Domingo por la noche
Ángel Dominguez Espinoza
1
Los aullidos de un perro te despiertan de tus sueños, 6:40 a.m., un dolor te martillea las sienes, recorres las cortinas, la luz del sol se clava en tus pupilas, en contra de tu voluntad vas a la ducha, te acicalas, desayunas un huevo estrellado, solo te comes la yema. Guardas lo blanco en una bolsa ziploc, te persignas, sales aprisa de la casa, siempre es la misma rutina al trabajo, dices para ti.
2
Un perro callejero espera tus migajas. Le das el sobrante de tu magro desayuno, mueve la cola en agradecimiento, tú no dices nada y te diriges a tu trabajo.
3
En la oficina descubres que olvidaste el celular. Muros de hojas te atosigan. Extrañas tu niñez, pero no puedes volver al pasado, tus canicas se volvieron polvo, no tienes otra alternativa más que trabajar.
4
De regreso a casa, pasas y miras al perro, pero él no te mira.
5
En tu álbum de fotos descubres una donde estás junto a tus padres, ahora eres la viva imagen de tu patriarca. Te atrapa la nostalgia al ver tus mocasines blancos de tu primera comunión, recuerdas a la catequista que te enseñó a persignarte. Viene a tu memoria, Jimena, la niña de pelo castaño, te preguntas qué habrá sido de ella, cierras los ojos, terminas evocando aquel beso inocente por el que tus amigos te llamaron pecador, percibes el aroma de la iglesia, caes en cuenta que por aquel beso, el sacerdote aparte de ponerte a rezar, además te dio como penitencia darle de comer a los perros callejeros.
6
En la simpleza de tu vida, descubres que tu barba crecida, no es percibida por tu esposa, frente al futuro te afeitas el rostro, caminas distraído por la habitación, ella no te dice nada de tu nuevo semblante; miras tu reloj y murmuras: la tarde es un corcel desbocado. Dios no descansa, te dices. Te asomas a la calle por la ventana, ahí afuera está el perro callejero, aquel que alimentas con los desperdicios de tu desayuno. Ahora que estás rasurado, te preguntas si serás un extraño para él, un hueso gigante que querrá morder con sus dientes.
7
Viernes, 9:00 p.m. Entras a la cama, ella ya está dormida
8
El sábado les mandas un mensaje de WhatsApp a tus compañeros de trabajo, les escribes que no podrás salir de casa. No tienes un peso en el bolsillo para divertirte, aún faltan un par de días para la quincena. La economía se torna difícil, tratas de gastar sólo en lo necesario.
9
El domingo por la mañana irás a la iglesia, tus calcetines están rotos, pero eso no te mortifica, estás seguro que en la iglesia nadie se dará cuenta. El perro callejero olfateará tus huellas, a él no podrás mentirle conoce la carencia de tus zapatos.
10
Domingo por la noche aquel perro callejero no deja de ladrar. Tu esposa te obliga a que salgas a callarlo. Te reclama, te hace saber que lo tienes acostumbrado a tus migajas. Tomas el bate del hijo que nunca tuviste, sales a la calle decidido a callarlo de una vez por todas. Te paras frente a él, lo miras, te mira, enfurecido le atinas un golpe en el hocico, el perro no huye te sigue mirando, das un paso adelante, ahora golpeas su cabeza, no grita, no se queja, sobre una mancha de sangre se levanta en sus cuatro patas. Te arrepientes de la herida que le has hecho, acongojado acaricias una de sus orejas, te ladra, gruñe, muerde tu mano, un dolor de muerte se introduce en tu brazo izquierdo, mordisqueas tu lengua, cómo puedes te persignas, descubres que Dios esa noche duerme.