El mundo después del dolor
Alan Jafet Salmerón Baños
"¿Explicarlo? No -se dijo-, creerlo, nada más. México no se explica; en México se cree, con furia, con pasión, con desaliento."
La región más transparente, Carlos Fuentes.
Decíamos el otro día entre amigos "¡qué bueno es vivir así como se vive ahora!", se repite entonces entre los vivos que sobreviven a la pandemia. ¿Cómo explicar el dejar de vivir? La muerte ha dejado de ser un problema al mitigar muchas de las enfermedades del siglo antepasado, aún así encontramos la manera de destruirnos, cada vez de una y mil maneras más violentas o surreales. Gracias a los amigos, a lo verdaderos, uno no se pierde, al menos, nos encontramos en la nada.
¿Cómo es que hemos llegado así a este momento? Total, aquí nos tocó caer. En el año 1846, octubre 16, habría de cambiar el mundo para siempre, lo que nos habría de hacer humanos desaparecería, el dolor dejaría de existir. Después de eso el polvo volverá a la tierra, como antes fue, y el espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio. Con el soplo de Dios vino la vida, con ella el dolor.
El suicidio por ideas y sentimientos deja de ser pecado, se vuelve sacrificio por el desapego a nuestro egoísmo terrenal. La mitigación del dolor se volvería la gran panacea, el hombre ya no moriría con él, sería un completo desconocido ¿Habrá quien quiere saber que va a morir? Se desea morir sin saber si se ha vivido. Ahora podemos diagnósticar de qué habremos de morir y, aun así, jamás será un hecho.
¿Te imaginas un mundo sin dolor? Sí, lo imagino, me es lleno y me deja en paz.
El vivir sin dolor es vivir en un sueño, en una fantasía real en la que no existe más que el tiempo. Tenemos entonces la libertad de vivir nuestro tiempo, en paz. ¡Qué afortunados somos! El mundo, a pesar de sus vicios, no debe de estar jamás por encima de la felicidad del hombre.
El mundo existe, con nosotros y sin nuestras voces, ¡Pero qué triste es pensar en una vida sin nosotros! El dolor, su mitigación, su ausencia, nos ha hecho emocionarnos con la idea de no morir, con ello uno se olvida de vivir, olvida uno entonces lo mortal que es. El dolor siempre existe, el tiempo nos lo recuerda.
Vivimos la época del mundo sin el dolor físico y pareciera que buscamos cosas nuevas para hacernos sentir vivos: las drogas, los vicios y el desamor, por ejemplo. El avance tecnologíco en materia de dolor ha permitido nuevas cirugías inimaginadas hace apenas pocos años; la comprensión de las vías del dolor y sus consecuencias en el desarrollo de la vida han detonado un boom en la búsqueda de nuestro entender humano. ¿El día que dejamos de sentir, dejamos de existir?
Se piensa que con el dolor viene la muerte, pero esto no es así. El miedo, sentimiento compartido y remoto por el hombre, nos hace reaccionar por momentos. Le hemos perdido el miedo al dolor, en consecuencia, hemos perdido el poder valorar más allá la vida. Lo invisible siempre será nuestra amenaza latente, tanto el miedo como el amor, ambos motores de nuestras acciones y sentimientos.
Si uno piensa que el dolor es igual a morir se llega al error. Muchos han muerto en vida, ¿Quién no se ha muerto de amor varias veces en la vida? Y aquí siguen.
A través de fármacos, técnicas y comprension biológica hemos podido avanzar hacia la vida sin dolor físico, ¿Dónde hemos dejado lo espiritual? Ello, siempre algo interno que nos mueve, algo realmente importante.
Las manos como los corazones habrán de seguir buscando las maneras de ayudarnos; más que vivir sin dolor, empezar a vivir realmente nuestras vidas. Pareciera ser el amor una respuesta a todo, porque en él se sufre y auyn así se nos cura. Qué bueno estar vivos, qué bueno poder querernos, qué bueno estar a tiempo para poder abrazarnos, por siempre.
Foto de portada: Alan Jafet Salmerón Baños