La otra costilla de la paternidad en Padres sin hijos
“[…] un bebé muerto no es nada nuevo bajo el sol”.
Hiram Ruvalcaba
“¿Por qué el sentido de un cuento viene de su final?, la respuesta corre así: ‘final’ equivale a ‘consecuencias agotadas’ […]”, nos dice Hugo Hiriart, en su novela El agua grande, utilizando como referencia a Magistrodontos. Al leer esta frase inevitablemente se me vino a la mente la obra de Hiram Ruvalcaba que, con su libro Padre sin hijos, nos vino a romper toda la crisma, no sólo a los que nos sumergiremos en el laberinto de la paternidad, sino a los lectores que buscamos buena literatura, con textos bien ensamblados y elaborados, llenos de atmósferas cotidianas y familiares.
Con este libro obtuvo el Premio Nacional de Cuento José Alvarado 2020. No es casual que haya recibido dicho galardón, pues al adentrarse en los ocho cuentos uno advierte la nostalgia, la violencia y el inevitable dolor que produce ser padre sin hijos.
Quiero hacer énfasis en los dos primeros cuentos “Visita familiar 1” y “Visita familiar 2”. En ellos se reparan dos cosas claves: la capacidad que tiene Hiram de crear tramas, utilizando los variados artificios que nos provee el cuento; y la habilidad de fragmentar el relato en dos para contarnos, desde tiempos distintos, las secuelas de tener un padre con un pasado violento. De esta manera estos dos textos, disímiles entre sí, se revelan como la puerta de entrada y salida hacia el mundo ineluctable de la paternidad. El padre violento encarna en el pasado de un niño que parece olvidar un acontecimiento que lo marcó: el asesinato de su madre. ¿Cómo debe comportarse un hijo que ha padecido la violencia por parte de su padre y que, por más que pasen los años, no cambia, no mejora y no se arrepiente de todo el mal que hizo?
El cuento “Elefantes marinos” tiene un significado profundo. Por una parte, un padre se encuentra al borde de la desesperación al ver que su hijo prácticamente está perdiendo la batalla de la vida. ¿Qué sentirá un padre al perder un hijo? Hablo desde la pérdida física, geográfica, material del ser humano. La odisea psicológica que atraviesa Santiago es la misma que muchos hombres primerizos experimentan al no saber cómo actuar ante una situación tan cotidiana. Los hijos enfermos son como una costra que dura según la profundidad de la herida.
Me identifiqué tanto con “¿Por qué no hablas con él?”. Es un cuento, desde mi opinión, influenciado por Hemingway. Me atrevo a decir que desde el título ya nos avisa sobre la ternura con que hablará de un asunto indecible: ¿cómo afrontar la pérdida humana de un padre que, tras la desgracia, decide vender aquello que le recuerda a su primogénito? “Vendo zapatos de bebé, sin usar”, nos dice el autor norteamericano. El sentido de pérdida y pertenencia están reflejados en el tema. La punta del iceberg se esconde en el dolor, en el miedo a afrontarse a un hijo no deseado o a encontrarse un rostro parecido, como si fuera un espejo manchado por una tradición familiar que no sabe cómo amar a sus hijos.
El tratado de Ricardo Piglia, al decir que un cuento siempre cuenta dos historias, está reflejado en la obra de Hiram Ruvalcaba. Los cuentos aparentemente no tienen un final. Sabemos que el texto termina porque hay un punto que finaliza la historia. La destreza de Ruvalcaba es precisamente ésa: provocar en el lector una especie de vacío, de querer saber cómo terminaron los personajes, por qué actuaron así. Sin embargo, el autor agota todas las posibilidades, como lo apuntaba Hiriart. Se vuelve un prestigitador de las tramas narrativas.
Quisiera encontrar la palabra precisa para definir este libro, pero aún no la encuentro. Me pasó precisamente con la obra de Raymond Carver. Padres sin hijos mantiene un diálogo profundo con ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?, De qué hablamos cuando hablamos de amor, Catedral y Si me necesitas, llámame; esto sin mencionar Cosas peores, de Margarita García Robayo. Me parece que la nueva narrativa latinoamericana está influida por Carver. Él conocía perfectamente los vericuetos del cuento, los senderos que un autor debía trazar para diseñar el texto de modo que fuera como un golpe certero, así como lo llamó Julio Cortázar y Edgar Allan Poe.
Quienes deseen conocer las estructuras narrativas indiscutiblemente debe leer a Hiram. Es un autor que ya nos dejó claro, desde La noche sin nombre, que seguirá renovando el cuento. Me atrevo a decir que su obra quedará como un gran referente de la literatura, no sólo mexicana, sino latinoamericana.
Todos somos o fuimos hijos. En algún cuento encontraremos una chispa, una llama, por mínima que sea, que incendiará una parte de nosotros, porque Padres sin hijos está hecho desde el dolor, desde la violencia y la pérdida. ¿Y quién de nosotros no ha perdido nada?