Tenis rojos: relato breve de Ángel "El Halcón" Domínguez

Tenis  rojos

Ángel "El Halcón" Domínguez 

Los lavo con esmero con agua tibia, les hablo con cariño, los acaricio envueltos en espuma, cada fin de semana al desprender sus agujetas, siento en mis manos la sensación de quitar uno a uno, los pétalos de una flor.

En la azotea del vecindario, los llevo a secarse en las varillas bajo un cielo brillante, el viento los recibe con un beso cálido, los pájaros los contemplan con envidia, darían el batir de sus alas por sentir su comodidad en sus patas flacas, es tanto su deseo de caminar con ellos, que no les queda otra alternativa que intentar cagarlos por coraje.

Me gusta lucirlos con pantalones ajustados, son un primor con shorts cortos y le van bien a todo tipo de mezclilla. Ellos son mis compañeros de batallas, me han librado de las mordeduras de los perros, recuerdo las carreras olímpicas que estos me han provocado, la más difícil me ocurrió con el perro de doña Ana, un pitbull enorme de tez atigrada, en esa ocasión por un momento sentí en mis pantorrillas, el jadeo de su hocico baboso, en cuestiones de segundos en un salto inimaginable me salvé de sus afilados colmillos, el claxon de un viejo camión lo distrajo de su objetivo, de igual manera me han librado de los hombres que me acosan, no falta un pelado recitando la majadería de sus piropos, mi colonia es una de las más peligrosas de la ciudad para una madre soltera, u otra mujer, andar en tacones es darle ventaja a cualquier atrevido. 

Amo a mis tenis rojos, ellos identifican lo blando o lo duro del abismo en turno, sueñan con la arena del mar, pero prefieren la rigidez de las calles polvorientas. Literal, un día voy a colgarlos en un árbol o en un cable de la CFE, temo que alguien no se sorprenda al verlos, sería el colmo que ni los borrachos de la cuadra reconocieran de quien son, todos los días les he cooperado para su pomo, para ganarme su confianza.

Existen muchos modelos y colores parecidos a los que uso, pero ellos son únicos, en el andar de mis días se han ganado un lugar muy especial en mi corazón, me sentiría incompleta sin el par de mis Vans.

En mi testamento dejaría una cláusula escrita con mi puño y letra: aquella que sea digna de ponerse mis tenis rojos podrá poseer todo lo que tuve en vida.