Cubofuturismo Ruso:
Vladimir Maiakovski (1893-1930)
Las raíces del Futurismo en el ámbito ruso se encuentra en las protestas que arremeten contra la tradición cercana, como el simbolismo, y que formaba la hegemonía intelectual. Esta disconformidad iba unida a una conciencia de destrucción que encontró su asiento en la lucha del proletariado. Aquello que en principio era una protesta más antiburguesa que revolucionaria en sentido político, en poesía como en arte, se integrarán a partir de 1914, primero, como protestas pacifistas, y después ofrecerán sus progresos de ruptura al proceso pre-revolucionario y, posteriormente, al revolucionario pero en busca siempre de la autonomía y pureza de la palabra.
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El cubofuturismo era, al igual de khlébnikov, Vladimir Maïakovski; cuya poesía era una mezcla de exageraciones extravagantes e imaginaciones egoístas y arduas.
Maïakovski fue un poeta ruso, nacido en 1893. Se lo considera uno de los iniciadores del futurismo ruso, movimiento de vanguardia que proponía:
Declaremos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva; la belleza de la velocidad. Un automóvil de carreras…, un automóvil rugiente, que parece correr sobre una estela de metralla, es más hermoso que la Victoria de Samotracia.
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Maïakovski perfila sus reflexiones, busca el estilo apropiado y, sobre todo, pretende crear una escuela nueva que lo lleva a integrar agrupaciones literarias que, en términos generales, siguen sus prédicas, sus reglas:
1. La poesía es un oficio.
2. La originalidad de los materiales y los procedimientos creativos resultan indispensables.
3. El poeta debe encontrarse siempre en el centro de las cosas y de los acontecimientos sociales. Debe conocer la teoría económica, la vida real, la historia científica. Todo ello es parte vital del trabajo poético.
4. El poeta debe representar los intereses de su clase.
5. Hay que romper con la tesis del arte apolítico.
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El poeta se burla de las corrientes anteriores al movimiento futurista y declara:
La poesía no consiste en levantar la cabeza hacia el cielo en un rapto de inspiración, para que poco después, la celestial poesía descienda sobre la calva del poeta en forma de paloma, avestruz o pavo real.
Para Maïakovski el futurismo era un lenguaje, una posibilidad formal de revestir de signos su utopía: la comunión de los pueblos, la abolición de las clases, el triunfo del proletariado. Su posición de "último poeta", después de la muerte de Khlébnikov, lo transforma en el medio para llevar a cabo la utopía.
Su odio visceral al universo burgués y su combativo espíritu revolucionario se reflejan ya en sus primeras obras: La bofetada a gusto del público y la tragedia. En 1915 apareció una primera versión censurada del libro La nube en pantalones, poemas divididos en tres momentos precedidos por un prólogo. Un poema que rompía con las normas de una tradición poética y con los principios en que se sostenían, porque Vladimir Maiakovski construye un relato contra el arte y el amor burgués y la religión de la sociedad burguesa con una voz que se confunde con el grito, el diálogo y la reflexión a través de un lenguaje poético que inaugura nuevas metáforas que rompen con analogías y fórmulas tradicionales para crear nuevas realidades con otra musicalidad poética.
LA NUBE EN PANTALONES
(fragmento)
3.
¿Qué sentido tiene todo esto?
¿De dónde aparece en la luminosa
alegría este blandir los puños sucios?
Llegaste,
y tu desespero corrió sobre mi cabeza una cortina
que me evitó pensar en el manicomio.
Y
como en la tragedia de un acorazado
entre espasmos asfixiantes
los marineros se lanzan por la escotilla abierta:
a través de
mi ojo desgarrado hasta el grito
salía, enloquecido, Burliuk.
Casi ensangrentados sus sufridos párpados
salió,
se incorporó,
se acercó
y con ternura inesperada en un hombre grueso
de pronto dijo:
«¡Qué bueno!».
¡Qué bueno cuando una blusa amarilla protege
tu alma de las miradas ajenas!
¡Qué bueno
si cuando te lanzan a los dientes del patíbulo
alcanzas a gritar:
«Tomen cacao de Van Gutten»!
Y este segundo
fuego de bengala,
sonoro,
no lo cambiaría por nada
ni por mi propio pico
Y entre el humo de tabaco,
como una copa de licor,
se alarga la cara abotagada-ebria de Severianin.
¿Cómo se atreve a llamarse poeta
y gorjear tan gris como una codorniz?
