José Emilio Pacheco, constructor de la vida cultural del siglo XX en México
- Se recuerda al autor de Las batallas en el desierto en el marco del 80 aniversario de su natalicio
A partir de 1959, los lectores hispanoparlantes han disfrutado de más de 25 títulos, entre ellos No me preguntes cómo pasa el tiempo, Ciudad de la memoria, El principio del placer y Tarde o temprano, obras clave de José Emilio Pacheco, pero el que más lectores tiene es, sin duda, Las batallas en el desierto.
La Secretaría de Cultura, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, recuerda a José Emilio Pacheco Berny (1939-2014), ensayista, poeta, narrador, traductor y académico internacional al cumplirse 80 años de su natalicio.
Reconocido como uno de los constructores de la vida cultural del siglo XX en México, José Emilio Pacheco, además de la creación de su obra, se dedicó a la investigación en el Departamento de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia y a sembrar conocimiento como profesor en universidades de México, Estados Unidos, Inglaterra y Canadá.
El autor de obras que han sido traducidas al inglés, francés, alemán y ruso, dijo al recibir uno de los máximos galardones de España: “La lengua en que nací constituye mi única riqueza".
Entre los pocos escritores generosos dedicados al estudio y ponderación de la obra de otros poetas, como lo hiciera con su texto Ramón López Velarde: La lumbre inmóvil, Pacheco formó parte de la generación conocida como de Medio Siglo, integrada por Carlos Monsiváis, Eduardo Lizalde, Sergio Pitol, Juan Vicente Melo, Vicente Leñero, Juan García Ponce, Sergio Galindo y Salvador Elizondo.
Por su obra obtuvo el Premio Cervantes en 2009. José Antonio Pascual Rodríguez, miembro del jurado de este importante galardón y representante de la Real Academia Española de la Lengua, nombró a José Emilio Pacheco “un poeta excepcional de la vida cotidiana, con una capacidad de crear su propio mundo, una distancia irónica de la realidad cuando es necesario, y un uso lingüístico impecable”.
Respecto a la obra narrativa de Pacheco, la cual brilla por la experimentación en nuevas estructuras y técnicas, ahondó en temas como la pérdida y la singularidad de la niñez, así como en las relaciones afectivas, recurrentes en sus cuentos y novelas, y aspectos todos ellos enmarcados por su preocupación social e histórica de México.
Entre su obra narrativa se encuentran El viento distante (1963), El principio del placer(1972) y Morirás lejos (1967). En poesía sobresalen títulos como Los elementos de la noche (1963), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), Los trabajos del mar(1984), Miro la tierra (1986) y Ciudad de la memoria (1989).
Lector voraz y culto
Como un hombre de biblioteca y un lector voraz y culto lo calificaban sus colegas y amigos; un humanista, una persona fraternal que reflejó en su obra la sencillez de sus palabras y pensamientos, mas no simpleza, decía la mayoría de ellos.
Para Eduardo Langagne, se trata de “un maestro en toda la extensión de la palabra”, en cuya obra “hay una búsqueda de la expresión depurada, pero transparente, que captura realidades diversas y que al capturar esas diversas realidades también las libera”.
Para la poeta Pura López Colomé, "era un hombre que le hablaba a los hombres en un lenguaje carente de artificios y verdaderamente empleado por ellos, comunicándoles un propósito que espontáneamente rebosa sentimientos poderosos y que se concibe, con toda modestia, como un simple traductor de lo que le es dado percibir”.
Entre los galardones que obtuvo están los premios Magda Donato, por Morirás lejos; Xavier Villaurrutia, por El principio del placer; Nacional de Ciencias y Artes; Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y Cervantes. Ocupó un lugar en El Colegio Nacional desde 1986 hasta su muerte y fue profesor distinguido en el Departamento de Español de la Universidad de Maryland, entre otras instituciones.
Como dato curioso, cuando recibió en 2009 el Premio Cervantes en España, depositó en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes un legado que permanece guardado hasta el 21 de abril del 2110. Con ello se convirtió en una de las pocas personalidades del mundo que deja un objeto propio en la antigua cámara acorazada de la sede central del Instituto.
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