Ve'e Savi ña kàna Ñu Tu Ñú Kuàn
La casa de la lluvia en Amate Amarillo
Somos Na Savi (gente de la lluvia) y en nuestra comunidad de Amate Amarillo, municipio de Tlapa de Comonfort, del estado de Guerrero, preservamos nuestros rasgos identitarios que nos identifican como tal, una de ellas, la más importante, es nuestra lengua Tu’un Savi (palabra de la lluvia), que también se conoce como la lengua “mixteca” a la que damos uso para comunicarnos en diferentes escenarios de la vida. Tenemos un sistema de organización complejo que fortalece nuestro tejido social y cultural.
En este artículo quiero referirme únicamente a una característica que nos distingue en mayor medida y da sentido a nuestra identidad como Na Savi, y es el ritual a Savi (lluvia), nuestra deidad sagrada más importante, que se desarrolla desde el día 22 de abril con los preparativos de los elementos materiales para la práctica ritual. En este día, el mayordomo comisionado visita todas las casas de las familias de la comunidad para recolectar velas, huevos, aguardiente, flores, cigarros e incienso que serán utilizados por Ta tu va’a (el especialista de la palabra o rezandero) para invocar a la lluvia.
El día 23 de abril desde las 5 de la mañana partimos caminando hacia la cima del cerro más alto de nuestra comunidad porque es ahí ve’e savi (la casa de la lluvia), nuestros abuelos y los ancianos sabios de la comunidad nos cuentan que en las cimas de las montañas se encuentran resguardados el agua, la lluvia, las nubes, la abundancia, los espíritus del bien, y que mediante prácticas rituales guiados por el Ta tu va’a serán liberados estos elementos para que la vida germine en la tierra y nosotros, los hijos, tengamos alimento para subsistir. Alrededor de las 6 de la mañana llegamos a la casa de la lluvia, tan pronto, la banda empieza a tocar música de nuestra región, el rezandero, a través de la oralidad y mediante plegarias, rezos y oraciones y con ayuda de cadena de flores, velas, incienso, aguardiente y cigarros, comienza a invocar a Savi en un lugar enmarcado por piedras en semi círculo al pie de un árbol verde y frondoso, las mujeres esposas de los mayordomos ponen lumbre para preparar los alimentos que serán ofrecidos a la deidad Savi, a un lado, otros señores arman un pequeño castillo pirotécnico que será también una ofrenda a la deidad Savi. Al lugar también acuden las autoridades de la comunidad, que son el comisario, comandante, topiles y los ancianos para estar presentes y acompañar al rezandero durante la ceremonia ritual.
Esta práctica ritual también conocida como petición de lluvia, tiene una duración entre 8 a 10 horas, en todo momento el rezandero intercede por toda la comunidad a la deidad Savi para que nos provea de agua, buenas lluvias, buen temporal, y haga que las semillas de maíz, frijol, calabaza, germinen en la tierra. Se sacrifica un chivo y se le da a Savi la sangre caliente del animal para que coma y no mande ta’ tyi yuku, ta’tyi náá, ta’tyi nduva’á (los vientos malos y fuertes) porque tumban la milpa. Se invoca a la lluvia buena, porque hay lluvia mala que trae rayos, truenos, huracanes que tumban la milpa y echan a perder la cosecha haciendo que el pueblo padezca hambre. El rezandero también pide por el bienestar de la comunidad, por la organización de las familias, las autoridades, pide por que los hijos de Amate Amarillo y comunidades aledañas sean personas de bien, sean trabajadoras, logren producir los alimentos que consumirán durante todo un año, y que el mundo en general, no padezca de hambre. Y dependiendo de la solemnidad y humildad con que el rezandero haga todas estas peticiones, serán concedidas a la comunidad y reflejadas a partir de ese momento en que junto a esta ceremonia ritual inicia también el ciclo agrícola. También para que nuestra deidad Savi se alegre y nos conceda nuestras peticiones, tenemos que estar contentos los presentes en el ritual, la banda tiene que tocar, los señores conviven en el lugar contando chistes y bebiendo aguardiente y así se van pasando las horas, mientras que las mujeres preparan la carne del chivo sacrificado que se ofrece primero a Savi y después nos reunimos todos a comer. Es así cómo transcurren las horas y alrededor de las 3 o 4 de la tarde, tenemos que retornar a la comunidad. Para despedirnos de Ve’e Savi el rezandero nos entrega a cada uno de los asistentes una flor de cempasúchil que tenemos que conservar hasta llegar al pueblo para que las flores sean devoradas por la deidad Xíí Ñu’ú (Abuelo Fuego) en un pequeño ritual que el rezandero realiza en la lumbre en casa del mayordomo, porque el fuego es otra de la deidades importantes en nuestra cultura Ñu Savi. Es importante que en nuestro retorno a la comunidad no vengamos corriendo ni jugando en el camino porque así estaremos llamando o invocando al viento fuerte, viento malo que tumbaría nuestra milpa. Tampoco debemos ir directamente a nuestras respectivas casas, sino que tenemos que pasar a la casa del mayordomo a dejar las flores que el rezandero nos entregó para que sean devoradas por el fuego para su alimento, y si no hacemos caso y pasamos a nuestra casa sin antes haber ido a dejar las flores a la casa del mayordomo, el viento tumbaría nuestra milpa y tendremos tiempos malos y difíciles para nuestra cosecha.
Es así como se lleva a cabo esta práctica ritual milenaria que nuestros ancestros nos heredaron y seguimos preservando porque nos da sentido de identidad como Na Savi que somos.