La pérdida de las lenguas originarias en México
No somos indígenas,
no me vengan a llamar indígena en mi propia tierra;
tan despectivo es la palabra indígena,
como el término indio.
Leodegario Velázquez Gálvez[1]
La pérdida de las lenguas originarias se ha precipitado de manera alarmante en México en las últimas centurias. Esto tiene su origen tras la invasión de América (Abya Yala) en el siglo XVI por los españoles, posteriormente, con la Independencia política de México, criollos y mestizos continuaron con la misma política de segregación, aunque paradójicamente, la justificación era para unificar a México como nación. Los altísimos costos que resultaron construir a México como una nación homogénea, trajo la aniquilación y exterminio de los pueblos en Mesoamérica.
En el siglo XIX, en casi todos los países post coloniales de América, se reprodujo un colonialismo no solo político, sino biológico (racial), cultural e ideológico (civilización) a través de los Estados–nación. En el caso mexicano, el objetivo era incorporar con la aculturación (civilización), a las diversas agrupaciones etnolingüísticas que cohabitan en la meseta central mesoamericana.
En las postrimerías de la independencia de México, se continuó pues, un neocolonialismo para los pueblos originarios, como decía Rodolfo Stavenhagen que, el siglo XIX, es conocido como la segunda colonización de México, puesto que los sucesores de los españoles (criollos y mestizos) no sólo continuaron con las políticas coloniales, sino que las agudizaron para mestizar en términos biológicos (blanquear) y, aculturar a los pueblos originarios en términos civilizatorios. Por esta razón, el Estado mexicano como fruto del colonialismo europeo, no podría romper con la colonialidad hacia los pueblos originarios, sino más bien, el Estado mexicano existe como producto mismo de la colonización, por este motivo, sería ingenuo de nuestra parte esperar que toda solución provenga desde las esferas del poder mismo, sobre todo si funge como ente de dominación y opresión, en detrimento de las lenguas originarias.
Con la desaparición de una lengua no solo se muere un pueblo y una cultura; sino una forma de ver el mundo, una cosmovisión y una manera de filosofar, es decir, una forma de entender a la vida y de ofrecer soluciones a sus problemas. Actualmente las 68 lenguas que perviven en México con sus variantes dialectales están en riesgos de ser desaparecidas. La resistencia de los pueblos originarios ante un sistema colonial y eurocéntrico presente en toda la geografía global ha hecho que reconfigure las formas convencionales de ejercer la violencia, es decir, han ido adquiriendo/apareciendo nuevos elementos/actores como el despojo territorial (bienes comunales convertidas en ejido), actores externos (mineras), recrudecimiento de la violencia (narcotráfico), paramilitarismo, partidos políticos y ONGs, todos estos actores han ido mermando al trabajo organizativo de los pueblos originarios en su lucha hacia la autonomía.
Con todo el panorama ya mencionado, la encrucijada contra los pueblos sin historia se ha universalizado bajo un paradigma único, con una filosofía mundial eurocéntrica, donde una sola manera de ver el mundo es la que impera y es que, este sistema filosófico e ideológico liberal por más que se presuma de imparcial e universal, en el fondo, guarda un etnocentrismo simulado, como sostienen los antropólogos, no hay una ideología que libre y despojada de su etnocentrismo, de su origen.
Mientras sigamos reflexionando con la filosofía liberal y etnocéntrica sobre los diversos problemas que acaecen con los pueblos, menos podríamos estar conscientes de que nuestras lenguas se están muriendo y, muy sutilmente estamos aceptando la civilización de nuestros pueblos por el colonialismo en sus diversas facetas, ya como: evangelización, civilización, progreso, democracia, desarrollo y últimamente, globalización. Mientras no tomemos consciencia de la magnitud de este problema, el genocidio cultural no se detendrá; la expoliación (humana y ecológica), el sometimiento y masacre de cientos de miles de mujeres y hombres seguirá siendo destruido y, mientras nosotros, quienes descendemos directamente de una cultura milenaria no nos activemos en torno a un bien común como pueblo, la destrucción cultural no cesará.
[1] Licenciado en Historia y Maestro en Humanidades; ambas por la Facultad de Filosofía y Letras, UAGro.