio seguro. Su descaro erótico y baile con posturas de yoga permitieron a quienes no aprobaban el filtro de la Normalidad ganar algunos duelos emocionales.
Su arrogancia, una de sus mayores características, ha sido queja de músicos como Elton John o Morrissey: este último declaró que ella \"está más cerca de la prostitución organizada que de cualquier otra cosa”.
Lejos de generar rechazo entre sus admiradores, esta conducta generó veneración al personaje: en Veni Vidi Vici proclama and when I strike a pose, all the gay boys lost their mind. Es un verso altanero que resume la devoción que ganó durante más de tres décadas.
Aun cuando la crítica musical ha reseñado con altas puntuaciones sus trabajos, el admirador de Madonna tiene que padecer injurias por gustarle la música comercial, y de maricas.
Bandas como Sonic Youth, Red Hot Chilly Peppers, y hasta David Bowie, declararon admiración por su obra; sin embargo, cuando pisó el escenario de Coachella en el 2006, algunos asistentes berreraron luciendo playeras con la leyenda "Madonna killed Coachella", y la vocalista de Sleater-Kinney, Carrie Brownstein, pasó de la presentación señalando que -su banda- "somos más como Tool que como Madonna". Aquella fue una declaración para satisfacer al resquicio del pedante mundillo rockero, en la actualidad en estado cadavérico. La presentación fue memorable y atizó el ánimo cuando preguntó a la audiencia: "Who's gonna share the drugs with me?".
La soberbia, odiosa y admirable de Madonna, amplió mi panorama; no puedo comparar mi vida con la de ella, pero verla ejecutar sus \"payasadas punk\" -como escribió un hombre heterosexual-, ayudó a que mi óptica fuera más aguda y comenzara a cuestionar las formas establecidas, desde la sexualidad hasta las categorías de lo femenino y masculino.
Hay un abanico de temas si nos asomamos a leer y escuchar la variedad de entrevistas que ha dado desde los 80 hasta esta década. Podemos notar como desde que emergió defendió la libertad sexual, su concepción de la maternidad, el sexo bajo consentimiento y su vulnerabilidad pese al gozo de enormes privilegios.
Las esferas académicas no escapan de su onda pop expansiva. El periodista inglés Simon Reynolds detalló que Madonna ha alcanzado las élites de estudiosos al ser analizada por universitarios en Frankfurt, Alemania: "Con frecuencia los profesores universitarios dedicados a los estudios culturales utilizan a Adorno como blanco de las críticas a modo de precuela de sus interpretaciones semióticas de la "resistencia hegemónica" codificada con los vídeos de Madonna". Reynolds también recordó su paso en la Facultad de Comunicación donde estudió: "Los periodistas incluso hacían mofa de la existencia de intelectuales, en Estados Unidos e Inglaterra, que usaban las teorías de Deleuze/Guattari para elucubrar análisis sobre cómo los videoclips de Madonna subvertían el capitalismo".
Algunos dicen que quienes tienen una canción favorita carecen de espíritu. Yo tengo una y es "Get Together". Después de lanzar "American Life", un trabajo en el que exploró ser una suerte de cantautora, Madonna prometió regresar a sus raíces de baile. En los créditos del siguiente trabajo figuraba como productor un tal Stuart Price, "un ratón de discoteca", ella lo llamó; ese roedor salido de algún antro cloaca ahora es otro de mis héroes musicales.
El resultado de esta colaboración "Confessions on a Dance Floor" la encumbró de nuevo en la brillantez y de ahí surgió la pieza que menciono. Su belleza se halla en el sonido trance, la canción suena como tener salud mental plena y mezclada con la vena romántica de la letra es euforia pura. Culmina con una letanía: If it's bitter at the start, then it's sweeter in the end.
Madonna es un estado mental por sí misma. Sus máscaras, poses, conciertos, el uso de iconografía religiosa para enfrentarse a sus detractores, la exploración de un sonido subterráneo convertido en algo cautivante, y la blasfemia, le hicieron ganar un altar en la historia de la música como una leyenda que infringió las edades y las formas de hacer pop. Lo más exultante es que todavía está entre nosotros.