Área Chica
1
Dijo que era mano cuando le toque los pechos,
la noche marcó un penal.
El interior de mi auto ardía como la perra brava
de los diablos rojos del Toluca.
No podíamos detener el juego,
los corazones latían al encuentro.
La sirena de una patrulla nos hizo huir del estadio.
2
El entrenamiento se daba en mi casa a media semana,
la cita era a las cinco de tarde,
toda la cancha era nuestra.
Inventábamos nuevas reglas para el juego:
había goliza sin que ninguno se sintiera derrotado.
La pasión rodaba sin cesar
llegábamos a tiempos extras.
3
Muchas veces repetimos una jugada,
con el fin de conseguir un potente disparo
para meter un golazo.
4
Antes de ser rivales
habíamos jugado retas
en las calles de nuestras colonias,
yo más que ella
lo confirmaban mis cicatrices.
5
Los tiros de esquina eran un gran reto,
siempre buscaba un toque magistral
para terminar en el fondo de su red.
6
Nunca estuvimos en la banca
competíamos con intensidad los 90 minutos,
los abucheos eran un cero a la izquierda
caer y levantarse era parte del juego,
nadie sale limpio de una barrida.
7
Juntos podábamos el pasto de la cancha
era importante eliminar sus imperfecciones.
Se cuidaron todos los detalles
una piedra entre el césped
podía cambiar el rumbo de los pensamientos.
8
Desde el punto central de la media cancha
los dos deseábamos llegar al área chica,
en el punto penal concluía nuestra mejor jugada,
los banderines al compás del viento festejaban el silbatazo del gol.
9
Durante nuestros partidos
un pase largo resultaba sorpresivo,
ayudaba a dominar el juego
poniendo a prueba nuestro rendimiento.
10
Un tiro libre nos daba la oportunidad
de reanudar nuestra conquista,
los sueños se ponían de pie en las tribunas
a la espera de un gol, al ángulo del destino.
11
Después de los tiempos extras
llegamos a tanda de penales,
todos sus tiros fueron certeros
en este clásico (de amor),
existió un ganador
se llevó el trofeo y los aplausos de la afición
le agregó otra estrella a su escudo.
12
En un entrenamiento me lesioné el tobillo,
por esta razón no pude asistir a los siguientes partidos,
en contra de mi voluntad cambié mi rutina de ejercicios.
Mi uniforme quedó anclado en el armario de mi recámara,
por mensajes de WhatsApp seguí la ruta de su juego,
en una pizarra dibujé nuestras últimas jugadas,
nuestros recuerdos siempre olían a gol.
13
Mi recuperación fue lenta, pero eficaz.
Volví a la cancha con todo, deseaba verla jugar.
En un nuevo encuentro nos miramos a los ojos,
los latidos del corazón midieron la fuerza de nuestros cuerpos,
nos retamos, en un volado decidimos quién iniciaba el juego,
el balón comenzó a rodar sin descanso
esa vez ella jugó con los pensamientos en otro sitio,
en el segundo tiempo realizó una jugada diferente,
provocó un penal en el minuto 87.
Lo cobré sin tanta emoción,
cuando vi el balón en el fondo de la red,
entendí que era otra mujer.
14
Los 3 minutos restantes del partido
se perdieron entre las voces de la afición,
yo había ganado el juego,
más a todo esto me sentía infeliz.
El silbatazo final me dejó lesionado el corazón.