Presentación de libro "Los amantes de la Calles"
Se presentará el viernes 21 de febrero, a las 18:00 hrs., en el Museo de Arte Virreinal de Taxco de Alarcón, en coordinación con la editorial Punto G. La entrada es libre.
María Guadalupe Calles Salazar
Nació en diciembre de 1955. Se crió en un barrio bravo de la ciudad de México, en la colonia Doctores. Fue miembro de la primera generación de CCH, una valiosa experiencia que le dejó, entre otras cosas, adicción a la lectura.
Trabajó en Teléfonos de México de mayo de 1979 a septiembre de 2004, como operadora de Larga Distancia Internacional. Después de su jubilación acudió a diversos cursos de autobiografía en la Casa Universitaria del libro con la escritora Rosa Nissán y de Literatura infantil con Angélica Castilla.
Sus pasiones, además de la escritura, son la política y la música de los 60’s y 70´s. Sus manos escriben lo que mi cerebro les ordena de lo que su corazón le confió. Su primera obra es "La Princesa Citlalli", una catarsis que le ayudó a desahogar su corazón. Después, publico en edición libre: Cromosoma X, Negra consentida, Cubito de hielo, La loca , Paco, y al alimón con el escritor Edgardo Díaz Colín, Rosas Rojas. Además las antologías: Atisbos y precipicios, Amores que arañan, Que trabajen los burros, Mi primera es, La carta que nunca envié I II, Relatos fúnebres y El orgasmo que viene.
Breve entrevista
- ¿Por qué una mujer de 64 años escribe sobre sus amantes?
- ¿Y de qué quieren que escriba? ¿De mis enfermedades, dolores del alma, decepciones, soledad, de mis problemas económicos o de cómo debe comportarse una viejecita como yo? ¡No!, nunca he permitido que me digan de qué hablar o qué debo callar por ser mujer y por mi edad… Muchas mujeres no pudieron aprender a leer y escribir, yo sí. Muchas mujeres han sido calladas por expresase libremente, a mí me han criticado pero… Al final el recuerdo de lo que se ha vivido intensamente, apuntala mi integridad, me levanta el ánimo y lo vuelvo a disfrutar.
- Y, ¿qué con el amor?
- Tengo sesenta y cuatro años. He tenido tiempo suficiente para tratar de entender porqué vivo sola y disfruto esta situación. Antes culpaba a mis parejas, ahora les agradezco el recuerdo. Porque siempre fui a la lucha amorosa con el mazo listo para madrear al que amaba en ese momento, y odie con todo el amor de mi alma y amé para destrozar por gusto. Gracias a aquél, ¿o aquellos? que me hicieron cachitos para echarme sal en las heridas, pude llorar como sólo lloramos las mujeres, con las canciones de José Alfredo: Si yo te hubiera dicho no me dejes / mi propio corazón se iba a reír, y canté a gritos con la Dalessio, desahogándome, haciendo violines imaginarios a aquél con quien traía un pleito llamado romance, allá, en esos lejanos tiempos. No sé si fue el contagio de la idea que se nos imbuye acerca de cómo debemos amar las mujeres, o si fue una tendencia natural, pero desde los doce años me enamoré con un gran sentimiento de dolor y frustración de un futbolista por el que, incluso, a los catorce años, sin que mis padres lo supieran, entré al Estadio Azteca sólo para verlo, según yo, de cerca. Mi amor político e ideológico por supuesto fue el Che Guevara. También soñé con Joan Manuel Serrat y actualmente en esta mi supuesta vejez, mis sueños húmedos se los dedico a Adam Catwrigh, sé que ya tengo 64 años, pero mis deseos, sueños y perversiones no han caducado. En fin, en este momento de mi vida sé que el amor no es, ni una epidemia televisiva, ni una idea utópica, ni perfecto, ni perenne, ni una conveniencia de convivencia. Para mí, el amor es un pretexto para sentir, para cantar, para maldecir y sobre todo, para constatar que sigo viva.