Humedades
El sillón oscuro, suave y enorme lleno de descubrimiento. Deseo. No sabía cuantas fibras nerviosas tenía la piel de ciertos “no lugares” hasta que pasaste tus dedos sobre ellas. Encendiste un calor que bajaba de mis caderas y se hacía líquido como mi lengua, en mis senos se tensaban cimas que querían rozarse con tu pecho pálido y suave. La pelvis que, inexorablemente, buscaba la tuya se movía acomodando la vulva en un espacio estratégico. Placer. Sentí tu sangre. Al oído: “¿te gusta?” “Me gustan tus sorpresas, tu aroma y tus muñecas delgadas” luego empezó a lamerlas. Mordí tu cuello “qué lástima que no podamos quitarnos toda la ropa…” Subíamos el volumen de la tele después de comer en mi casa, se escuchaban tiroteos en las pelis -buscábamos las más ruidosas- o canciones de rock en VH1 mientras se susurraban dulces obscenidades, caricias, jadeos. Jalaba tu pelo, mordía la comisura de tu boca y me montaba en ti.
Nos formaron en una moral religiosa en la que el cuerpo es un secreto maligno y sus sensaciones perversas. No preguntes, no te toques, no te mires, no goces: es malo. ¿Cómo iba a ser “eso” malo, si nos hacía tan felices? ¿Cómo no buscar que se repitiera una y otra vez, que se postergara más, que no terminara nunca?
Una mañana que hubo pocas clases llegamos muy temprano a su casa. “¿Mamá?” gritó él “¿ya te fuiste?” Insistió. Una mirada juguetona y una oleada de emoción sacudió nuestra cuerpa. “¿Y si llega tu hermana?” “Está en en el hospital, hoy sale tarde” “¿Y Aldo?” “Está haciendo sus prácticas” Llegamos hasta su cuarto con el corazón como una bomba de tiempo. La humedad tenía una fuerza expansiva: recorría un camino que iba desde mi paladar hasta mis hombros, doblaba por la espalda y volvía al ombligo en un abrazo largo y gozoso, bajaba a la puntita de los labios no bucales; el juego empezaba otra vez. Se despidieron converses, playeras y pantalones. Me recostó con mucho cuidado, olió mi pecho y caminó por él con la nariz, mordió uno de mis pezones. Un gemido que venía de lugares remotos como los que deformaron a la Pangea atravesó mi diafragma. Se detuvo en seco. “¿Qué pasó? ¿Ha llegado alguien?” Pánico. Sonrió, me abrazo, se metió en mi pelo y pasó sus manos sobre mi silueta. “Eres una diosa Elisa” Sonreí y lo jalé hacia mí. Sus dedos se metieron en la espesura “prohibida” y encontraron un hilo de sensaciones que provocaron escalofríos en la nuca, nalgas y llegaron hasta las rodillas. Abrí las piernas. Me tomó de la cintura y me miró de una forma muy extraña. “¿Arriba o abajo?” “Arriba” dije. Besos largos y sorpresas sensoriales, guturales, oníricas con las costillas, la vagina, entre los dedos y las plantas de los pies. Besé los suyos. “Te amo Elisa, me encantas, de verdad me encantas… espera, deja ir por algo” dijo. Se lanzó de la litera con un zarpazo y escuché cómo se cerraban y abrían cajones, crujían bolsas, se abrían cierres. Después de un par de minutos, regresó decepcionado. “No tengo condones” “Yaaa, no te preocupes, ven, mi primo me dijo que puedes eyacular afuera” Abrió los ojos de plato “¿En serio?” Corrió hacia la cama, me abrazó con fuerza y me besó la cara, los párpados… reanudamos el ritual de humedades, temblores y caricias.
Estática y silencio, sus manos tomaron mi rostro y con mirada de cíclope susurró “No, mejor no, no sé como salirme, que tal si me vengo en ti, prometo tener todo listo la próxima vez…” “Pero yo quiero…” insistí. Frustración. “No, Lis en realidad no quieres. Sí quieres esto, pero no quieres un bebé, me lo has dicho mil veces: cero hijos y yo tampoco, no ahora, te amo pero no sé… déjame intentar algo.” Sentí un poco de enojo y alivio a la vez, como que no entendía. Encendió su compu, dejó correr una pieza: Concierto 2 en C menor Op. 18, Rachmaninoff .“¿Me dejas besarte?” “Pero si lo has hecho toda la mañana” Me miró a los ojos y luego mi pubis “Pero, pero, pero…” “¿Me dejas?” Catástrofe, nuca esperé que me pidiera algo así, de hecho no pensé que algo así se pudiera hacer… “Yaaa, tranquila, si no quieres está bien” “Es que.. no sé si quiero… no sé qué va a pasar, me da pena…” “Ven ¿Ya te dije que te amo verdad?” susurró. “Sí” y metió su lengua a mi oído. Explosión en el pecho, otro gemido, sentí su pene pegado a mi pierna, estábamos recostados de lado. Cerré los ojos. Me acomodó y se puso frente a mi, flexionó mis rodillas, miró mis muslos mordió y besó mis pantorrillas, llegó a la entrepierna y beso mi sexo, su lengua derribó toda resistencia, otra vez. Los otros labios se juntaron con los suyos y descubrieron mi clítoris. Cero maldad, cero pudor, cero moral. Me dejé ir por un sendero de jugos y placer. Había un concierto al fondo y otro en la cuerpa con un ritmo propio. Silencio y oscuridad.
