The Lighthouse
Después de la fantástica The Witch, Robert Eggers nos dejó con un buen sabor de boca a los amantes del cine de terror, con The Lighthouse, más que un buen sabor de boca, nos deja confundidos, incómodos y bastante perturbados. En la que es probablemente la mejor actuación de William Dafoe y por mucho la más soberbia y magistral de Robert Pattinson, nos sumergen en una historia que obligan al espectador a formar parte de la misma y arrastrarse hasta la misma locura que los protagonistas.
Inspirada principalmente en un misterioso caso ocurrido en el año 1900 en la islas escocesas Flannan, en la que al ser una agrupación completamente deshabitada y de rocas oscuras, los barcos solían estrellarse constantemente en ellas, debido a eso se ordenó la construcción de un faro que se instalaría en Eilean Mor, la más grande del sistema rocalloso a la cual fueron enviados tres cuidadores que después del paso de un tiempo serían relevados por otros compañeros. Misteriosamente los tres desaparecieron luego de que una tormenta azotara las costas de aquella isla. La cinta también toma aspectos de los mitos de Proteo y Prometeo, las cuales están claramente marcadas en los dos personajes y el secreto que oculta la luz del faro.
La obra nos muestra el camino a la locura de dos hombres que son llevados a un faro en una isla desierta, comenzando con chistes que parecen desencajar con la estética de la película y que a la vez sirven para relajar al espectador respecto a lo que se muestra en la primera etapa, Eggers nos conduce de a poco por la mente de el viejo guardián de faro acostumbrado a la vida monótona del cuidador, y el joven nuevo ayudante que nunca terminamos de comprender quién es verdaderamente, si es otra persona o una simple visión del viejo que se ha vuelto loco.
Por momentos Eggers nos hace sentir que el tiempo en la isla no transcurre de la misma manera y no transporta constantemente entre un mundo real y uno que aparentemente está fuera del entendimiento de ambos guardianes y de nosotros mismos. Dejando constantemente pistas visuales ambiguas que obligan al espectador a rellenar (o no) los espacios en blanco que la cinta nos va dejando a propósito.
El gran acierto de The Lighthouse, está en la estética y en los primerísimos planos que recuerdan al cine de Alfred Hitchcock y la sensación constante de incomodidad de Lar Von Trier. El haberla filmado nativamente en 35mm hace que el espectador tenga la percepción de que algo se esconde detrás de los espacios en negro y de alguna forma atrapa a los personajes en planos tan cerrados que, a la vez, logran magistralmente hacer que uno se sienta igual de atrapado dentro de el faro, además de lograr la atmósfera de un tiempo remoto.
Con una fotografía perfecta, una dirección memorable, una mezcla de sonido que hace calar los huesos y logran hacer que el faro se convierta en una sirena que nos llama a la locura, un trabajo excepcional del departamento de arte y locaciones, además de dos actuaciones magistrales, resaltando a Pattinson que muestra su gran capacidad de lograr papeles excelentes callando las bocas de muchos (y me incluyo) que no daban mucho por él.
Robert Eggers nos hace ver que se puede hacer grandes obras de terror recurriendo a las bases más sencillas del librito de hacer cine, entregándonos un trabajo que se posiciona como una de las favoritas a llevarse más de un premio de la Academia.
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