¿Seguridad o Soberanía alimentaria? frente a la crisis civilizatoria
“Quédate en casa, no en silencio”
¡Soberanía Alimentaria YA!
Contexto, historia y origen conceptual
La seguridad y soberanía alimentaria tienen diferencias muy importantes, que hasta nuestros días son puestos a debate, más en tiempos de crisis pandémicas. El concepto de seguridad alimentaria venía construyéndose desde la década de 1970, basado en la producción y disponibilidad alimentaria a nivel global. En 1980, se añadió la idea del acceso, tanto económico como físico. Surge también como preocupación internacional ante la crisis del petróleo, pero en su origen no se relaciona con el derecho a la alimentación. La significación de seguridad alimentaria ha sido establecido y desarrollado por La Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura (FAO) en el plano internacional de la lucha contra el hambre y la desnutrición, indicando que esta se presenta cuando “todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana” (FAO, 2006). Sin embargo, esta seguridad alimentaria, no es accesible para las familias más pobres, en las cuales se vislumbran carencias en la disponibilidad de los alimentos, sanos y nutritivos.
El otro concepto es el de soberanía alimentaria, este fue puesto a discusión en la Cumbre de la Tierra en 1992 en Río de Janeiro y en 1996 en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en Roma, por la Vía Campesina[1] -organización y movimiento internacional- que agrupa a pequeños productores de diferentes partes del mundo, y se ha convertido en un pronunciamiento que tomo mucha fuerza desde entonces; reconocida por la FAO. No obstante, este organismo utiliza más bien el concepto seguridad alimentaria, y en plena Cumbre Mundial de 1996 dijo que en ese momento había 600 millones de hambrientos en el mundo, aun cuando existía una mayor disponibilidad de alimentos. Dentro de las conclusiones de aquella reunión, se hizo un llamado a todos los países para que no hicieran inversiones en su propia producción de alimentos, persuadiéndolos para que los buscaran en el mercado internacional donde eran más baratos, además de que señalaban la necesidad de que las naciones buscaran la modernización de su producción (usando algunos insumos y nuevas tecnologías como los agrotóxicos heredados de la Revolución Verde)[2], de tal forma que la agricultura indígena y campesina fue considerada como cosa del pasado y una carga.
Al paso de los años, en el 2008, La Organización de las Naciones Unidas(ONU) convocó a una nueva cumbre, donde se analizó cómo se estaban implementando las políticas en los diferentes países. En esa cumbre se pudo comprobar que el número de personas con hambre en el mundo no había disminuido, sino que era mayor (se habló de 2 mil millones de personas con hambre en el mundo), pero lo más grave fue que el resultado que tuvieron los países del sur global en África, Asia y Latinoamérica que habían aplicado las políticas contra el hambre (incluyendo México), cayeron en una fuerte dependencia alimentaria; y un país que no puede producir sus propios alimentos es un país débil, es un país sujeto a presiones, es un país que pierde su soberanía. Esa fue la nueva realidad que se presentó en ese momento: que la gran mayoría de los países enfrentaban dependencia alimentaria.
Después de un poco más de una década, las cifras sufren cambios muy drásticos a pesar de los programas de combate al hambre y desnutrición. Según la FAO (2019) ahora hay 820 millones de personas que padecen hambre y más de 150 millones de niños sufren retraso del crecimiento, lo que pone en peligro el objetivo de erradicar el hambre, pues no disminuye, mientras que la obesidad sigue creciendo. Por lo tanto, la soberanía alimentaria no sólo supone un desafío al modelo de producción globalizada de alimentos, dominado por las compañías y dirigido por el mercado mundial, sino que también ofrece un nuevo paradigma de lucha contra el hambre y la pobreza a través del fortalecimiento de las economías y mercados locales, agriculturas tradicionales y agroecología. Este concepto reza de la siguiente manera: “Facultad y derecho de los pueblos, comunidades, países en definir sus propias políticas agrícolas, pesqueras, alimentarias y de tierra que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas a sus circunstancias” (Vía campesina,1996).
Asimismo, La Vía Campesina señala que el concepto de soberanía alimentaria se origina en los habitantes de la ruralidad, particularmente en los millones de campesinas y campesinos, pequeños y medianos agricultores, pueblos sin tierra, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Este concepto internacional se fortaleció con el pronunciamiento de Nyéléni en Mali África en el año de 2007, y confirmaría la visión de este movimiento que representa a diversidad multicultural de organizaciones de todo el mundo. El pronunciamiento afirma y ratifica las bases del concepto de soberanía alimentaria nacido desde las voces de los pueblos originarios y comunidades campesinas: “La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones” (Nyéléni, 2007).