Hoy
hace falta
pegarle duro al cerebro del mundo
con una manopla.
Usted
a quien inquieta este solo pensamiento
«¿bailo elegantemente?»
mire cómo me divierto
yo:
¡chulo de plaza
y tahúr de naipes!
A ustedes
por el amor reblandecidos,
que durante siglos
sólo han vertido lágrimas,
los dejaré,
me pondré el sol de monóculo
en el ojo bien abierto.
Y ataviado de este modo increíble
iré por la tierra
para gustarles aunque los queme
y atado a una cadenita,
abriéndome camino, pasearé a Napoleón como a un dogo enano.
La tierra entera se tenderá como una mujer,
agitará sus carnes, ansiosa por entregarse.
Sus ropas cobrarán vida
y los labios de sus ropas
sisearán zalameros:
«¡Precioso, precioso, precioso!».
De pronto
los nubarrones
y todo lo demás nuboso
levanta en el cielo una gran agitación
como si obreros vestidos de blanco se dispersaran
tras declararle una airada huelga al cielo.
De detrás de una nube, un trueno, furioso, salió
y se sonó las narices desafiante.
El rostro del cielo se crispó por un segundo
con la mueca severa del férreo Bismark.
Y alguien
enredado en los lazos del cielo
alargó sus brazos a un café:
de una manera algo femenina,
como tiernamente,
y también como la cureña de un cañón.
¿Usted piensa
que el sol, tierno,
palmea la mejilla del café?
Pues no, es el general Galiffet
que va a fusilar a los rebeldes.
Sáquense, transeúntes, las manos de los bolsillos:
cojan una piedra, un cuchillo, una bomba,
y si alguien no tiene manos
que venga a golpear con su frente.
¡Vayan los hambrientos,
los sudorosos,
los sumisos,
los podridos en lo pulgoso y sucio!
¡Vengan
los lunes y los martes,
coloreémoslos con sangre como días feriados!
¡Que la tierra se acuerde al sentir los cuchillos
de aquellos que quiso ultrajar!
¡La tierra,
cebada como una amante
de las ya usadas por Rothschild!
Para que los estandartes restallen en el ardor de la metralla
como en cada fiesta que se digne de serlo:
levanten
a la altura de los faroles
los cuerpos ensangrentados de los tenderos.
Blasfemando,
implorando,
acuchillando,
pasando por sobre alguien,
para hundir sus dientes en el costado,
en el cielo, rojo como la marsellesa,
temblaba, palmándola, el crepúsculo.
La locura absoluta.
Pero no pasará nada.
Caerá la noche,
morderá algo,
y se lo tragará.
¿No ve
que el cielo vuelve a ofrecer como un Judas
un puñado de estrellas salpicadas de traición?
Y por fin cae la noche.
Festeja como Mamai,
posando su trasero sobre la ciudad.
Esta noche, tan negra como Azef,
no habrá ojos que la atraviesen.
Encogido en el fondo de tabernas,
me erizo. Riego con vino mi alma y el mantel
y veo:
en un rincón –mis ojos redondos como platos–
los ojos de la Virgen se me meten en el corazón.
¡Qué sentido tiene ofrecer su resplandor
pintado a esta turba tabernaria!
¿No ves que otra vez
en lugar de al ultrajado en el Gólgota
prefieren a Barrabás?
Quizá yo, a propósito,
entre el amasijo humano,
no muestro un rostro más nuevo.
Aunque yo,
quizá,
sea el más hermoso
de todos tus hijos.
Dales a ellos
enmohecidos en su alegría
la muerte rápida del tiempo.
Para que haya niños los jóvenes deben
crecer, hacerse padres,
las jóvenes, embarazarse.
Y a los recién nacidos déjenles
crecer las escrutadoras canas de los magos,
y vendrán
y bautizarán a los niños
con nombres tomados de mis versos.
Yo, que he cantado la máquina y a Inglaterra,
acaso, simplemente,
en el más común de los Evangelios,
soy el decimotercer apóstol.
Y mientras mi voz
obscenamente ulula
hora tras hora,
días enteros,
Jesús Cristo, quizá, aspira el olor
del nomeolvides de mi alma.
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https://poemasfuturistas.blogspot.com/2012/05/poema-futurista-la-nube-en-pantalones.html
http://leedor.com/2018/07/19/vladimir-maiakovski-el-futurismo-ruso/
https://antorcha.webcindario.com/liter/maiakovski.htm
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