Tres poemas de Enzo Farías Molina

LAS AGUAS

 

Agua,

ahora simplemente soy de agua; 

un viaje imperecedero 

que, de la noche a la mañana, 

como torrente ancestral

cruza por orillas imprudentes, 

encumbrado diáfano

para amanecer rendido,

siendo aquella llovizna

que lava tus pies.

 

¿Qué va a ser de nosotros esa penosa madrugada, 

cuando ya no vengas a saludar?

 

Puede que pasemos al olvido,

con los extremos descoloridos

y cansados de buscar

aquellos causes milenarios

con los que tantas veces

nos apaciguaste la sed; 

esos por donde solías transitar,

libre, calmado, colmado, 

con el alma al viento,

chorreando la vida

por llanuras, valles y humedales.

 

Puede que seamos sombra

en las alturas del tiempo, 

consumiendo el aire

mientras intentamos

recordar cuándo y dónde

solía residir aquella inmensidad

que alguna vez se llamó

simplemente mar; 

con los ojos alargados

y las ideas malgastadas,

trazaremos líneas inexactas,

colorearemos contornos imaginarios

con tonos que ya no existirán,

porque será muy tarde,

y no recordaremos

absolutamente nada.

 

¿Qué va a ser de nosotros esa oscura tarde, 

cuando ya no pases por este lugar?

 

¿Quién ira a saber,

dónde encontrarán refugio

aquellas bocas lascivas,

tan entregadas, tan cómplices 

y que arrimadas

al secreto de tus orillas confidentes 

de río volcánico,

de mar desbocado,

de lluvia sin argumentos, 

sobrevivieron mil veces

aturdidas por tanto amor?

 

¿Dónde encontrarán cobijo

tantas criaturas huérfanas

que descansan en tus años, 

en tus confines, en tus posadas, 

y todo cuanto fluye bajo tu manto?

 

¿Acaso hay alguna forma

de dar la vuelta atrás?

Es necesario, es imperioso

que me cuentes tu secreto. 

Porque no siempre voy a estar,

y soy poco más que perecedero,

me agoto con la rapidez de la sal,

y quiero tener la certeza

de que vas a estar bien.

Necesito irme en paz,

sabiendo que pese a todo

algo estamos haciendo bien. 

 

El futuro esplendor,

las lluvias del sur,

los fiordos australes 

y la furia de los ventisqueros

abren su caótico cause

a través de estas venas,  

y siento que estoy más vivo que ayer,

porque hoy, ya soy agua. 

Porque ahora,

simplemente soy de agua.

 

 

SÁBADO

 

Y de pronto es sábado.

Hora de partir.

Los pasos son cortos, fríos,

como la ceniza que no supo renacer.

 

El viento me sospecha,

quedo en evidencia.

Una suerte de auto sabotaje,

la manzana oxidada,

y el hormiguero revolucionado de abajo hacia arriba.

 

Júpiter nos mira

escondido tras sus lunas,

y reflejando su miseria en mí, Calisto.

 

Hace un rato que ya no vendo mi sombra en tus orillas parpadeantes.

Hace un rato que ya no muero a manos del tiempo.

 

Tibieza ancestral,

ruptura milenaria sobre Europa,

la desconsolada brisa de un amanecer rojo y distante, 

estremecido de ida y de vuelta,

con la rítmica de las mareas;

las nubes avanzan frágiles, tranquilas y mudas.

 

Y de pronto es sábado.

Ganímedes lo sabe.

El tenue y fugaz misterio de un espectro

que pierde el equilibrio y su lugar en la carta astral.

 

Ramificado en la espera, no hay rescate que valga.

Mis precipitaciones estiran el vacío. 

Lleno la mitad del vaso que faltaba. 

Probablemente, a la tarde lluevan eclipses.

 

La tierra, el fuego, el agua,

y un cierto magnetismo lunar

le permiten, por un breve lapso, a Ío

reflejar su oscura visión en tu ventana

que, abierta de par en par,

no pierde el tiempo,

incitándome a pasar. 

