Un historial de aprendizajes con
Red de letras
¿Quién escribe para ser escritor?
Cerca del mercado central de Acapulco en un lugar designado para el estudio artístico y las ideas imperiosas y espeluznantes estaba un grupo de aprendices con el don principiante de subir los escalones de la fama acapulqueña a cuesta del error.
Un show de episodios que trascendieron con el avance de un manuscrito que podía hablar por sí solo.
Pero ¿Quién escribe hoy día en Acapulco?
La respuesta es nosotros. Acapulco puede estar colmado de manos que ostentan escribir, de mentes curiosas que necesitan echar una mirada a la cima del puerto para encontrar un par de preguntas y colocarlas sobre la mesa de sus casas.
El día que comenzó Red de Letras esa conclusión quedó resuelta sobre el repertorio de conjeturas comprobadas.
El profesor Edgar Pérez Pineda nos esperaba en el aula cada sábado con una confección de temas dignos de desatar la curiosidad y atar la atención más necia. Era el tipo de maestro que llevaba el tema envuelto en redes como un gran pez y nos dejaba pensando con otro gran descubrimiento en la escritura.
Los compañeros volvían a casa con las ideas a trote, otros las dejaban reposar con un café pero no por mucho; las ideas eran inquilinos que no debíamos dejar escapar.
El día seleccionado para escarbar los temas de ensayo, por ejemplo, acontecieron ideas inquietantes. Lauri García Dueñas, otra de las mentoras de la escritura llevó al alumnado a escribir sobre aquellas ideas postradas en la psique del pensamiento humano.
Mientras algunos alumnos parecían entregar ensayos de aliento firme, otros más mantenían la ferviente paciencia de no caer en los agujeros del lugar común.
En cada clase se respiraba un escenario diferente y una enseñanza que retroalimentaba nuestros textos, otro ejemplo de ello la maestra de la dramaturgia, Myriam Orva, quién nos enseñó que no todo lo escrito tiene que ser bello; hay cosas que le acontecen al humano que está bien escuchar y leer, está bien hacer textos que saquen fuera de lugar al lector y hagan ver lo complejo que puede llegar a ser el humano.
En este episodio la dramaturgia requirió nuevas formas de escribir, de idear y pensar.
Ángel Vargas, por otro lado, el poeta que nos hizo mirar al espejo de las verdades y hablar de una vez por todas con la cordura puesta en la silla y la emoción en el rostro fue el cierre magistral del programa.
Los resultados de los participantes fueron reveladores tanto para ellos mismos como para la sociedad en que se desenvolvió el taller. De esos días de aprendizaje es visible que hay quienes desean provocar un pinchazo en el alma endurecida de la terquedad humana y agilizar las cosas, tal vez en ningún momento buscábamos la fama de ser escritores, tal vez solo buscábamos ser esa voz que hiciera despertar al de a lado para que no dejara de escribir en cada oportunidad presente. Eso fue lo que provocó Red de Letras.
liliana@adncultura.org