Senda de Oku
Matsuo Bashô (Japón 1644 -1694)
fue un gran poeta japonés, cultor y renovador del haiku.
El haiku, es la composición poética de origen japonés que consta de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente, por lo general entraña un sentimiento de admiración o fascinación del poeta respecto a la contemplación de la naturaleza.
Bashô, el iniciador y maestro del género, definía el haiku con una sencilla frase: "haiku es lo que sucede aquí y ahora", es la poesía de la atención, del asombro de la vida. Poesía sensorial, humilde, centrada en el momento, en la sorpresa de la realidad.
Matsuo Bashô emprendió en 1689 el cuarto de sus cinco viajes poético-espirituales por el norte de Edo (Tokio). Más de dos mil kilómetros a pie que plasmó en un diario: “Senda hacia tierras hondas”.
El diario de viaje de Basho está escrito en prosa poética en la que frecuentemente se intercalan sus haikus y los de su compañero de viaje Sora.
En el memorial de Matsuo Basho compartimos parte de su obra: Senda hacia las tierras hondas (Ediciones Hiperión, 1993) y traducidos por Octavio Paz:
PASAJEROS DE LAS EDADES
Los meses y los días son pasajeros de las edades, siendo
también viajeros los años, que van y vienen.
Para los que dejan flotar su vida sobre un barco o enveje-
cen llevando los frenos de los caballos, todos sus días son
viaje y hacen del viaje su morada.
Antiguamente hubo muchos que murieron durante el
viaje.
Yo mismo, desde hace algunos años, como jirón de nube
invitado por el viento, no he parado de abrigar pensamientos
de vagabundeo, conque estuve vagando por la costa, y el
otoño del año pasado volví a mi choza en la ribera, donde
quité las viejas telarañas, pero apenas acabado el año, ya en
el cielo la niebla que la primavera levanta, se me ocurrió
cruzar el paso de Shirakawa, como poseído por un dios y
con el corazón enloquecido, como que me hacía intimacio-
nes el dios de los caminantes, de forma que nada pude ya
traer entre manos.
Remendé los rotos de mis calzones, cambié las cintas de
mi sombrero y, tras aplicar moxa a mis rodillas, fue ya todo
poner el corazón en la luna de Matsúshima, dejar a otros mi
choza, colgué de uno de sus pilares los ocho primeros poe-
mas de una serie de cien. El primero decía:
Hasta en mi choza
habrá otros moradores,
y habrá muñecas.
* * * * * * *
DESPEDIDA
El séptimo día del último tercio de marzo, pálido por la
neblina el cielo de la alborada, la luna en menguante y con
luz debilísima, cuando se vislumbra apenas la cumbre del
Fuji, empecé a angustiarme pensando en si volvería o no a
ver las copas de los cerezos floridos de Ueno y Yanaka.
Todos los íntimos se habían reunido en la víspera y nos
acompañaron en el barco. Cuando desembarcamos en un
lugar llamado Senju, pensé en las tres mil leguas de trayecto
que me esperaban y se me llenó el corazón de congoja, de-
rramando lágrimas de despedidad antes de lanzarme a confi-
nes fantasmales.
Se va la primavera.
Lloran las aves, son lágrimas
los ojos de los peces.
Hice de este poema el comienzo de mi viaje, pero la verdad
es que apenas podía dar un paso adelante. Los amigos se
alinearon en la ruta y parecían querer despedirnos hasta que
nuestras espaldas desaparecieran de su vista.
* * * * * * *
ELEGANCIA RÚSTICA
Así cruzamos el paso y al poco atravesamos el río Abúkuma.
Eran altas a la izquierda las cimas de Aizu; a la derecha que-
daban los poblados de Iwaki, Söma y Miharu; y seguían las
montañas que dividen esta región de las de Hitachi y Shitmót-
suke. Fuimos a un lugar llamado Laguna de los Reflejos,
pero como hoy estaba el cielo nublado, no se reflejaba nada.
