A mediados de 1940, en un panorama en ascuas por la segunda guerra mundial, un grupo de jóvenes al sur de Francia, realizó el descubrimiento de lo que se suponía era –según rumores- una cueva que guardaba el tesoro de los Labrousse de Laxcaux, una familia noble del siglo XV. En realidad el tesoro tenía otra naturaleza: cuevas con la presencia de arte rupestre; caballos y toros corriendo sobre las piedras desde el Paleolítico superior, con una antigüedad hacia los 17.000 y 18.000 años