Desde entonces, la soberanía alimentaria ha cautivado a gentes de todos los rincones del mundo, incluso a muchos gobiernos e instituciones multilaterales, y se ha convertido en la bandera que ha unido a todos los que se comprometen con la justicia social, medioambiental, económica y política.
México entre la encrucijada alimentaria
En el periodo correspondiente a 1994-2018 el gobierno mexicano implementó políticas que dejaron al campo indefenso frente a las grandes corporaciones agroalimentarias internacionales, por tanto, en ese periodo empezó a resentirse el alza de los precios de los alimentos y libre mercado, eran los primeros signos de los incrementos de precios internacionales, lo que significaría la pérdida paulatina de la soberanía alimentaria del país. Ante esto, el gobierno en lugar de mejorar las deficiencias, sólo aplico programas asistencialistas, sin estrategias a largo plazo para mejorar las condiciones agroalimentarias. En ese sentido, la pérdida de soberanía alimentaria del país no se debió solamente a que en México no se producen los suficientes alimentos para abastecer a la población, sino sobre todo, y esto es quizá lo más peligroso, a que cada vez se depende en mayor medida del exterior y de las empresas transnacionales que controlan la comercialización de los alimentos y de los insumos básicos para la producción agropecuaria, las cuales se mueven en función de la obtención de la máxima ganancia, sin importarles que la gente muera de hambre.
La seguridad y soberanía alimentaria difieren en su enfoque y su política, de acuerdo cual institución se apropia de uno u otro concepto. Lo cierto es que la seguridad alimentaria no distingue de dónde proceden los alimentos, calidad nutricional o las condiciones en las que se producen y distribuyen, sólo le interesa tener seguros los alimentos y acceso físico en todo momento. Comúnmente, los objetivos nacionales en materia de seguridad alimentaria se logran con alimentos producidos bajo condiciones destructivas y explotadoras para el medio ambiente, y con la ayuda de subsidios y políticas que destruyen no sólo las reservas de recursos naturales, sino que provocan la erosionan biocultural y las formas tradicionales de producir alimentos.
La seguridad alimentaria que se promueve como intervención institucional a nivel nacional, sólo ha beneficiado a las grandes compañías de la industria del agronegocio, como son: Cargil, Nestle, Maseca, entre otros, que centralizan el monopolio en los diferentes estados a través de sucursales que acaparan producción primaria a bajo precio, que después retornan a las manos del campesino, transformados y maquillados con etiqueta y otro tipo de envoltura. Pese a ello, las autoridades no reconocen la necesidad de buscar esquemas de control para los intermediarios o coyotes, por la falta de un marco jurídico para actuar con más energía para detener estas distorsiones de mercado que se han convertido en una prioridad por las lesiones que ocasionan, no sólo a los campesinos, sino también a los consumidores, y con ello evitar otro problema como la especulación.
Por estas mayúsculas razones, la soberanía alimentaria pone el énfasis en la producción, distribución y consumo adecuado desde el punto de vista ecológico, con justicia social y económica, en la recuperación de sistemas tradicionales de producción como la milpa y la incorporación de la agroecología; además, de la comercialización local de alimentos. En todo el territorio mexicano los programas gubernamentales obstaculizan y destruyen la soberanía alimentaria porque priorizan el comercio foráneo y no el autoabasto de las comunidades. No han contribuido en absoluto en la erradicación del hambre en el país, sino todo lo contrario, han incrementado la dependencia de las importaciones agrícolas (maíz entre los más destacados promediando de 17 a 18 millones de toneladas por año), y han apuntalado la industrialización de la agricultura, peligrando así el patrimonio genético, cultural y medioambiental del país, así como de la salud humana y no humana.
La urgencia de un nuevo sistema agroalimentario en Guerrero
En diferentes estados del país, por su alta marginación fueron declarados como Zona de Atención Prioritaria (ZAP) desde el 2012 al 2018. La cual articulo diferentes programas sociales y productivos, promotores de garantizar seguridad alimentaria en cientos de municipios. A pesar de ello, durante el primer año de la declaratoria existieron indicadores oficiales de “mejora al acceso a alimentos a nivel municipal”, en varios estados, no obstante, la comida de mala calidad como: embutidos, endulzantes, jugos embotellados y una variedad de frituras con alto nivel en calorías vacías, trajeron cambios en la cultura alimentaria que repercutió en la salud humana, en padecimientos prematuros de obesidad y diabetes. El poco consumo de alimentos tradicionales nutritivos elaborados en casa y pérdida de autosuficiencia alimentaria local, fueron algunos de los verdaderos resultados. Con la puesta en marcha de esta política agroalimentaria, el gobierno pretendía enfrentar la crisis alimentaria con la ejecución de 500 comedores en todo el estado de Guerrero, con el argumento que “sale más barato importar que producir”. No obstante, esta situación se recrudece más en México que se convirtió en uno de los principales importadores de variados alimentos, alcanzando entre el 45 y 50 por ciento de los comestibles que consume. Es contundente que el sistema agroalimentario y sus programas productivos han deteriorado la seguridad y soberanía alimentaria a nivel nacional, interviniendo en la erosión de prácticas tradicionales y sistemas diversificados de producción de alimentos, que han sido desplazados por tecnologías rudas, sistemas sofisticados y programas clientelares (Cortez,2020:19).
