HABITAR LA POESÍA
Por: Karhel I García.
Siempre he creído que el oficio de poeta es identificar el espectro poético de su entorno, entonces puede darse cuenta que las indicaciones para llegar a la casa en que habita un corazón es un poema, también que hay un niño en la esquina con el riesgo de que lo atropelle la realidad. Pienso que nunca sé es poeta en presente, siempre se fue o se quiso ser. Entonces es menester regresar a ese tiempo para escribir.
Así es como Alejandro Von Düben (Guadalajara 1988) escribe 20 poemas para construir una casa texto ganador en 2017 del Certamen Nacional de Literatura Infantil y Juvenil FOEM, editado en 2018 con lustraciones de Irma Bastida Herrera que a escalas de azules y llena de conejos que sostienen paredes recuerdan un poco las imágenes de Alicia en el país de las maravillas. Nos habla desde una infancia que parece la suya en la que alberga culebrones de telenovela, que se notan en tramas como el de la lavadora enamorada, también con huidas al fútbol callejero antes de la cena.
Una niñez con la imaginación tan ilimitada que le quedó chico un cuarto y ahora llena una casa entera, cuyo elemento principal es la poesía para iluminarla. Es habitada por objetos, y la dinámica de cohabitación funciona al poner atención al otro y disfrutar el proceso de ayudar.
Entonces dibuja el suicidio de una televisión que, en lugar de ser vista, ve la vida a través de las ventanas y le causa una depresión que la “apaga como una persona triste”. Con un poco el tono educador, pero más que de modales; de emociones aleccionando sobre la atención que prestamos a las emociones de los demás para cuidar con paciencia que su luz no se apague. Además de mostrar que la libertad de alejarse para reponerse a sí mismo no es egoísta sino necesaria.
Otra habitante es una ventana ciega que “Tiene la mirada más oscura/ que una lámpara apagada”, esta lámpara es una imagen que aparece antes en su poesía para referirse a una madre en peligro de extinguirse y aquí también la ventana podría referir a la misma con la esperanza de volver a ser primavera o una mesa que aguarda a sus sillas escurridizas, las cuales requieren de estrategia para mantener unidas. Sillas que se van y vuelven con marcas, heridas, pero vuelven para alimentarse del hogar.
Se vislumbra una voz con carácter hermético, pero con la avidez de salir al mundo y explorar tanto lo externo como reconocer lo que llevamos dentro; así como aventurarse a rebelarse ante el destino impuesto como el retrete rebelde que pinta ahí. Con esa voz nos habla de la traición de los años a través de una estufa devoradora de pasteles y de puertas que son llaves a lo inexplorado.
Hay sillones que parecen, más bien gatos, con la oportunidad de salir corriendo por la puerta y devorar montañas a brincos pero se quedan para acicalarse en la pereza del hábitat doméstico, otros que se quedan son el armario que no gustan de pasar el frio del vacío y decide llenarse de abrigos y tiliches para no sentirse solo, ponen a pensar si con los años, tal vez, nos hemos convertido en armarios.
En un intento por retener la infancia entre palabra para morir menos, imita la tortura emocional como método creativo de Nika Turbina a la cual cita como epígrafe. La poesía que ilumina el lado sombrío del ser sirve como elemento principal para construirnos, para moldeamos de acuerdo a ella: nos estiramos a sus formas y limites, si los tiene, y si no, alzamos arriba o vamos más abajo que abajo.
A parte de todos esos objetos indispensables, no falta la palabra, las que mantienen al escritorio de pie a través del teléfono o la máquina de escribir que prefiere leer; y las que se riegan y florecen de los ojos y las bocas que la leen. Este libro es ideal para quedarse en casa a reconocer habitantes, además hace sentir posible el poder habitar la poesía, mas allá de como algo tangible, como el recuerdo de que se ha vivido y cuando suceda de nuevo sabremos identificarla.
Karhel Iridian García Álvarez (Acapulco, 1998)
Estudiante de la carrera del octavo semestre en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Autónoma de Guerrero. Ha sido acompañante de distintos talleres desde 2014 como Estudio Teatral Acapulco, Red de Letras en 2015, en septiembre del mismo año cursa un taller de dramaturgia con Germán Tonatiuh y en 2017 participa en la edición en Chilpancingo de Guerrero Escribe y recientemente concluye el Diplomado en Creación Literaria del INBAL. Colaboró en el complemento cultural del periódico No qué no. Sus textos han sido publicados por el colectivo Las Sin Sostén y Gata que ladra.