Una ola de agua hirviendo salió de mí después de un gemido largo que detuvo el tiempo. Un goce indescriptible, como un toque eléctrico infinito y breve a la vez. Escuché a lo lejos “…me voy a venir Elisa, no puedo más…” Creo que él se masturbaba mientras me lamía. Ni cuenta me di. ”Voy a traer algo para limpiarme” Asentí, todavía sintiendo cosquillas en la vulva, exploré el rastro de la fiesta; era enorme. En su cama parecía que hubiesen derramado agua, me toqué, sentí una sustancia viscosa entre los dedos, la llevé a la nariz… Olía raro y a la vez semejante a otra cosa… La frialdad de las sábanas me regresaron al mundo. Identifiqué el aroma: ¡creo es orina! ¡ay nooo! ¡qué pena! pero ¿qué me pasó? en internet no me advirtieron ¿Qué voy a hacer?… “¿Todo bien Lis? ¿te gustó? fue… increíble. No voy a poder dormir hoy, ni mañana, es más no voy a dejar de pensar en ti hasta que pueda penetrarte con mi lengua o con mi pene.” No presté atención, estaba avergonzada, temía que el aroma me delatara. Subió a abrazarme y me extendió una caja de pañuelos desechables. Simulé una sonrisa y traté de esconder el rastro del delito, me senté. ¿Cómo alguien puede orinar sin darse cuenta en su primera vez? Pero si ni primera vez fue, no hubo exactamente penetración… Quería llorar “¿Estás bien?” dijo preocupado “¿Te lastimé?“ No, no, sólo… quiero bañarme, no puedo llegar a la casa así, tengo clase de inglés por la tarde” Su sonrisa era enorme. “Sí, entiendo ¿nos bañamos juntos?” él estaba feliz.“¡Noo!” Se sorprendió. “¿Por qué?” “…este ¿qué tal sí llega tu mamá o alguno de tus hermanos, qué les vas a decir si llegan?” “Que hice el amor con la mujer más bonita del mundo” Me enojé “Ya… no seas payaso, déjame entrar a la ducha… y… me llevaré esta sábana hasta allá… no vaya a ser” Él en pleno desconcierto me pidió un beso y yo me negué. Intenté lavar en la regadera la única ropa de cama que pude llevar a la tina y me disculpé diciéndole que tenía prisa. Beso fugaz.
“Hola guapa ¿Cómo estás? no me pude concentrar en todo el día, no dejaba de recorrer tu cuerpo, de regreso a casa puse una y otra vez el concierto 2, cierro los ojos y te veo, te saboreo. No entregaré la tarea de ciencias” “Bien, sí… -seguía apenada ¿se habrá dado cuenta?- ¿pero llevarás el libro de Bioquímica, no? ¿a qué hora llegó tu familia?” No sabía como preguntarle si en el resto de las sábanas había quedado rastro nuestro, el horroroso mío, más bien. “Sí, pasé a la biblioteca después de comer y me quedé un rato en las canchas. Llegaron como a las seis” “¿Recogiste las ruinas de nuestra odisea?” “Si… muy a pesar mío eché las sábanas a la lavadora, quería conservar tu aroma, pero justo cuando llegué moría de hambre, preparé cereal, Aldo llegó a chingar como siempre y derramé todo” Alivio sideral… “¿En dónde, en la cama?” “Sí” “¿Y no se quedó un aroma raro en el ambiente?” “No ¿por? Bueno sí… -taquicardia de nuevo, vergüenza total- Tu perfume se quedó en mi almohada, su aroma es embriagador, no dejo de olerla, temo que se vaya, hoy dormiré deliciosamente” Suspiro de alivio. “Vale pues me tengo que ir, debo estudiar el cuadro de Historia, gracias por descubrirme así” “Te amo Elisa, gracias a ti por existir”. Después de un suspiro y de colgar me metí a internet…
¡Húmeda y Rica Eyaculación Femenina!
Ramona Pez . Zulema Gelover Reyes (1981). Escritora, gestora cultural, profesora universitaria. Estudió filosofía, antropología, teoría de género y ciencias sociales. Disfruta hacer danza tanto como nadar en la mar, leer historias hechas por mujeres y escuchar música. Es miembra de Nido de Luciérnagas, Casa Común y Marejada Colectiva feminista en Zihuatanejo, Guerrero así como de Cometa y Mar, canal de youtube con perspectiva de género para niñas y niños.