La Mar
“Me encontraba frente al mar rumiando vergüenzas antiguas y recientes.
La ridiculez de ocuparse de uno mismo
cuando bajo los ojos tiene el más vasto de los espectáculos,
no me pasó inadvertida.
Por eso cambié enseguida de tema.”
E. M. Cioran
De las cosas del mundo, lo único que extraño es la mar. Ir a sentarme junto a ella, regocijarme al contemplar el abismo de sus infinitas aguas. Nunca me pareció más peligroso acudir a su llamado en pleno día y con el sol radiante. Incluso mi abuelo, le teme más a un virus que nunca ha visto, que a la furia del océano.
Desde el jardín de mi casa no se puede ver la mar, incluso teniéndola tan cerca, pues la cubren los grandes edificios, de hecho, ahora que lo pienso, pocas veces he tenido la dicha de dormir viéndola a los ojos.
Bestia infatigable, me pregunto ¿Qué pensarían los antiguos al contemplarte por primera vez? Trato de evocar su memoria, pero todavía no soy digno de tales saberes.
A Acapulco lo definen las montañas y la mar, aunque ahora uno podría sentirse presa de ambas, hace tanto tiempo ya que no podemos ir con libertad hacia ustedes.
No he sido bendecido con el don de recordar el futuro, pero si pudiera hacerlo, me gustaría evocar la ocasión en la que pueda volver a ti. De ser aquel niño que con devoción te susurre, -todavía no-, -déjame quedarme un ratito más- cuando al llegar la tarde deba marcharme.
Me resulta cómico, como la naturaleza es indiferente al dolor humano, como la mar a sabiendas de que hoy no podemos acudir a sus brazos, no hace más que pavonearse y aclarar cada vez más sus aguas, seguro que mis paisanos (aquellos con los que comparto el mismo paisaje) también extrañan la mar.