Las letras de Ana
Cuando Otto regresó a Ámsterdam después de su aprisionamiento, lo único que encontró de su familia fue un diario y algunas hojas sueltas que sus cuidadores habían logrado rescatar.
Ese día conoció el sueño de su hija menor; convertirse en una escritora o periodista, ser algo más que una mujer dedicada a sus hijos, a su esposo, a su hogar; ella quería dejar su marca en el mundo y 90 años después de su nacimiento podemos decir que lo logró.
Annelies Marie Frank nace en Fráncfort del Meno, Alemania un 12 de junio de 1929. Es la hija menor del matrimonio conformado por Otto Heinrich Frank y Edith Hollander, también es hermana de Margot, quién es mayor que ella por tres años. Debido a la complicada situación social y financiera, además del creciente poder que Adolf Hitler ha obtenido y lo difícil que se ha vuelto lidiar con el odio antisemita; la familia Frank opta por mudarse a Ámsterdam, dónde Otto abre ahí una pequeña compañía que se dedica al comercio de una sustancia para la preparación de mermelada.
En Ámsterdam, la familia se adapta rápidamente, aprenden el idioma, las hijas del matrimonio van a la escuela, tienen amigas y el deseo de toda una vida por delante, los negocios son un poco complicados, pero el señor Frank encuentra la manera de sostener su compañía.
Ana cuenta con 10 años cuando oficialmente estalla la Segunda Guerra Mundial, Alemania invade Polonia el 1° de septiembre de 1939 y llega a tomar el control de los Países Bajos el 10 de mayo de 1940, es en este periodo en que poco a poco los invasores se adueñan de los espacios, de los trabajos, de las vidas y de la dignidad de personas judías, las “regulaciones” impiden que judíos caminen libremente por el parque, que asistan al cine, que visiten tiendas, sin mencionar que los niños deben ir a una escuela especial de judíos y que los adultos no pueden tener algún cargo importante, es por esto último que el padre de Ana pierde el control de su compañía.
Además de la restricción en sus actividades, los judíos deben usar una estrella de David que los señale ante la sociedad, cada vez más influenciada por los mensajes de odio. También comienzan los rumores de que todos los judíos deben abandonar los Países Bajos, y durante el ajetreo que se vive, Margot, recibe un aviso que le indica que tiene que presentarse a trabajar en la Alemania Nazi, al enterarse, sus padres desconfían y deciden refugiarse al día siguiente en la Casa de atrás de su compañía en la calle Prinsengracht 263 y cuya puerta para entrar al escondite se encontraba detrás de una pequeña estantería.
Ahí vivieron poco más de dos años, desde el 9 de julio de 1942 hasta el 4 de agosto de 1944. Junto a la familia Frank vivía también Fritz Pfeffer, un dentista judío (al que Ana llamó Albert Dussel en su diario), y la familia Van Pels (identificada como van Daan en el diario), formada por Hermann y Auguste Van Pels y su hijo, Peter.
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La vida dentro del escondite era complicada, el espacio era reducido y siempre tenían que moverse con sigilo, cada día era un poco más la costumbre, pero el temor nunca quedaba fuera, los días transcurridos dentro de la casa de atrás no fueron una pérdida de tiempo para Ana, quién se refugiaba en sus escritos para pasar el tiempo, reflexionar y dejar un registro de su vida, de su visión, de sus sueños puestos en pausa, de su corto escenario pero de su basta imaginación y deseos de sobresalir. Su único contacto con el exterior provenía de sus protectores, viejos colegas de su padre quienes les llevaban comida y noticias. Es por eso que en sus letras Ana encontraba un lugar para ella, para crecer y desarrollarse, para cuestionar y para señalar desde su trinchera las cosas que no dejaban de pasar a pesar de su situación, su despertar sexual, lo lejana que se sentía de su madre, lo cercana que comenzaba a ser de su hermana mayor, sus sentimientos hacia Peter; situaciones que toda joven vive con naturalidad y que ella no podía disfrutar fuera de su diario.
Además del registro de su vida, Ana escribía cuentos y llenaba una libreta con citas que encontraba en diversos libros. Un día, a través de la radio Ana escucha el llamado que hace el ministro de educación del gobierno holandés a guardar diarios y documentos de guerra, es aquí cuando decide reescribir sus diarios y compilarlos en una sola historia, titulada “Het Achterhuis” (La Casa de Atrás).
Poco antes de terminar de reescribir su diario, el 4 de agosto de 1944, su escondite es descubierto debido a una mala jugada del azar, dado que los oficiales que los descubrieron no investigaban en el área buscando judíos, sino delitos de empleo ilegal en el edificio.
Primero son trasladados a la prisión de Ámsterdam, después son llevados al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau, el viaje dura tres días y son llevados en vagones repletos de gente, sin agua ni comida, y solo un balde para ser usado como retrete. A su llegada al campo de concentración la familia es separada, Ana, su madre y su hermana se van al campo de trabajo para mujeres y su papá es remitido al de hombres.
Tiempo después, en noviembre del 1944, Ana y Margot son trasladadas nuevamente al campo de concentración de Bergen-Belsen, lamentablemente al igual que su hermana es aquí donde contrae tifoidea y muere en febrero de 1945, poco tiempo después que su hermana.
Solamente Otto sobrevivió a la guerra. Es liberado de Auschwitz por los rusos y durante su viaje de regreso a los Países Bajos, descubre que su esposa Edith ha fallecido al igual que Ana y Margot.
Convencido por sus amigos y conmovido por la profundidad que desconocía de su hija, Otto decide publicar el diario el 25 de junio de 1947.
La historia de Ana Frank ha recorrido los rincones del mundo, es una prueba de lo peor de la humanidad, de lo que se puede alcanzar a ser dejándose llevar por los mensajes de odio y discriminación hacia el que “es diferente” a nosotros. Pero también, es un pequeño halo de luz que se vislumbra entre tanta maldad, y que prueba que siempre va a existir un poco de esperanza sin importar la situación, las letras de Ana Frank nacieron de ella para permitirle volar y hoy existen para no permitirnos caer en los mismos horrores.
marianela@adncultura.org