En la estación del río Suka visitamos a un cierto Tökyü,
que nos hospedó cuatro o cinco días. Lo primero, me pre-
guntó: “¡Cómo pasaron el paso de Shirakawa!” Le dije:
“Con la dureza de un viaje tan largo, me dolía todo el cuer-
po; pero arrobado por la belleza del paisaje, recordé también
a tantos personajes como se relacionaron con el paso en
tiempo antiguos: así que no tuve mucho sosiego para escri-
bir poesía”. Pero conseguí hacer un solo poema:
Como comienzo
de la elegancia de Oku,
cantes de siembra.
Tökyü remató este poema, Sora siguió con un tercero y así
compusimos una renga.
Junto a la posada había un ermitaño que vivía acogido a
la sombra de un gran castaño. Me conmoví pensando que en
parecidas circunstancias debió de verse Saigyö cuando escri-
bió aquello de “hasta cogí bellotas”, y anoté en mi cuadernos
lo siguiente: “El ideograma de castaño se escribe pintando
Paraíso de Occidente, y por eso el báculo y los pilares de la
ermita del santo Gyöki eran de madera de castaño”.
Junto al alero,
flores que nadie advierte:
las de castaño.
* * * * * * *
LA ALMOHADA
Veíase en lontananza el camino hacia Nanbu y nos hospe-
damos en la aldea de Iwate. Pasando por Ogurasaki y las
islitas del río Arao, fuimos desde las fuentes termales de Na-
rugo hacía el paso de Shitomae, por el que entramos en el
país de Dewa. Como este camino suele ser poco frecuentado
por los viajeros, los guardías del paso sospecharon de noso-
tros, pero al cabo conseguimos cruzarlo. Subimos a un gran
monte y como ya el sol había declinado pedimos cobijo en
la casa de uno de los guardias. Durante tres días se desató
un temporal de viento y lluvia, por lo que no tuvimos más
remedio que permanecer encerrados en aquel lugar montaraz.
Pulgas, piojos,
meando los caballos...
¡Vaya almohada!
* * * * * * *
NOMBRE BONITO
Rebasando el monte Unohana y el valle de Kurihara,
estábamos en Kanazawa el quince de julio. Había allí un
comerciante de Osaka, llamado Kasho. Nos alojamos en su
misma posada.
En la ciudad vivía en un tal Isshö, aficionado a la poesía,
cuya fama se había extendido, pero habiendo fallecido el in-
vierno del año anterior, su hermano mayor organizó con
nosotros una sesión poética en homenaje suyo. Allí recité:
Muévete, tumba,
que mis gemidos son
viento de otoño.
Al visitar una villa rústica recité:
Otoño fresco,
Coman todos melón
y berenjenas.
Durante el camino escribí:
Rojo el sol, rojo
sin piedad, pero el viento
es el de otoño.
Y en un lugar llamado Komatsu (Pinito) compuse:
Se mecen pinos
-lindo nombre-, miscantos
y lespedazas.
* * * * * * *
DESPEDIDA
Rotsü vino a encontrarme en este puerto de Tusruga y me
acompañó hasta la provincia de Mino. A caballo entramos
en la ciudad de Ogaki, adonde vino Sora desde Ise. También
Etsujín, a todo galope, se nos reunió en casa de Jokö.
Día y noche nos visitaban Zensenshi, Keikö y sus tres
hijos, más otros amigos intimos, que se alegraron de verme
a salvo, como si viesen a un resucitado.
Aunque aún no se había disipado el cansancio de tan
largo viaje, cuando llegó el seis de septiembre me embarqué
hacia Ise para llegar a tiempo de ver el traslado del santuario.
Nos separamos
como concha y almeja,
se va el otoño.
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Fuente:
Cabezas, A. (1993), Senda hacia tierras hondas (oku no hosomichi), Madrid, España, Ediciones Hiperión.
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http://www.altairblog.com/usuario/eGil/blog/344/Matsuo_Basho_Senda_hacia_tierras_hondas
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