Señora Rosario Castellanos, soy su más grande admiradora
No sé en qué momento me encontré con usted, señora Castellanos, seguramente fue después de tomar ese taller de escritura que tanto me ha revolucionado; cuando lo pienso, me sorprende que antes de eso haya vivido sin saber casi nada de su existencia, sin haberme llenado de nostalgia por sus letras; qué manera de sentir, de dibujar con las letras, de desdoblarse en la hoja… Por temor a que me cambien el título y que mi admiración muera en anonimato, lo expreso nuevamente en estas líneas, señora Rosario Castellanos, soy su más grande admiradora.
Fíjese, de no haber sucedido ese incidente tan absurdo como injusto en Tel Aviv, Israel, hoy estaría cumpliendo 95 años. Quién sabe cuántos libros más habría escrito, cuántos discursos nos habrían conmovido, cuántos cursos habría dado, a lo mejor usted si hubiera podido impartir curso para la Brigada de Leer en Libertad. Hasta dónde habría llegado, señora Castellanos.
Pero permítame tantito, deje atiendo el negocio y le sigo platicando.
Rosario Castellanos nació el 25 de mayo de 1925, en la CDMX; escritora, periodista, diplomática, una de las literatas mexicanas más importantes del siglo XX. Pasó su niñez en Chiapas, en una hacienda familiar en el poblado de Comitán, región maya del sur de México. Tenía siete años cuando su hermano menor murió a causa de una apendicitis, este hecho la marca profundamente, sumada a la perdida una extraña culpa proveniente de los lamentos de su madre por haber perdido al varón y no a la mujercita, se adhiere a ella, y comienza a notar las diferencias tan grandes que hay entre mujeres y hombres (para muestra, el cuento Primera Revelación). A partir de ahí, la relación con su madre fue deteriorándose y la pequeña Rosario encontró refugio en los brazos de su nana, Rufina, con quién disfrutaba escuchando las historias y saberes de los pueblos indígenas. Esa conexión sembró en Rosario empatía y preocupación por los marginados indígenas, estos sentimientos los plasmó en su trilogía indigenista (narración hecha desde el punto de vista mestizo), conformada por las obras: Balún-Canán (1957, Oficio de Tinieblas (1962) y el libro de cuentos Ciudad Real (1960). A través de sus personajes y del uso agudo de la narrativa, Rosario señala las diferencias e injusticias y de manera casi casual confronta al lector con la finalidad de que cuestione y reflexione desde los distintos puntos de vista que provee.
¿Qué pensaría ahora sobre la situación de los indígenas? Sí viera que sigue el despojo, el atropello, el mal miramiento.
Con 16 años comenzó a escribir y publicar poesía en un diario de Tuxtla Gutiérrez. Es por medio de la poesía que una puede percibir el crecimiento, como va madurando su voz y sus ideas. En un principio sus poemas están llenos de paisajes, de tonos verdes, de emociones livianas; pero, conforme conoce y se mueve por el mundo, su poesía se torna más urbana, el verde y la ternura se desvanecen, dando paso a ambientes profundos y melancólicos.
A los 25 años regresó a la CDMX e ingresó a la Universidad Autónoma de México, dónde se graduó como maestra de filosofía. Durante ese tiempo comenzó a relacionarse y crecer a lado de otras figuras enormes de la literatura, como Ernesto Cardenal, Jaime Sabines, Dolores Castro, Augusto Monterroso, por mencionar a algunos. A causa de su desempeño académico, recibe una beca con la que viaja a España para estudiar Estética. A su regreso en tierras mexicanas comenzó a dar clases en su propia casa universitaria, además de la Universidad de Wisconsin, de Indiana y de la Estatal de Colorado. También fue promotora del Instituto Chiapaneco de la Cultura y del Instituto Nacional Indigenista.
En 1971, Castellanos fue nombrada embajadora en Israel. Ahí trabajó dando una cátedra en la Universidad Hebrea de Jerusalén, lugar que la apreció y valoró como no lo hacían en su tierra. Como embajadora construyó puentes entre las dos culturas apoyándose en su puesto como periodista del Excelsior, mantuvo y enriqueció la relación entre ambas naciones y publicó numerosas crónicas, un compilado de ellas viven en el libro Mujer de Palabras. Artículos Rescatados de Rosario Castellanos (2004) de Andrea Reyes, editorial CONACULTA.
Permítame hacerle saber, que lo que más admiro de usted, señora Castellanos, es su ambivalencia y su capacidad para mantenerse congruente y leal a sus ideas. Si en la poesía usted se mostraba como alma frágil, dolorida y entregada, su prosa era sagaz e irónica. Le dio voz a la mujer de clase media, la que se levanta a las 3 de la mañana porque el esposo llegó de la junta con sus alcoholes encima. Una se encuentra fácilmente en sus textos y no solo a sí misma, también se encuentra a la mamá, a la hermana, a la abuela. Álbum de familia (1971), es sin duda uno de los mejores ejemplos que ha habido y que habrá para vislumbrar el rol de la mujer en la sociedad mexicana (Para muestra, el cuento Lección de cocina). Pero ¿qué decir de sus ensayos? La influencia de Simone de Beauvoir, pero situada en México, en este país tan machista, tan desigual ¿quién más iba a cuestionar la falta de mujeres en la creación intelectual o cultural?, ¿quién iba a señalar las absurdas contradicciones de la mujer considerada como “realizada” por ser ama de casa y/o madre?, ¿quién iba a notificar que bajo el mismo techo se viven realidades tan distintas entre patrones y domesticas? Y a su vez, quién iba a describir con tanta claridad el desamor, la desilusión, la soledad, esas penas tan individuales con las conecta con todas y todos.
Entre sus puntos más altos, destaca su discurso ante el presidente Luis Echeverría Álvarez, que en realidad es el ensayo La abnegación, una virtud loca, en 1971, dónde denunció públicamente las trabas que padecen las mujeres para realizarse y señaló la simulación de equidad por medio del voto femenino. Además de todo lo anterior, fue precursora del feminismo en México.
Hoy se cumplen 95 años de su nacimiento, señora Rosario y usted ya no está aquí, pero sigue siendo ejemplo de las mujeres que soñamos con alcanzar lo que nos proponemos y que queremos mejorar nuestro pedacito de suelo, por eso y más, soy (al igual que muchas otras) su más grande admiradora.
marianela@adncultura.org