Tan solo en el estado de Guerrero más de la mitad de la niñez rural está desnutrida o presenta deficiencias nutricionales, siendo las comunidades rurales quienes producen los alimentos, pero también son los que más padecen de hambre y desnutrición. En México se ha reconocido el derecho a la alimentación y el Estado es garante del acceso a una “alimentación nutritiva, suficiente y de calidad”[3](Espinosa y Castañeda, 2015:38). Lo innegable es que, en las regiones guerrerenses, se padece hambre y escasez de alimentos nutritivos, suficientes y de calidad, por eso, cientos de mujeres y hombres (organizados) multiplican voluntades y esfuerzos para contrarrestar la carencia de una adecuada alimentación y mitigar los agudos efectos de la inseguridad alimentaria. Situación afectada, aún más por la triada de crisis (alimentaria, económica y sanitaria), que a mediano plazo prevén desastres en diferentes ámbitos locales y globales.
Es loable la intención de los programas sociales para disminuir el hambre en Guerrero, pero su estrategia persiste con una obsoleta agricultura de altos insumos y paquetes tecnológicos que no son factibles para la agricultura campesina de laderas y pendientes. El fracaso del llamado desarrollo impuesto desde arriba se ha hecho más alarmante en los últimos dos años, por el cambio de régimen y las especulaciones que se han generado en el país, pues es contundente que el gobierno federal actual, no ha generado cambios sustanciales en políticas públicas para el campo. A pesar que la estrategia Obradorista tiene una orientación más social, y básicamente está conformada por cinco programas estratégicos: 1) Producción para el Bienestar, 2) Precios de Garantía a Productos Alimentarios Básicos, 3) Crédito Ganadero a la Palabra, 4) Fertilizantes; y 5) Sembrando Vida, los cuales representan un reto colosal para alcanzar la autosuficiencia alimentaria en productos básicos en próximos años.
Construcción de Soberanía Alimentaria local
La construcción de soberanía alimentaria, debe retomarse de su origen, no sólo abraza conceptos ni definiciones, sino que germina desde la misma práctica campesina e historicidad de las comunidades. La soberanía alimentaria surge como una contrapropuesta ante las diferentes crisis y tensiones del sistema agroalimentario. En respuesta a la adopción de formas de una producción común, diferentes organizaciones de la Costa Grande de Guerrero, han fortalecido sus prácticas y acciones a pesar de las diversas dificultades que enfrentan en la actualidad, sobre todo en un contexto adverso a nivel nacional por lo que las posibilidades de ésta parecen dibujarse más a escala local.
En este contexto se pueden identificar algunos elementos importantes que la definen como un proceso diferenciado:
En este escenario, la experiencia de la Unión de Pueblos para el Desarrollo Sustentable del Oriente de Coyuca y Poniente de Acapulco (UP) de la Red de Campesinos Guardianes del Maíz Nativo (Regmaiz) y de otras organizaciones afines del municipio de Coyuca de Benítez, fortalece la agricultura familiar desde la producción campesina hasta el consumo y venta de alimentos sanos y nutritivos, con una comercialización más solidaria y justa. Además, es respetuosa con la biodiversidad, con sus ciclos, equilibrios y límites; promueve la pluralidad ecológica y cultural. Esto se debe a que, el proyecto de soberanía local se acentúa en una lógica socioeconómica no capitalista, que aspira a ser rentable, pero cuyo fin no es lograr la rentabilidad, sino que sea económicamente viable, y se fundamenta en una agricultura familiar campesina y circuitos cortos de comercialización, que escapan del control directo del capital.
También resalta la importancia de cuidar las semillas nativas “en manos campesinas”. Situación que reivindica nuestro centro de origen, porque retoma los espacios de intercambio, lucha y preservación de una cultura milenaria, que vive momentos de tensiones no sólo en México sino en otros puntos del mundo por la defensa del maíz nativo que dotan a las poblaciones no sólo de alimentos y subsistencia, sino también de símbolos identitarios, de autonomía y de agrobiodiversidad. Además, representan el sustento de las familias y son pieza importante para alcanzar la soberanía alimentaria.
