Muy pronto, el grabado —gracias a su carácter de reproductibilidad y a su bajo costo— se uniría a los murales como medio para transmitir mensajes políticos como la denuncia de las condiciones de vida y trabajo de campesinos y obreros, el apoyo a ciertos grupos políticos y, a nivel internacional, la simpatía por las luchas antifascistas en Europa y con los regímenes de izquierda, como la República española.