Tres caballitos de mar | Debajo de mi lengua habita un alacrán | De Eliot Panzacola

Tres caballitos de mar

A orillas del muelle, el día que el mar vomitó y dejó un olor repulsivo en el pueblo, fueron atrapados tres caballitos de mar y colocados en una pequeña fuente cuadrada. A los pescadores se les escapó el cuarto. Este descuido los obligó a volver a ordenar las posiciones. En el diseño original, cada hipocampo quedaría en una esquina representando los cuatro puntos cardinales; pero aun así, con los peces incompletos, los pobladores encontraron en el fugitivo al mal agüero que presagiaría más catástrofes. Como sucedió con el pájaro negro enredado en la atarraya de don Anselmo; quien vaticinó la salida del mar. Al final, decidieron colocarlos en medio de la fuente, formando un triángulo imaginario y de espaldas para que no pudieran comunicarse o realizar un plan de escape. También la estructura que los soportaba fue movida. Algunos pretextaron que se quitara del muelle, lejos de la playa para que a los raros equinos les fuera difícil escapar y, a la manera de una procesión sevillana, los condujeron a la plaza central. En el lugar principal de convivencia de la población -además del tradicional quiosco– lo completaba la escultura en bronce de una insípida sirena de rasgos costeños. Aquellos caballitos fueron arrinconados en el lado más sucio y desordenado de la plaza. Sin plantas y flores para disimular la inmundicia, donde los borrachos llegaban a orinar y los pájaros manchaban con sus excreciones. Al verlos tan flacos, algunos habitantes tomaron la costumbre de llevarles pequeños crustáceos para alimentarlos, pero después de cierto tiempo se aburrían y corrían a jugar lotería en los corredores de las principales casas. Aquellas pieles coloridas que tanto habían maravillado a los lugareños, poco a poco se fueron ensombreciendo, a tal grado, que parecían figuras de algún retablo barroco. Pasaron los años y la gente vieja se fue muriendo. Los sobrevivientes de aquel hallazgo convocaron a otra reunión para decidir el destino de los caballitos de mar, pero no hubo mucha participación porque a la mayoría hacía tiempo que ya no le interesaba este asunto. Primero decidieron donarlos a otra población, pero al ver éstos su lamentable aspecto, desistían. Después optaron por regresarlos al mar –¿compasión o remordimiento?–, pero al verlos tan viejos pensaban en otras opciones. Nunca llegaron a nada, y así quedaron los tres caballitos de mar: parados sobre una vieja fuente cuadrada, de espaldas entre sí, con el cuerpecito endurecido y las cabezas flexionadas hacia arriba. ¿Qué esperan? Seguro, de día, saciar la sed y, de noche, nadar en el manto estelar.

 

Debajo de mi lengua habita un alacrán

 

Debajo de mi lengua habita un alacrán. No sé cómo entró ahí, ni me importa. ¿Por qué he de molestarlo si yo mismo soy un pedazo de carne en el paladar de la tierra? Si escogió mi boca como cueva, allá él. Alacrán amarillo, casi transparente. María, la vecina, no volvió a cenar conmigo cuando vio salir de mi boca su cola como espada. Por eso, mientras como o bebo agua, trato de hacerlo de manera correcta: despacio y sin prisas. Pero a veces se me olvida por culpa de la vida acelerada que llevo. Estoy seguro de que encontraré la manera de detener a tiempo mi dentadura impertinente cuando sienta su cuerpecito duro entre la masa del aporreadillo y la tortilla. ¿Cómo evitar la pequeña tragedia? Por las noches, cuando el edificio duerme y yo no puedo hacerlo debido a mi trastorno, el animalito se apiada y clava su aguijón en la punta de mi lengua para depositar dos gotitas viscosas que corren por mi cuerpo y en unos cuantos segundos quedo completamente adormilado. Durante el día, en la calle o en el trabajo, los monosílabos y las gesticulaciones han sustituido a las extensas conversaciones que caracterizaban mi personalidad. Me he percatado que algunos me miran con extrañeza e incluso hasta con horror. Pero esto no seguirá por mucho tiempo, porque presiento que mi estimado huésped, compadecido por este nuevo malestar, alguna de estas noches suministrará totalmente su fluido letal.