 

 

CAMPOS DE HIELO

 

Poderosos pasos de fuego y trueno

incendian mis campos de hielo.

A mitad de esta vida el tiempo parece entero,

muerde las palabras, arde y se precipita,

esconde sus laberintos,

quiere guardarlos para más adelante.

Palpitante, friccionado, te quiere muerto en vida.

Este domingo demoró tanto en llegar. 

Cuando amanecí seguía dormido,

mirando nubes por la ventana,

estelas difusas, dibujadas por alguna sonda espacial.

 

Los momentos desaparecen, pero se cargan en la espalda. 

Toda una aventura de relámpagos y lucecitas,

deleites azuzados con la bondad mal entendida y la suspicacia a flor de piel.  

 

El blanco en el blanco,

y yo a nada de volarme la cabeza, 

ruedo por las planicies de un tiempo seguro,

pero que no es lo que esperaba.   

 

Cuando vine, ya todo estaba lejos,

tal y como imaginamos ese día.

Las fonéticas se repiten incansables, nadie respira cerca.

Parece que hoy no habrá sombras para perseguir.

 

Peces desenfocados cobijan mis desvelos,

los huesos talados desde la raíz, la masa ausente;

algo ruge, inconveniente, propenso,

como si un final duro de comprender 

lanzase cien imágenes por minuto,

las desembarcara en la tibieza de los arrullos,

las soportase en los hombros de un péndulo: 

a medio camino entre efemérides y vaho,

entre tormentas elementales y mi carne, que no consigue escapar.

 

 

Temprano ha caído la noche.

Muchos ni se enteran, sometidos a una melodía sucedánea 

—apenas se puede escuchar—;

muchos ni se enteran de que venían muertos desde antes.

Los enfermos despegan hacia el espacio sideral.

 

El sol corrige su posición.

Yo, en tanto, liberado del sosiego,

ordeno las barajas abandonadas, mal repartidas y sin jugar. 

Demasiado frío en la noche, en la boca y en los roces. 

El astro embiste, retrocede los días a su favor,

juega las cartas —ocultas bajo su manga— y se devora mi alma.

Me quedo abierto, rebanado a lo largo: 

partido en dos, luego en cuatro,

en ocho, en dieciséis, en treinta y dos; 

disperso por el aire, repartido a los cuatro vientos.

Ahora faltan demasiadas piezas.

El rompecabezas no se puede rearmar.

 

Quisiera haberme ahogado aquel día,

cuando las olas estaban tan calmadas y yo tan perdido.

 

 

Enzo Farías Molina (Santiago de Chile, 1980)

 

Escritor, compositor y productor musical. Actualmente radicado en el puerto de Coquimbo. Dentro de sus trabajos literarios se encuentra el poemario Libro Negro: Textos y Narraciones Apócrifas (Episodios I y II), compilación de poemas y ejercicios literarios publicados a través de La Página de los Cuentos entre los años 2008 y 2009; ¿Cómo llegamos con vida a este lugar? (2014) y Episodios: Libro Tercero (2017). En 2022 su cuento «El hombre que incendió el mundo» obtuvo el segundo lugar en el III Concurso de Textos Breves Beatriz «Tati» Allende Bussi, organizado por la Plataforma Socialista de Chile. Posteriormente los poemas «Del valle hacia el interior» (2023) y «Las aguas» (2024) fueron reconocidos en las versiones consecutivas ydel Concurso de Poesía Lucila Godoy Alcayaga: Campesina Nuestra organizado por la Ilustre Municipalidad de Coquimbo y Casa de las Artes Rural. Durante el año 2024 participó del Taller Kenningar de la Fundación Pablo Neruda. Algunos de sus trabajos han sido publicados en medios digitales a nivel nacional.

 

Imagen en blanco y negro de un hombre con lentes

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