Prácticas agroecológicas: alternativas al uso de glifosato
¿Hay alternativas al glifosato?
¿Qué sigue después del decreto?
¿Cuáles son los desafíos?
Antecedentes sobre debate actual
A principios de 1970 entró a México sin ningún tipo de restricciones la sustancia química bautizada como glifosato,[1] ingrediente activo de muchos herbicidas, y acompañado de una majestuosidad de agrotoxicos[2] que “nos devolverían un sistema de producción agroalimentario excepto de modelos tradicionales”. Con su llegada a nuestro país, su presencia se ha extendido, en especial en la agricultura intensiva, sin descartar a los pequeños productores, que desde entonces son sometidos por estas sustancias en diferentes regiones del país, como algo indispensable para hacer agricultura, impulsadas desde la visión occidental por instituciones educativas, organismos internacionales y gobiernos de diferentes niveles.
En años recientes, diferentes estudios científicos han documentado que el glifosato es altamente nocivo para la salud humana, así como en polinizadores y especies acuáticas. De hecho, no solo lo utilizan los agricultores, sino también muchas administraciones públicas y privadas para mantener bajo control, lo que denominan como “malas hierbas o malezas”. En cuantiosos años de dura advertencia por parte de asociaciones, el tema ha cobrado mayor relevancia tras la contundente afirmación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el 2015, al describir al glifosato como: “probable cancerígeno para los seres humanos”. A pesar de estar clasificado por la Agencia Internacional del Cáncer (IARC) el glifosato es uno de los herbicidas más usados en México, fabricado por la multinacional Monsanto, fusionado con Bayer desde el 2018, la cual arroja un control absoluto en la venta de semillas y pesticidas por encima de un 80% en todo el mundo. Aunque no hay datos fiables sobre la cantidad de glifosato que se utiliza en nuestro país, sí se sabe que la Secretaría de Medio Ambiente impidió la importación de 67,000 toneladas entre diciembre de 2019 y agosto de 2020.[3]
Entre los 140 ingredientes activos que aún se comercializan en México,[4] pese a estar prohibidos en otros países, hay sustancias que la evidencia científica muestra que causan cuatro tipos de cáncer: hepático, riñón, páncreas y linfoma. También, está vinculado con otros efectos, tanto por su uso directo por parte de agricultores/as y operarios/as como por la exposición indirecta de la población: reproductivos (mayor frecuencia de abortos y defectos de nacimiento), neurológicos (mayor frecuencia de Parkinson), hormonales (alteraciones endocrinas), entre otros.
Por ejemplo, en el 2016 un estudio realizado por el Instituto Medioambiental de Munich encontró restos del pesticida hasta en 14 de las marcas de cerveza alemanas más populares. En Estados Unidos, un estudio confirmó la presencia de esta sustancia “en casi todas las bebidas para adultos”. En agosto del de 2018, otro informe del Environmental Working Group (EWG) confirmó la presencia de esta sustancia incluso en los cereales de los niños. En México, entre el 2018 y 2019, un estudio realizado por la Universidad de Guadalajara describe cómo el glifosato apareció en la orina de 146 niños. En 2020, otro estudio elaborado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) encontró que en el 27% de las tortillas que se consumen en México había rastros del herbicida. El mismo Conacyt específica que se ha localizado glifosato en fluidos (leche materna, sangre y orina) de agricultores y sus familias en México, particularmente en infantes, adolescentes y adultos de comunidades de Campeche, Yucatán y Jalisco.
Dichas alteraciones también han afectado al desplome que sufren especies como las abejas y otros polinizadores. Pues, más del 75 % de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización. Los polinizadores, como las abejas, mariposas, pájaros, polillas, escarabajos e incluso los murciélagos, ayudan a que las plantas fructifiquen. Cabe resaltar que más del 35% de la producción mundial de cultivos dependen de polinizadores como las abejas. En Europa y Estados Unidos es donde más se ha documentado la muerte de abejas por el exceso indiscriminado de glifosato; en estas regiones se calcula que cada año mueren entre el 30 y 50% de las colonias.
El caso peculiar de México, en 2016 hubo pérdida del 60% de abejas melíferas en la Comarca Lagunera. Otro caso más reciente, fue en la comunidad maya de Dzonot Carretero, Yucatán, donde murieron 180 colonias de abejas, debido a fumigaciones aéreas de cultivos de maíz y soya en medio de la selva. Eventos que han generado resonancia en la comunidad y el país, mediante movilizaciones[5] muy marcadas contra la siembra de cultivos transgénicos y el uso del herbicida glifosato.
Decreto que prohíbe el uso de glifosato
El pasado 31 de diciembre del 2020 se publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el decreto que marca la prohibición de maíz transgénico y la prohibición progresiva de glifosato hacia 2024.[6] El decreto resalta en el artículo primero y sexto la sustitución gradual sobre el uso, adquisición, distribución, promoción e importación de la sustancia química denominada glifosato. Y la protección especial del maíz nativo, la milpa, la riqueza biocultural de las comunidades campesinas e indígenas, el patrimonio gastronómico y la salud de las mexicanas y los mexicanos, con el cierre de puertas al maíz genéticamente modificado. El decreto robustece otras acciones como la Ley para la Protección del Maíz Nativo, el etiquetado de los alimentos industrializados, y varios programas agroecológicos que empiezan a tomar rumbo en diferentes regiones del país.