De esta manera, cientos de campesinas y campesinos, no solo alcanzan soberanía alimentaria, sino también soberanía laboral pues, con la implementación de proyectos productivos -que van tomando un carácter autogestivo-, se generan empleos directos e indirectos con la participación constante y comprometida de cada familia o grupo comunitario. La soberanía alimentaria fortalece las capacidades técnicas, formativas y organizativas de familias, colectivos de mujeres y comunidades, y avanza hacia los espacios domésticos cotidianos, enfatizando de modo significativo el papel de la mujer en la agricultura y revalorando sus roles dentro y fuera del espacio doméstico, más allá de sólo resguardar y proveer de semillas y alimentos.
La recuperación de la autosuficiencia alimentaria en Guerrero y en México debe iniciarse a partir del ámbito local y retomar las experiencias de organizaciones campesinas e indígenas del país. La soberanía alimentaria genera una economía propia y es una iniciativa llena de diversidad de acciones colectivas y solidarias que surgen desde las mismas dinámicas campesinas, promoviendo peculiares agrovalores: solidaridad, reciprocidad, organización, cooperación, etc. De este modo, la propuesta e iniciativa contribuye a mejorar la situación socioecológica, pero también la viabilidad socioeconómica, abriendo oportunidades equitativas y justas de mercado local, basadas en principios de economía social y solidaria. La construcción local de soberanía alimentaria, acompañada de agricultura familiar campesina y de agroecología comunitaria, colocan sobre la mesa, las tan necesarias alternativas al desarrollo en vísperas de utopías alcanzables en tiempos de crisis civilizatorias.
[1] La Vía Campesina es un movimiento internacional que coordina organizaciones de campesinos, pequeños y medianos productores, mujeres rurales, comunidades indígenas, trabajadores agrícolas emigrantes, jóvenes y jornaleros sin tierra. Es una coalición de 182 organizaciones locales y nacionales en 81 países de África, Asia, Europa y América que defienden una agricultura familiar y sostenible. En total, representa a alrededor de más 200 millones de campesinas y campesinos. Es un movimiento autónomo, pluralista y multicultural, sin ninguna afiliación política, económica o de cualquier otro tipo. Esta coalición lanzó el concepto de soberanía alimentaria como el derecho de los pueblos a definir sus políticas agropecuarias y de producir alimentos a nivel local desde 1993. https://viacampesina.org/es/quienes-somos/que-es-la-via-campesina/.
[2] En 1943 la Fundación Rockefeller inició en el Sur, incluido México su Programa de Agricultura, concentrado principalmente en el mejoramiento de maíz y trigo. La productividad se duplicó o cuadruplicó en varios países y, por lo tanto, la Revolución Verde pasó a tener muchos adeptos. Pero con el correr del tiempo, empezó a cobrar factura la implementación de sistemas basados en monocultivos mejorados con paquetes tecnológicos altamente industrializados, que incluían semillas híbridas, fertilizantes, pesticidas y sistemas de riego.
[3] Tanto el artículo 4º como el 27º constitucionales se adicionaron mediante decreto en el Diario Oficial de la Federación el 13 de octubre de 20118 (Cámara de Diputados del Congreso de La Unión, citado por Espinosa y Castañeda, 2015:38).
Bibliografía citada
• Cortez Bacilio, Marcos (2020), “Agroecología urbana en tiempos de Covid-19”, en: La Jornada del Campo, suplemento del periódico de la Jornada, 19 de septiembre.
• Espinosa, Gisela y Martha Patricia Castañeda (2015), “Género, seguridad alimentaria y cambio climático. Una propuesta de análisis”, en Crisis alimentaria y sus dilemas tecnológicos y socioambientales. Respuestas de los actores sociales, Yolanda Castañeda, Yolanda Massieu (coordinadoras), AMER, UAM-A, UMSN, UAN, UACh, México, pp. 29-53.
• Nyéléni, (2007) Declaración de nyéléni, soberanía alimentaria, 27 de febrero. Selingue, Malí, África. http://www.nyeleni.org.
• Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) (2006) “Seguridad alimentaria” (En línea), informe de políticas Num.2, junio, disponible en: ftp.fao.org/es/es/policybrefs/pb_02_es.pdf.
• Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) (2019), “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2019” 15 de julio, Nueva York http://www.fao.org/news/story/es/item/1201670/icode/
• Vía Campesina (1996) “Soberanía alimentaria: un futuro sin hambre” (En línea, Roma, Cumbre Mundial de Alimentación, disponible en: http//www.nyeleni.org/sipp.php? article38.
Foto de portada Javier Bailón Miranda.