Aviación en Guerrero  (3a Parte)

Aviación en Guerrero  (3a Parte)

 

DE EMOCIONANTES VUELOS, DE "LUZ EN EL CAMPO"

Como una referencia más de las condiciones en las que se volaba en Guerrero (década 1963-73)- Extractaremos algunos pasajes del libro "Luz en el Campo", de Julio Estrada Castañón. "Por el pésimo estado de las carreteras guerrerenses, había en 1963, un intenso tráfico aéreo de pequeñas avionetas de cuatro plazas, principalmente, estos diminutos aeroplanos eran usualmente sobrecargados hasta con siete pasajeros y abundante equipaje.

Había en Chilpancingo viajes regulares a la zona de La Montaña y viajes especiales a la Tierra Caliente. Entre Acapulco y Ometepec viajaba "El carnicero", avión que traía carne de la zona de Ometepec y hacia transporte normalizado de pasajeros.

De Ometepec salían avionetas a las poblaciones vecinas como: Xochistlahuaca, Tlacoachistlahuaca, Hixtepec, Cuajinicuilapa, Pinotepa, San Luis Acatlán y muchas más. De Chilpancingo e Iguala había vuelos regulares a Tlacotepec, que resultaban muy irregulares en "tiempo de aguas", por no haber visibilidad para encontrar el campo entre tantas nubes y montañas.

En la Costa Grande, había intenso movimiento aéreo entre: Zihuatanejo, La Unión, Coahuayutla y Melchor Ocampo (ahora Cd. Lázaro Cardenas, Michoacán). En la Tierra Caliente los campos aéreos de Arcelia y Altamirano, tenían un tráfico de relativa importancia.

Seguramente, había otros muchos vuelos regulares que no vienen a mi memoria, pero de lo que si me acuerdo muy bien, es de lo emocionante que resultaba viajar en esas pequeñas Cesnas (el mayor porcentaje eran aviones de esta clase), algunas de las cuales ya estaban muy deterioradas y eran cargadas generalmente con el mayor peso y volumen posibles.

Digo que era emocionante, porque en un buen número de esos vuelos se sentía la posibilidad de un fatal desenlace. Relataré los viajes aéreos en los que ese sentimiento tuvo algún grado de fundamento. Por carecer de relación cronológica, se mencionarán de acuerdo a la región en donde tuvieron efecto.

 

AERO-ANGUSTIAS EN LA ZONA NAHUATL-MIXTECO – TLAPANECO.

En esta región denominada por los guerrerenses "La Montana", al querer aterrizar en el campo aéreo de Tlapa, estuvimos a punto de chocar con las líneas telefónicas instaladas recientemente, que el piloto no había visto con anterioridad o se había olvidado de que las habían tendido, lo cierto es que, afortunadamente, alcanzó a verlas poco antes de chocar contra ella dando un brusco ascenso.

Como ya no podía tomar altura nuevamente, se clavó hacia el campo en donde dimos un fuerte bote, para en seguida dar otros menores, hasta lograr hacer un alto forzoso en el límite mismo de la pista, la cual como todas las de esta región, era de muy reducidas dimensiones, dado la escasez de terrenos llanos que tiene la entidad en general, pero muy en especial esta zona.

Una de las pistas más pequeñas era la de Cualác, localizada en la cima de un cerro próximo al poblado. Hicimos un vuelo a este lugar acompañando a Arquímides Catalán, electrificador de esta zona y candidato ha diputado de la misma. Lo realizamos con alguna preocupación ya que estábamos enterados de la pequeñez extrema del campo aéreo.

Con gran destreza, el piloto tocó pista a escasos metros de iniciada esta y con todo y ello, tuvo que esforzarse para detener la avioneta en el reducido espacio disponible. Cuando se trató de emprender el regreso, se vio la necesidad de hacer dos vuelos, dada la extensión de la pista y el peso por transportar. En el segundo vuelo Sólo íbamos el piloto y yo pero con el equipaje y numerosos paquetes de papelería, por lo que el avioncito iba bastante pesado.

El piloto tomó pista desde el límite de la misma, acelerando al máximo, pero aun así, al despegar oí una estridente chicharra por lo que le pregunté al piloto de qué se trataba. Me indicó que era la señal de desplome. Como despegamos de un cerro, por fortuna tuvimos espacio debajo de nosotros para elevarnos, salvando las colinas circundantes.

Al poco tiempo de este incidente, otra avioneta quiso aterrizar en este lugar y faltándole pista para hacerlo, hizo una maniobra tal, que quedó boca arriba con las ruedas al aire. Felizmente no hubo pérdidas humanas y ello obligó a los vecinos del poblado a ampliar un poco su aeropista, dentro de los límites que obligaba la topografía del lugar.

