Literatura Guerrerense: Gaba Romualdo

Literatura Guerrerense:

Dos poemas de Gaba Romualdo

 

 

 

DONDE EL ÁRBOL GENEALÓGICO SE DETIENE

 

I

No es más molesta una piedra en el zapato,

que una astilla alojada bajo el cuero de la mano.

 

No es lo mismo una piedra

que la ínfima parte de un trozo de madera.

 

II

Las piedras dentro del zapato, son moscas

insistentes acechando un cadáver y después

a un plato de comida fuera de la vista. Un movimiento y se van.

Son como el aire del ventilador alterando el orden,

perturbando las hojas de una novela,

pero nunca igual a un nudillo de la mano

grávido de una esquirla de palmera.

Y que las contracciones de la dermis

por hacerle salir y que ese dolor punzante de empujarlo  

y acomodarte la cosa con los dedos hasta que solita empieza

a emerger. Y luego mirarla con asombro. Y al final el alivio,

y un ardor en la hondonada que te quedó.

 

III

Cómo parir, lo aprendí del desafortunado parto de mi madre,

que no tuvo idea de lo que sucedería ese día, a ella la médico

solo la citó un miércoles veintisiete, y llegó asumiendo que sería

como una extracción de muela o que la cigüeña llegaría conmigo

colgando de su pico, hasta que se vio sobre una camilla,

con las piernas abiertas y a mi padre llorando porque creía que

nos íbamos a morir.

 

Los niños de antes no escuchaban las conversaciones de los adultos,

los adultos de antes, dejaban que los futuros mayores aprendieran solos.

Los simultáneos a mis padres, a nosotros tampoco nos enseñaron,

solo que mis simultáneos y yo, tuvimos los comerciales de después de

las diez pe-eme, la internet, las clases sobre sexualidad y anticonceptivos.

Tuvimos más la calle, donde aprendimos clasificación ce y de en la televisión;

ruda, alcaravea, misoprostol.

 

Hacerla de comadrona, ayudando a mi cuero a parir una astilla,

también lo aprendí del parto de mi hermana. Sé de memoria su parto.

Igual que el de mi madre. Su criatura venía oblicua. Una enfermera

subió a un banco y de una y un tronido le acomodó al hijo de su erotismo

y entrañas. Para que fácilmente pudiera inundarse de luz la sala.

 

Parir también me lo enseñó mi regla, desde los trece. Una mañana

en la que grité hacia mis adentros. En silencio. Porque tenía un lamparón

escarlata y renegrido en mis bragas, y un banco de pirañas mordiéndome

por dentro. Para luego confesarle a mi madre. En silencio. En un papelito.

Me vino la regla.

 

Ella me enseñó así. A guardar algunos silencios.

Porque Ella aprendió así, por eso no la culpo.

 

IV

Así sin querer queriendo, aprendí a parir.

Aprender se lo debía a mi madre.

Aunque siempre le seguiré debiendo.

Hubiera querido saber cómo nacer. Para deberle menos.

Lo digo por sus llagas. Mi madre. Cristo con útero,

bañado en sangre sobre una camilla solo para escucharme

llorar por no sé cuántos años

 

Mamá tengo hambre, tengo frío, me duele, me han lastimado.

 

Ella por amor, por perpetuar la sangre

 

No es lo mismo una piedra en el zapato,

que una astilla en la mano,

y desembarazarse de una astilla encajada en la mano,

de un mequetrefe, o con mención honorífica de la escuela,

no es lo mismo que parir un grupo perfecto de células

que después te llamaran mamá.

 

No es lo mismo deberle a mi madre,

a que alguien me deba por haberle engendrado.

Aunque esta deuda es equivalente.

 

Aprendí a bien desembarazarme,

 de astillas, broncas, vicios y malos amores,

para que pueda despreocuparse por mí,

pero sin sembrar más deudas,

para que se convenza de que si decidí estar sola

es porque así estoy bien acompañada,

aunque haya un niño de diferencia,

entre que alguien o nadie pueda llamarme madre.

 

* * * * *

 

PATA DE PERRO

Todos los hombres somos iguales,

los perros también.

Reniego por ser del hombre,

entraña de hombre,

razón de hombre,

ojo de hombre.

Por eso, que me trague la tierra y me escupa en perra.

Renuncio, quiero ser perra,

amanecer ladrando,

acicalándome las patas con la lengua.

 

Quiero sinrazón de perra,

libertad,

desvergüenza,

andar por ahí pasando de largo,

peinada por el aire,

improvisando siempre,

meando banquetas,

dejando mi mierda en la iglesia,

cagarme en la puerta

de todos los sistemas.

 

Quiero ser perra, 

la impotencia para escribir versos,

dominguear a diario,

sin un peso,

en un patio,

en una acera cualquiera

dejar esta humanidad que apesta.

 

Quiero ser perra,

callejera,

precisa,

sin suspicacia.

Sed de perra, beber los charcos.

Quiero el hambre que no siempre tengo,

ser parte del mundo a la manera del cielo,

pertenecer afuera, circular como el viento,

ser mía, que nadie me reclame.

 

Quiero ser perra, aprender solo así,

quizá, a amar al hombre,

quiero vernos desde unos ojos de bestia,

comprender por fin,

quizá,

qué ve en nosotros nuestro amigo,

el perro.

 

 

 

 

Gaba Romualdo
Gaba Romualdo, escritora

 

Gaba Romualdo (Acapulco, Gro, 1985)

Reside en Tecpan de Galeana. Es Autora de una  obra publicada, con Katàbasis Editores. Sus textos también han sido publicados en las páginas de Kaleido Revista literaria, Caracol azul y en la Revista Intropia, revista digital ,en España, durante el año  2018 y parte del 2017. 

Actualmente, dirige el proyecto "Periódico Poético", un medio de divulgación literaria, con el fin de promover la lectura.