Haber prohibido en México la siembra de maíz transgénico[7] y la eliminación gradual de glifosato, es sin duda un gran paso a favor de la biodiversidad y la vida. Esta acción nos acerca más a alcanzar la seguridad y soberanía alimentaria nacional. Pero, ahora sigue un reto transitorio, en el que debemos ser partícipes todas y todos los involucrados en promover, hacer y practicar otras formas de agriculturas más amigables con el entorno.
Esta decisión es histórica, ya que desde hace dos décadas las redes campesinas, investigadores comprometidos y organizaciones civiles, han dado batallas legales y organizativas en contra de los transgénicos y eliminación de glifosato en México. No es un logro menor, por ello, uno y otro elemento son cruciales, pues forman parte del modelo de agricultura industrial, el cual acentúa la desigualdad en el campo, con el uso excesivo de plaguicidas y fertilizantes sintéticos que afectan la salud humana y no humana. Es indudable que las autoridades en materia de bioseguridad tienen hasta el 31 de enero de 2024 para sustituir totalmente el glifosato; igualmente deberán revocar y abstenerse de otorgar autorizaciones para la siembra de transgénicos. Lo cierto es que una de las pocas y únicas alternativas es el cambio de mentalidad entre los consumidores y los productores, de forma que así también se transforme el modelo agroalimentario imperante, por un modelo independiente del petróleo y guardián de los recursos naturales aún existentes.
Prácticas agroecológicas frente al glifosato
Persiste aún la percepción de que hay que cultivar un terreno totalmente limpio, y parejo, donde solo viva el cultivo principal, sin malas hierbas o malezas. Y esta es la cultura de glifosato, arraigada por años en la mente de miles de agricultores grandes, medianos y pequeños. Por tanto, no hay necesidad de una limpieza imperiosa, “la maleza o arvense no perjudica”, si bien los cultivos principales pueden también convivir con otras plantas, es el espiral de la vida, ayuda mutua o movilidad de nutrientes. Es decir, se puede crear diferentes agroecosistemas y otros microclimas, en el que todos los elementos convivan simbióticamente, y alcancen el final del ciclo, incluso respecto de los resultados socioeconómicos y socioecologicos. El nacimiento de hierbas es indicador de que el suelo está vivo y cada una de esas hierbas nos dicen lo que nuestro suelo necesita.
Aunque algunos países, han tratado de prohibir el glifosato, pero la dificultad de llevarlo a la práctica es a menudo abrigada en la falta de alternativas, ya que muchos agricultores afirman que el glifosato es necesario para el modelo de agricultura actual. Afortunadamente, hay agricultores que tratan de perturbar el mundo lo menos posible y están preparados para hacerlo con un poco de esfuerzo y un poco de aprendizaje e intercambio de conocimientos.
Las alternativas más conocidas para el control de la vegetación indeseada sin uso de herbicidas son los métodos manuales, mecánicos y térmicos que se utilizan ya ampliamente en otros países por ser respetuosos con la salud de las personas y con el medio (suelo, agua, flora y fauna). La eliminación de estas hierbas labrando la tierra mediante azadonado manual o mecánico (mucho más sostenible, aunque supone un aumento de los costes en mano de obra), es aún más conveniente efectuar cortes de hierbas utilizando una desbrozadora o motocultor, pues la acumulación de hierba cortada contribuye a la mejora del suelo, jugando un papel mejorador de su fertilidad. En cuanto a los métodos térmicos son más sofisticados, consiste en utilizar una fuente de calor para aplicar sobre las hierbas que se quieren eliminar. Existen también cubiertas de plástico (gravas finas), que favorece la deshidratación de hierbas, además reducen la mano de obra. Estos métodos no químicos además tienen un mayor potencial en la generación de empleo.
Otra alternativa es aprovechar plantas alelopáticas las cuales tienen un efecto inhibidor o supresor de algunas plantas sobre las que nacen a su alrededor. Este efecto lo consiguen por la secreción de aleloquímicos que disminuyen el crecimiento y desarrollo de otras especies vegetales y que se secretan tanto por parte de la planta viva como durante la descomposición como materia orgánica. Por ejemplo, los cultivos como la calabaza, frijol, ajo, cempaxúchitl, higuerilla, tabaco son algunos de los que se benefician o perjudican, los cuales se clasifican en plantas trampas, repelentes y acompañantes.
Existen además herbicidas “no sintéticos” basados en distintos vinagres, extractos de plantas (ácido acético) o en hidroxifosfatos naturales, orina (urea), sal de grano, nejayote (residuo o sustancia amarilla que sale del proceso de nixtamalización del maíz), que se utilizan en agroecología por ser rápidamente biodegradables y no tienen efectos significativos sobre la salud y la naturaleza.
