El universo poético de Oscar Páez: De estos poemas crecerá mi casa & La balada del dios atrofiado
La poesía es todo lo que hay entre un disparo y el animal herido
-Benjamín Prado
Cuando me pidieron presentar los poemarios de Oscar Páez lo primero que pensé fue no conozco a ese autor, como a tantos otros contemporáneos, aunque después de que me hicieran llegar sus textos en digital y tras una hojeada rápida leí por algún lugar que era de Veracruz, que casi teníamos la misma edad.
Qué interesante, viene de otro mar, de seguro que si leo sus poemas en algún lugar podré comprobar si Paco de Lucía tenía razón, y la gente que nace junto al mar es más soñadora que la que nace tierra adentro. Y de seguro que hay más, Veracruz tiene mucho más arraigado que Acapulco, toda la herencia colonial, caribeña, es Andalucía misma en una ciudad, Sevilla y la ciudad de Veracruz sus plazas al menos en mi experiencia mantienen el mismo tono romántico a media luz unido entre dos aguas.
Nada más gratificante para mí que leer a través de los poemas de este otro qué es Oscar Páez, qué es la poesía, qué significa el cuerpo, la carne, el tiempo, la mar, pero, sobre todo, cómo vive y entiende el mundo otra sensibilidad, como bien lo decía Virginia Woolf escribir se trata de diluir el yo, de ser una sensibilidad y que el lenguaje, que es la verdadera casa del ser como bien lo han dicho tantos otros, sea capaz de expresar lo que esta sensibilidad percibe como propio y ajeno.
Primero leí La Balada del dios atrofiado, curioso el dios en minúscula, un amigo que era seminarista decía que si se escribía a dios sin la D mayúscula estábamos hablando de dioses menores, como si de una jerarquía de letras se tratará. Pero el texto lo pone así, dios en chiquito.
Con el pasar de las hojas entendí el porqué, y es que se trata de nosotros, de ese dios atrofiado que es la humanidad, pensaría que no sólo de manera metafórica, ya que hasta los estudios de la antropología física demuestran cómo el cuerpo del homo sapiens sapiens perdió masa muscular y fuerza para privilegiar el uso del cerebro y hacerlo crecer. Aunque ese es otro tema. ¿Quién es este dios atrofiado?
Antes de pasar a responder esa pregunta me gustaría anexar aquí lo fascinante de la página legal del libro, nada mejor que un libro de poesía diga se permite todo tipo de piratería siempre y cuando se respete el sello editorial y los derechos de autor, ellos entendieron todo lo que Thoreau quiso decir cuando escribió La vida que aspiro a vivir, ningún negocio me la ofrece, ningún hombre sobre la tierra me la puede vender. La poesía, los libros de poesía en mi opinión, van más allá de cualquier forma de lucro, no hay dinero que alcance diría mi mamá.
Pero volviendo al tema, ese dios atrofiado, ese dios en chiquito, es la infancia, ¿pero atrofiado por qué? Porque uno la pierde para transformarse en no sé qué cosa, y la transformación es lenta, dolorosa, a veces primero te crece una parte del cuerpo y luego otra, se caen unos dientes y otros permanecen años más en su lugar y al final cuando termina la transformación, uno llega al mundo herido, como la mayoría de nosotros, en un no lugar. Para luego crearse un espacio allí frente a la desolación de existir.
Quien sabe, al principio del texto reza, Satanás es la vía, ¿el camino de la iluminación? ¿A la recuperación del asombro? ¿Del misterio? Tal vez sí, ese Dios del antiguo testamento vulcanico, rencoroso, celoso y vengativo suena a alguien de quien yo también hubiera querido librarme de su yugo. ¿Pero cómo podrían Adán y Eva recuperar el asombro si ya vivían en el paraíso? Con el desprecio, bien dijo Camus, la única forma de combatir el destino es despreciándolo, yendo a buscar más allá de lo que ya se tiene.
Soy el suicidio que mis padres llaman hijo, dice Páez en uno de sus versos ¡qué magnifico! Chantal Maillard también menciona que Medea y la Virgen María comparten el mismo destino, ambas dan a luz a hijos muertos. Y es que la muerte es el gran capitón de la vida como bien dice Braunstein, mientras esta no llegue todo es provisorio, inacabado, rectificable, merecedor de correcciones. Comparto plenamente que los sujetos sean libres de decidir, hasta cuándo y dónde seguir, a dónde poner el punto final en su propia historia.
Antes de continuar, debo decir que el poema de Revelación me pareció todo un cuento de Bradbury, muy pocos escritores logran llegar a tanto con tan poco.
Y, por último, la parte que quizá más me ha herido de todo el libro es su final, Porque a estas alturas soy parte de este paisaje, de esta ciudad destruida (…) A mi casa todo le duele, llegó a esta parte de la historia donde los cimientos se convirtieron en mar. Ni que decir, todavía no termino de asimilar qué fue todo lo que destruyó el huracán Otis en nosotros aquel 25 de octubre. Nunca en mis casi 27 años de vida había considerado vivía entre ruinas, aunque muchos quieran negar lo aparente.
De estos poemas crecerá mi casa, fue el siguiente texto que leí al terminar el anterior. Qué pena, todo el texto rodeado de rituales de paso. Y es que bien dice el prólogo del libro la poesía es un largo regreso a casa, a la infancia, pero ¿quién se atreverá a nombrarme si ya no hay nadie en el hogar? Parafraseando a Nacho Vegas, llegué a pensar.
La poesía es esa calma ambigua, resarcir una herida diría Pizarnik. Herida provocada la mayoría de las veces por el mundo exterior, pero que en muchos de los casos sólo puede sanar, unirse si hay alguien ahí que nos ayude, que nos cuide, la ayuda mutua diría Kropotkin y tantos otros maestros anarquistas, el pilar de la civilización es la ayuda mutua y el lenguaje.
Este libro podría tildarse de literatura costumbrista ¿pero de qué otra cosa va a escribir uno más que de los personajes a los cuáles uno está acostumbrado? ¿Desde qué otro lugar se puede escribir si no es de donde le es común la vida?
Todo este poemario reafirma los apuntes de María Zambrano ¿Quién consolará al poeta del minuto que pasa, quién le persuadirá para que acepte la muerte de la rosa, de la frágil belleza de la tarde, del olor de los cabellos amado, de eso que el filósofo llama las apariencias?
Mis padres inmortalizaron mi infancia en un cuadrito de cartón, dice Páez, y es que al final eso es lo que queda de la mayoría de nosotros, cuadritos de cartón, mi madre tiene cientos de ellos de cuando era niño, pueden considerarse poco o mucho, aunque desde el Tarot, 78 cartones bastan para conocer el pasado, el presente y las posibilidades del futuro.
Al final el texto cierra casi con un deseo para que al morir germine en el maíz del campo, por eso ningún migrante se salva de volver a casa. Yo pensaría que más que el maíz, lo que germinará de nosotros serán las palabras, las que usamos, y las que dejaremos a los otros para ser ellos mismos. Y la literatura, la poesía como la de Oscar Páez hablará de eso, de lo que fuimos y de lo que pudimos ser.
¡Ah!, y también confirma que Paco de Lucía tenía razón y los hombres que nacen junto al mar son más soñadores de los que nacen tierra adentro.
21 de junio del 2024
Alfonso Abonza