En Ahuacuotzingo, si no mal recuerdo, también tuvimos que maniobrar con dificultad, ya que la pista estaba formada por dos faldas de cerros con pendientes encontradas, las que se unían con un pequeño puente. Esto impedía encarrilar o parar fácilmente el avión. Nunca volé a Malinaltepec, pero dentro de aéreas me la recomendaron estas difíciles pistas como especial, pues se trataba de un pequeño llano rodeado de altas montañas a donde había que entrar y salir en tirabuzón.

Afortunadamente no tuve la necesidad de comprobar esta situación. Los avioncitos comerciales, vuelvo a repetir no se encontraban en las mejores condiciones, así recuerdo que en Huamuxtitlán, uno de los empleados de la línea aérea tenía que dar vueltas a la hélice para arrancar el aeroplano. Desgraciadamente no hizo la maniobra con el debido cuidado, ya que vimos como la hélice lo hería, apareciendo en su moreno brazo una blanca raya la que después se convertía en una roja herida, que sangró abundantemente.

Sus compañeros le amarraron unos paliacates y lo llevaron rápidamente al médico los pilotos que volaban en estos lugares eran audaces y aún temerarios. Recuerdo que al finalizar una gira por \"La Montaña\", acompañando al gobernador, se acordó volar de Tlapa a Ometepec, para concluir la gira con un recorrido por Costa Chica.

Como las avionetas tuvieron que hacer varios vuelos para llevar a los funcionarios de un punto a otro, cuando nos tocó hacer el nuestro, resultó que al piloto se la había olvidado cargar combustible. Para colmo, no había visibilidad y cruzábamos una de las áreas más intrincadas de la Sierra Madre del Sur, por lo que creímos que nuestras posibilidades de continuar la gira, se hablan reducido considerablemente. Para nuestra suerte, entre aquél mar de nubes apareció un pequeño punto azul por el que nos colamos, Llegando a un espacio con visibilidad y en parte con el motor y también planeando, logramos llegar con bien a Ometepec.

 

PERIPECIAS AÉREAS EN LA COSTA CHICA

En esta región también me tocó experimentar algunas emociones, las que indudable mente eran agigantadas por el miedo, como fue el caso de un vuelo de reconocimiento que hicimos con don Enrique Carranza, para ver la posibilidad de hacer un aprovechamiento hidroeléctrico en "El Puente", próximo a Xochistlahuaca.

Buscamos en Ometepec al "Bode", un piloto muy experimentado el que desgraciadamente no nos pudo hacer el vuelo. Había sin embargo, otro avioncito disponible el que logramos alquilar para nuestro propósito.

Al abordar el aparato, me di cuenta de sus tristes condiciones, ya que ni la puerta cerraba correctamente y había que ir la jalando para mantenerla cerrada, según el piloto, no había ningún peligro pero yo sentía que en cada viraje me salía del avión e iba agarrado hasta con las uñas de los pies.

Todo terminó con felicidad y aparentemente los riesgos sólo estaban en nuestras mentes. Por este mismo rumbo, hicimos una visita a varios pueblos, teniendo que trasladarnos a algunos de ellos a pie y a caballo. Entre otros, nos acompañaban Francisco Valdéz y Constantino Flores.

Al llegar a Tlacoachistlahuaca, decidimos viajar cómodamente a Ometepec volando. Gran susto nos llevamos en el despegue del avión, ya que conjugadas la pequeñez de la pista, nuestro considerable peso y una cortina de altos árboles que había al final del campo aéreo, hizo que pasáramos rozando las ramas más elevadas de dichos árboles, con lo que tuvimos tema de comentario por varios días.

 

SINGULAR ATERRIZAJE EN COSTA GRANDE

En la Costa Grande no recuerdo aventuras fuertes, porque poco volé en esta región, ya que prácticamente la totalidad de mis viajes los hacía por carretera. Sólo tal vez es de comentarse el vuelo que hicimos en un avión de CFE (Comisión Federal de Electricidad), el que tenía dos hélices, una que operaba hacia el frente en la parte delantera y otra localizada en la parte posterior de la cabina.

Hacíamos el trayecto de Acapulco a Zihuatanejo y no tuvimos incidentes en el viaje, pero al llegar al término de nuestro vuelo y querer aterrizar, un viento de cola hizo que el avión se desviara mucho con respecto al eje de la pista. Afortunadamente, el Cap. Alcaraz con gran habilidad logró corregir la trayectoria del aparato de tal manera, que al tocar tierra su dirección ya no estaba tan desviada y logramos llegar sin novedad.

Nosotros nos asustamos bastante, pero los compañeros de trabajo y autoridades locales que nos esperaban en tierra, al ver las peripecias de nuestro aterrizaje, creyeron que coincidían el fin de nuestro viaje a Zihuatanejo y por este mundo, así nos lo comentaron.

blanca@adncultura.org