De igual manera, se puede lograr con el incremento de la diversidad, asociación, rotación y escalonamiento de cultivos mixtos, siembras cercanas, densidad de siembra; con ello las plantas se complementan, ayudan al control de arvenses al producir una cobertura vegetal en el suelo que impide su buen desarrollo. Además, es un excelente método de control de plagas y enfermedades. Otra favorable opción son los acolchados naturales con residuos de cosecha como paja, corteza o virutas, el pastoreo (integración de animales de traspatios como gallinas o borregos), o bien el uso de mantillo o abono verde, entre otras. La utilización de estos últimos consiste en la protección de la capa superficial del suelo por medio de una cubierta orgánica. Estos materiales impiden que la luz llegue al suelo y que germinen otras plantas. Los mantillos naturales u orgánicos son de suma importancia, porque además de mejorar la retención de humedad y disminuir la erosión del suelo, aprovecha la materia orgánica, nutrientes disponibles de los restos de la cosecha.
Estas son algunas de las prácticas agroecológicas[8] que proponen diferentes organizaciones sociales y campesinas como parte de los principios agroecológicos que fundamenta el modelo de agricultura que promueven desde diferentes rincones del país, mismo que representa una ruta viable para transitar hacia un sistema agroalimentario más saludable y sostenible, independiente de glifosato.
Desafíos y perspectivas
Sin duda, el decreto encomienda al Conacyt, que en un periodo de cuatro años investigue y estudie, con el apoyo de científicos e investigadores, inclusive de las propias empresas que manufacturan estos productos, una alternativa que reúna las capacidades y las habilidades de este compuesto tóxico para que sea sustituido. Un desafío masivo, es para las dependencias interrelacionadas como son la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) y de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), deben implementar con más ímpetu e inclusión programas agropecuarios y medioambientales, que detonen las alternativas sostenibles y culturalmente adecuadas, ya sea, con productos biológicos u orgánicos, con prácticas agroecológicas o con mano de obra (empleo temporal campesino), que resulten seguras para la salud humana, la diversidad biocultural del país y el medio ambiente.
Lo favorable de esta situación, es que muchas de las respuestas están en los propios campesinos e indígenas, centros agroecológicos, escuelas campesinas y organizaciones sociales de diferentes regiones del país, que producen y comercializan alimentos saludables sin contaminar los recursos naturales, poniendo en práctica sus múltiples experiencias cotidianas. Estas acciones estratégicas mitigan y contrarrestan el uso de agrotóxicos como el glifosato, por el uso de prácticas agroecológicas que incluye la conservación y mejoramiento del maíz nativo y la milpa mesoamericana.
Por estas mayúsculas razones, continuemos aprendiendo, intercambiando saberes, preguntando a campesinas y campesinos de nuestras regiones sobre los métodos y técnicas que usan para poder manejar diferentes tipos de plantas, sin dañar los suelos, aguas o la calidad de los alimentos que producen. Ahí, hay muchas de las repuestas para diseñar y ejecutar políticas públicas, que se necesitan para enfrentar este desafío transitorio a corto y mediano plazo, que para cientos de personas y empresas será eterno, fugaz para miles, pero ameno para millones.
_____________________________________________________________________________________
[1]El glifosato es un herbicida de amplio espectro no selectivo y sistémico: cualquier planta puede absorberlo a través de sus tejidos (se comercializa principalmente como el herbicida Roundup). El activo químico evita que la planta afectada produzca proteínas necesarias para su crecimiento, lo que la conduce finalmente a la muerte.
[2] El producto fitosanitario, plaguicida se define, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) como aquella sustancia o mezcla de sustancias destinadas a prevenir evitar, destruir, atraer, repeler o combatir cualquier plaga o enfermedad, o destruir directamente otras formas de vida animal o vegetal perjudiciales para la salud pública y también para la agricultura durante la producción, almacenamiento, transporte, distribución y elaboración de productos agrícolas y sus derivados.
[4] En México algunos de sus nombres comerciales son: Faena, Cacique, Trinchera, Herbifox, Látigo, Mochilero, Bombazo, Secafín, Torbellino, Potro y Aquamáster. Véase: https://www.uv.mx/cienciauv/blog/herbicidaqueenvenenasobreelusodeglifosato/
[5] Véase: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-54933324
[6] Véase: http://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5609365&fecha=31/12/2020
[7] Se denomina maíz transgénico a cualquier variedad de maíz modificado mediante técnicas de Organismo Genéticamente Modificado(OGM). Éste es el nombre que recibe cualquier organismo cuyo material genético ha sido transformado de una manera ajena a los métodos naturales de multiplicación o combinación.
[8] Las prácticas agroecológicas son alternativas que permiten producir sin uso -o con menor uso posible- de agrotóxicos. Estas consisten en la aplicación de técnicas sostenibles de los recursos naturales básicos para la producción, en forma benévola, de productos agrícolas alimentarios y no alimentarios inocuos y saludables, a la vez que se procuran la viabilidad.